Oviedo, Eloy MÉNDEZ

La docencia y la investigación forman la ecuación perfecta que José Ángel Rodríguez Méndez emplea para entender el universo. El catedrático de Análisis Matemático es una figura básica del grupo de siete doctores y un becario dedicado al análisis de sistemas dinámicos, es decir, al descubrimiento de modelos descriptivos de la evolución de cualquier proceso cotidiano. «El objetivo último de un científico es siempre entender un proceso», asegura. Por eso, advierte de las conclusiones falaces presentadas como verdades absolutas cuando no se siguen métodos adecuados. «Se toma el nombre de la Ciencia en vano con demasiada frecuencia», dice. Y lamenta el distanciamiento entre el poder económico-financiero y el trabajo intelectual. «Conviven separados y, para mí, eso es motivo de preocupación», sostiene.

Rodríguez Méndez descubrió su innata capacidad para el razonamiento en el antiguo Liceo de Navia, su concejo natal. En un principio, quería estudiar Medicina, pero finalmente se decantó por las Matemáticas, con las que inició una estrecha relación en la Universidad de Santiago de Compostela, donde se tituló y realizó el doctorado, y que prosigue desde hace 21 años en Asturias, actualmente en la Facultad de Ciencias.

«Las matemáticas son el lenguaje que permite el desarrollo riguroso del discurso científico. Sin lenguaje no hay discurso, que es el soporte de todo tipo de pensamiento», afirma. «Siempre que el proceso se deje modelar matemáticamente, el modelo será un sistema dinámico más o menos complejo. Si uno es capaz de comprender el comportamiento del modelo obtiene una descripción inmejorable del proceso», añade. Una aseveración que hace extensible a cualquier «suceso» mundano, sea una reacción química, un fenómeno físico, biológico, económico o social.

Pero la teoría choca a veces con la práctica. «El universo es un gran proceso de fenómenos interrelacionados difícilmente aislables, de modo que la mayor parte de la realidad tiene una complejidad inescrutable porque tiene una dinámica impredecible, caótica», advierte el profesor. Y en ese aspecto se centran sus principales investigaciones, que tienen que ver con las estructuras geométricas que implican la presencia de dinámicas caóticas y en el despliegue de estas dinámicas desde las singularidades de los campos de vectores. Es decir, trata de ordenar lo impredecible a través de un método que simplifica con una metáfora. «Lo que hacemos en mi grupo es estudiar las condiciones que desencadenan un fenómeno. Esas condiciones pueden ser vistas como la semilla de una planta que germina cuando un reducido número de parámetros -con frecuencia humedad y temperatura- toman valores adecuados para dar lugar a un ser vivo de complejidad manifiestamente mayor, como es una planta», relata.

Así persigue verdades incontrovertibles. «Muchos científicos aventuran y pronostican sobre algo a partir de mediciones pasadas con leyes de comportamiento poco precisas y sin atender a la posible dinámica caótica del proceso», denuncia el catedrático. «Por ejemplo, nadie puede asegurar con certeza que habrá un calentamiento del Planeta dentro de un siglo, porque simplemente es imposible saberlo», añade. «Lo que diferencia al hombre del resto de inteligencias animales es la variable del tiempo, la necesidad de predecir o controlar el futuro y para ello sólo hay un camino, que no siempre resulta sencillo», explica. «Los matemáticos muchas veces tenemos delante de nosotros lo que buscamos y cuando lo encontramos, nos damos cuenta de lo tontos que hemos sido. Estoy convencido de que somos los expertos que más veces nos llamamos gilipollas a nosotros mismos cuando vemos u otro nos hace ver lo que no podíamos ver», concluye.

Porque el naviego tiene una concepción solidaria de la investigación, alejada de los individualismos. «La ciencia no es el arte. Si Beethoven no hubiera existido no habría existido nunca la Novena. En la Ciencia eso no ocurre. Einstein desarrolló la teoría de la relatividad, pero Poincaré ya la tenía al alcance. Por eso, la ciencia acaba siempre avanzando al margen de una persona en concreto; no hay científicos estrella. Es una acumulación de conocimientos, a los que se llega, antes o después, gracias al trabajo de muchos», sostiene.

Un avance entre muchos que precisa de un sostén financiero a menudo escaso. «El conocimiento se suele valorar de boquilla, es como una persona honrada a la que todo el mundo admira, pero a la que nadie quiere», opina. A esa austeridad obligada se ha tenido que acostumbrar su grupo de investigación que, a pesar de todo, ha conseguido importantes avances en los últimos años, gracias también a los constantes intercambios internacionales con otros organismos de prestigio, como el Instituto de Matemática Pura y Aplicada de Río de Janeiro y las universidades de París VII, Limburgo, Kyoto o Houston. «Estamos en la línea de la investigación matemática española, que publica el cinco por ciento de todos los trabajos a nivel mundial», afirma. Un éxito que se explica, en parte, porque «nuestra disciplina apenas necesita inversión y, por eso, no nota la falta de medios». «Con un lápiz y un papel muchas veces es suficiente», afirma.

Evitar la huida de cerebros de la Universidad de Oviedo. Una de las mayores preocupaciones docentes de José Ángel Rodríguez Méndez es la constante huida de jóvenes formados en la Universidad de Oviedo para recalar en el sector privado o probar mejor suerte fuera de Asturias porque no encuentran un hueco en el ámbito académico. «Es triste contar con los mejores alumnos y que se vayan debido a que no existen suficientes plazas para seguir con su progresión en la región», asegura el catedrático de Análisis Matemático, que pide frenar el progresivo envejecimiento de la plantilla de la institución. Para ello, aboga por una mejora de las condiciones económicas aparejada a nuevas oportunidades laborales, que vengan acompañadas de una diversificación de la oferta formativa.

Por eso, considera un «gran acierto» el grado de doble titulación en Matemáticas y Física que arrancó hace un mes en la Facultad de Ciencias, el primero de estas características que ofrece la Universidad asturiana y que cuenta con 28 alumnos. De ellos, 15 son de nuevo ingreso, con una nota media en Bachillerato de 8,3. «Ha sido una idea fantástica por parte del Decanato y creo que será una oportunidad excelente para todos los chicos matriculados», sostiene.

-El catedrático de Análisis Matemático José Ángel Rodríguez Méndez nació en la localidad naviega de Andés. Licenciado en la Universidad de Santiago de Compostela en 1977, donde fue profesor titular, recaló en Oviedo en 1991. Junto a tres alumnos de doctorado forma el grupo de Sistemas Dinámicos.

-El grupo sigue dos líneas de contenido muy teórico, relativas al comportamiento global de iteración de aplicaciones y de la existencia de integrales primeras y ciclos límite de campos polinomiales. También investiga estructuras geométricas que implican presencia de dinámicas caóticas.