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Sonia daba el perfil

La empresa Perfiles Llaneza contrata a una joven a la que conoció a través de un reportaje de LA NUEVA ESPAÑA en el que exponía su frustración por el desempleo

Sonia Escalada, ayer, en su puesto de trabajo, en el polígono de la localidad langreana de Riaño. FERNANDO RODRÍGUEZ

A finales de noviembre del año pasado, Sonia Escalada Suárez era la imagen de la juventud asturiana. Literalmente. La habían elegido para ser el rostro que representaría al Principado en una exposición de fotografías que seleccionó a un ciudadano por comunidad autónoma y expuso sus retratos dentro de los actos conmemorativos del vigésimo aniversario del Tratado de Maastricht, el que instituyó la ciudadanía de la Unión Europea. La joven ovetense era la cara de una generación y además daba el perfil. Tenía un expediente brillante y una licenciatura universitaria, en Comunicación y Relaciones Públicas, se había formado en Holanda con una beca "Erasmus" y en Austria con una "Leonardo". Había hecho un máster, hablaba idiomas y, sí, estaba en paro.

La historia, la actitud y la experiencia que había detrás del rostro, la peripecia personal que asomaba tras el retrato que decoró un tiempo la sede de las instituciones europeas en España, se publicó el 28 de noviembre de 2013 en un reportaje en LA NUEVA ESPAÑA. Sonia hablaba allí de la Unión Europea y de Maastricht y de su experiencia como "la cara europea de Asturias", pero también de la otra cara, de sus dificultades para acceder al mercado laboral y de la frustración de haber hecho todo lo posible y no poder encontrar un empleo. Antes de cumplirse dos meses, en enero ya tenía trabajo.

El insólito final feliz empezó a ser posible cuando el padre de Arturo Llaneza, el presidente de la empresa Perfiles Llaneza, leyó y guardó la última página del periódico. Dijo "hay que fichar a esta chica" y, dicho y hecho, hoy la joven ovetense, de 26 años, es la responsable de la zona Norte en el departamento comercial de la compañía radicada en Langreo. Resultó que en Perfiles Llaneza, y ahora para bien, Sonia Escalada también daba el perfil. En plena decepción colectiva para toda una generación de jóvenes emigrantes sin empleo, a ella la fueron a buscar para ofrecerle un puesto de trabajo al que no había optado y que además no se ajustaba a su formación ni a su experiencia profesional. Nunca había trabajado en el área comercial ni sabía apenas nada del producto que debía vender -perfiles para construcciones metálicas-, pero aunque no es fácil "te acabas adaptando", asegura ahora, plenamente satisfecha del nuevo rumbo que de la manera más insospechada ha adoptado su vida.

"Fue todo muy directo, prácticamente inmediato", explica Escalada. Sucedió "casi al día siguiente de salir en el periódico. Me llamaron, me explicaron las necesidades del puesto y me propusieron una entrevista". Primero superó la sorpresa inicial, después la prueba de acceso y Arturo Llaneza sigue siendo capaz de explicar por qué la escogieron a ella y de un modo tan poco ortodoxo. "A mi padre le llamó la atención su forma de expresarse, su formación y, sobre todo, sus ganas de trabajar". En aquella última página de noviembre de 2013, Sonia decía de sí misma, sin ocultar cierta rabia, que "nadie puede decirme que no lucho por conseguir un empleo. Ya no sé a dónde dirigirime ni a qué empresa de trabajo temporal apuntarme", pero también que "a la larga, el tesón recibe premio".

Acertó, y la recompensa que ella terminó encontrando es una oportunidad donde no la sospechaba, en el departamento de captación y seguimiento de clientes de una empresa de perfiles metálicos y como consecuencia lejana de haber sido propuesta, a raíz de su participación en las becas "Leonardo", como candidata asturiana a "rostro europeo".

"En la vida, a veces suceden cosas como ésta", resume el presidente de la compañía langreana, "Recuerdo que cuando la llamé estaba un poco asustada". Que "tuve que explicarle que éramos una empresa con casi cuarenta años de experiencia en el sector, que a lo mejor aquello podía sonar extraño, pero que no había nada raro. A los pocos días nos vimos y me causó muy buena impresión", remata.

Sabe, eso sí, que el proceso de selección no se ajusta a los cánones, comprende que "quizá no es un acto empresarialmente ortodoxo", pero aclara que "el empresario también tiene que vivir a veces de la intuición" y que en este caso a él le ha funcionado. "En la vida ocurren en ocasiones cosas como ésta" que por la época en la que se sustanció parece, afirma el empresario, "un cuento de Navidad". Teniendo presente su desenlace, feliz porque no cree haberse equivocado, Arturo Llaneza extiende el ejemplo de su empleada. "Me da una pena absoluta que mucha gente muy bien formada se tenga que marchar a trabajar, aunque también es cierto que tal vez no muchos habrían aceptado un puesto así, porque Sonia está formada para un empleo superior al que tiene, pero es lo que hay. No es siempre el empresario el único culpable. A veces también hay que que saber bajar un poco a la arena y rasgarse las vestiduras".

Aunque cueste, continúa. Aunque la contrapartida sea alguna renuncia, o vender sin haber sido nunca vendedor y rendir además "en una época como ésta, muy dura y con mil problemas y complicaciones diarias". Al final de esta historia, una de las partes está satisfecha de tener trabajo y la otra persiste en lo que este caso tiene de ejemplar: "No sólo la hemos ayudado nosotros a ella", remata Llaneza. "Ella también nos está ayudando a nosotros".

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