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Tras el temporal, llega el dinero del ocle

Las marejadas favorecen que en las playas asturianas se acumulen las algas, de cuya recogida vive cada vez más gente, sobre todo personas que huyen del paro

José Artime, "Larry", en su almacén de Piedeloro, donde seca el ocle. MÓNICA G. SALAS

Dicen que después de la tempestad siempre llega la calma, pero en este caso también el dinero. Del ocle, un tipo de alga roja que las mareas vivas arrastran hasta las playas, viven hoy muchas familias asturianas. Un ejemplo, el luanquín José Artime, "Larry", dedicado al sector desde más de 30 años. Para poder trabajar durante el invierno, necesita temporales como el que días atrás azotó la región o incluso más fuertes. Cuando la marejada disminuye, comienza la faena: el "arribazón", es decir, la recogida de ocle en los arenales mediante tractores y redes. "Ahora tenemos palas hidráulicas, grúas y un montón de accesorios que facilitan el trabajo", explica Larry, que interviene en playas de toda la región. "Donde hay ocle, voy yo".

En estos últimos años el negocio de las algas en Asturias ha evolucionado, aunque no al mismo ritmo que en Galicia, donde este producto ya se explota para usos alimenticios y se vende a nivel mundial. Las industrias asentadas en la región se dedican a la elaboración del "agar agar", una gelatina vegetal para uso alimenticio, pero, sobre todo, médico y estético. Su precio ha aumentado desde el inicio de la crisis; ronda ahora el euro por cada kilo en seco. No obstante, a veces puede ser más y otras veces menos, todo depende de la calidad que tenga la plata marina.

"En los años 80, el precio de las algas estaban también en torno a un euro, sin embargo, la cosa cambió cuando cerraron varias industrias en Asturias y el precio se disparó. Entonces, las empresas empezaron a conseguir ocle más barato de Marruecos y muchos recolectores asturianos lo dejaron. El negocio volvió a repuntar en 2007, cuando empezó a haber problemas con las exportaciones y las industrias volvieron a necesitar el ocle de aquí", reseña Larry.

Esa situación, unida a que con la crisis muchos asturianos quedaron en el paro, ha generado una alta demanda en el sector que se mantiene hasta hoy. De hecho, cada vez son más los desempleados dedicados al ocle. Éste es el caso de Alberto García, de Luanco, que lleva tres temporadas peinando las playas del Cabo Peñas junto a su socio, Vasile Valentín Dragomir. Antes trabajaba en una autoescuela. "Si te lo montas bien, puedes llegar a vivir de ello. Pero eso sí, hay trabajar mucho y tener maquinaria", comenta.

Pero como García hay muchos más. Antonio Oves, de Llanes, asegura que en su zona no ha parado de aumentar el número de profesionales dedicados al ocle. "Con la crisis, hay más. Encima ahora vienen hasta de Cantabria, cuando a mí no me conceden la licencia de allí. El Principado debería vigilar eso, porque nos están llevando las algas", se queja. Dada la saturación del sector, Oves ya ha optado incluso por comprar las plantas a otros recolectores y venderla él a las fábricas. "Es más rentable, porque no hay ocle para todos", opina.

En alta mar, la campaña de arranque, está regulada del 1 de julio al 30 de septiembre. Para ello, tienen licencia sólo un número determinado de barcos repartidos en cinco distritos: San Esteban de Pravia, Carreño-Gozón, Gijón, Ribadesella y Lastres.

En la pasada campaña se descargaron un total de 2.069.915 kilos, un 40 por ciento más que en 2013, según datos de la Dirección General de Pesca. Este incremento se debe al número de embarcaciones que participaron en la campaña: quince, mucho más que en años anteriores.

"Eso es una bestialidad. Están acabando con los campos y cada vez hay menos algas en las playas", denuncia Alberto García, que cree que habría que reducir los cupos o en todo caso suspender el arranque algún año para permitir su regeneración. "El sector está sobreexplotado y es una pena que acabemos con él, porque la única planta marina que produce agar a agar es el ocle", defiende.

Antes de llegar a puerto, el trabajo en alta mar es duro e, incluso, arriesgado, en especial, para los buzos o ranas del ocle, encargados del arranque de estos organismos. Cada embarcación sale todos los días a primera hora de la mañana para sumergirse en las profundidades. Los buzos echan de media unas cinco horas en el agua, por lo que no es de extrañar que sea una labor "cansada y peligrosa". Ya en tierra, el ocle recogido se lleva a los campos de secado para seguir el mismo sistema que en invierno.

Aunque visto así, pueda parecer que hoy en día es casi mejor pescar algas que peces, los recolectores de la región piensan lo contrario. Afirman que su profesión no tiene estabilidad económica. "Dependemos de las mareas. Hay semanas que estamos parados, porque no hay nada de ocle en las playas", reconoce Larry. Y por si fuera poco, hasta hace nada el Principado no les concedía subvenciones.

"Fue el año pasado cuando el ocle empezó a considerarse como pesca, pero antes, como no era visto de esa forma, no teníamos acceso a ninguna ayuda. La solicitábamos, pero rápidamente te la rechazaban", protesta el luanquín. Pese a que ahora están en una mejor situación, los pescadores de ocle creen que todavía falta mucho por hacer. "El sector sigue estando desamparado", concluyen.

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