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RAQUEL MEDIALDEA CARRERA | Biotecnóloga gijonesa que trabajó en Sierra Leona en una unidad de diagnosis de la enfermedad del ébola y que regresará a ese país la semana que viene

"El virus que debería darnos más miedo es la gripe, podría ser catastrófica"

"En el caso de Teresa Romero quizá faltó un entrenamiento adecuado" - "Aumentan los casos de virus de otras latitudes, como la chikungunya"

Raquel Medialdea Carrera, en el Muro de San Lorenzo. MARCOS LEÓN

"Es improbable que vaya a producirse en el futuro una extinción humana por un virus", asegura la gijonesa Raquel Medialdea Carrera, que pertenece a la primera promoción de Biotecnología de la Universidad de Oviedo y ahora está realizando el doctorado en la Universidad de Liverpool. Medialdea estuvo trabajando durante mes y medio en la unidad de diagnosis del centro de tratamiento de ébola de Makeni, en Sierra Leona, para International Medical Corps -una organización humanitaria que actúa de forma urgente ante epidemias y catástrofes naturales-, y regresará la semana que viene a este país africano donde acaba de producirse un nuevo caso de la terrible enfermedad. Esta joven, que pasa unos días de vacaciones en su Gijón natal, cree que Occidente no debe temer al ébola, pero sí a virus como el de la gripe, que "si muta y se hace más agresivo puede dar lugar a una epidemia como la de 1918, con efectos devastadores y catastróficos". Y también hay que tener respeto a las infecciones emergentes en España, como la fiebre chikungunya, de la que se han contabilizado un centenar de casos en el este del país. Respecto a la crisis del ébola en España, con el contagio de la enfermera Teresa Romero, cree que "probablemente faltó un entrenamiento adecuado del personal". Ella fue entrenada durante una semana en una réplica de la unidad de diagnóstico del ébola en la que luego trabajaría durante casi mes y medio.

-¿En qué consistió su trabajo?

-En diagnosticar a los pacientes sospechosos de sufrir la enfermedad. Los que la sufrían eran derivados a unidades de tratamiento.

-Un trabajo de cierto peligro...

-Es verdad que había cierto riesgo, pero estábamos muy entrenados y los procedimientos eran muy rigurosos, con unos trajes de protección muy seguros, y una organización detrás que velaba por nuestra seguridad.

-¿Cómo eran esas medidas?

-A la puerta del centro se realizaba a todo el mundo una medición de la fiebre, que es uno de los primeros síntoma de la enfermedad. Si se tenía, ya no se podía acceder. Antes de entrar había que desprenderse de los zapatos, lavarse las manos... Los trajes de protección se lavaban diariamente con lejía o se incineraban si había habido contacto con enfermos. En cualquier caso, no eran los médicos quienes sufrían más riesgo, sino el personal que se encargaba de las tareas de limpieza.

-¿Cómo llegó a involucrarse en esa tarea?

-Fui a Sierra Leona en calidad de cooperante voluntaria, con contrato. Siempre me ha interesado la investigación de las enfermedades infecciosas, trabajar con virus, para mejorar la diagnosis y tratamiento de las pandemias. Me enteré de que el Gobierno estaba reclutando voluntarios y me presenté. Pasé el entrenamiento y me fui para allá.

-¿Cómo fue ese entrenamiento?

-Duró una semana y fue en el sur de Inglaterra, en unas instalaciones del Ministerio de Sanidad británico. Allí había una réplica exacta de la unidad de diagnosis de Sierra Leona en la que iba a trabajar. Se simulaban las condiciones en las que se iba a desarrollar nuestra actividad. Un día, hasta llegaron a subir la calefacción a 40 grados para que supiésemos lo que era trabajar con esa temperatura tan alta. Se trataba de ponernos en todas las situaciones posibles. Fue muy intenso y necesario.

-Aquí en España sufrimos el caso del contagio de la enfermera Teresa Romero. ¿Qué pudo fallar?

-Fallaron muchas cosas... En primer lugar, creo que hubo una desmesurada alarma social exacerbada por los medios de comunicación, que mostraron una gran falta de seriedad científica. Tienen que consultar más con los científicos para no crear ese miedo. Por otro lado, aunque es difícil afirmar esto sin contar con toda la información al alcance, probablemente faltó un entrenamiento adecuado del personal. Si éste ha sido formado y rigen los protocolos establecidos, el riesgo de contagio es mínimo. Cuando trabajé en Sierra Leona, en ningún momento tuve miedo de contagiarme. Afortunadamente, Teresa Romero sobrevivió.

-¿Está controlado el ébola?

-El pico de la epidemia fue en diciembre y enero pasados, momento en que comenzó a descender el número de afectados. Cuando estuve en Sierra Leona, nos sorprendía que hubiese casos todavía, porque se estaban tomando muchas medidas, pero hace un par de días acaba de producirse un nuevo caso en ese país, con una persona fallecida. Liberia lleva meses sin un caso, y en Guinea hay tres personas infectadas. A corto plazo podría frenarse este nuevo brote, pero el riesgo de una gran epidemia no está excluido. Es necesario trabajar la prevención y estar listos para frenarla.

-Hay quien afirma que se trata de un virus creado en laboratorio...

-Como científica lo rechazo completamente. Siempre hay teorías de la conspiración respecto a estos virus, también se montaron con el sida. Esas teorías nunca tienen argumentos que sean creíbles. El problema del ébola es que no existe tratamiento. Hay varios en fase de pruebas, pero no se han demostrado efectivos al cien por cien. Por tanto, es un virus que provoca una gran mortalidad, el cincuenta por ciento de los contagiados no sobrevive. Destroza los capilares sanguíneos, los órganos internos. Si el sistema inmune no es fuerte, causa la muerte. Se transmite a través de los fluidos, por el contacto físico con diarrea, vómitos o sangre de los enfermos.

-¿Deberíamos tener miedo en Occidente al virus del ébola?

-Yo diría que no, porque el método de transmisión se controla con un alto nivel de higiene. El virus que más miedo debería darnos es la gripe, que infecta a miles de personas. Si llega a mutar y se vuelve más agresivo, podría llegar a existir un epidemia como la de la gripe española, de 1918, que causó la muerte de millones de personas. Podría llegar a ser devastadora y catastrófica. Y también deberían preocuparnos las infecciones, tanto bacterianas como víricas, resistentes a los antibióticos.

-¿Qué hay de la gripe aviar?

-Con la gripe aviar se produjo una excesiva mediatización que lo único que generó fue miedo en la población sin necesidad. En absoluto causó los daños que se habían pronosticado. El problema es que estos virus mutan y tienen que actualizarse las vacunas.

-La crisis migratoria que sufre Europa en los últimos meses, ¿puede contribuir a disparar los casos de infección?

-Estamos acostumbrados a las infecciones presentes en nuestro territorio, y está claro que están aumentando el número de personas afectadas por virus y bacterias procedentes de otras latitudes. Ahí está el ejemplo de la fiebre chikungunya (que transmite el mosquito tigre), que en absoluto era frecuente en España, pero que ya ha dejado un centenar de contagios en el este del país. Son lo que se llaman infecciones emergentes. Muchos científicos trabajan para diagnosticarlas, pero los hospitales no están preparados. Además, hay que encontrar tratamientos. Muchas de estas infecciones no lo tienen. No estoy en contra de los flujos migratorios, pero sí a favor de encontrar nuevos métodos de control de estas infecciones.

-El cine nos ha puesto sobre aviso de epidemias que podrían acabar con la humanidad entera. ¿Existe de verdad ese riesgo?

-Como científica, lo veo muy improbable. Hemos desarrollado una gran cantidad de tratamientos, vacuna y antibióticos que han detenido las pandemias. Una prueba de esa imposibilidad es el creciente aumento de la esperanza de vida de los seres humanos. No quisiera que hubiese miedo por parte de la gente a una epidemia que llevase a la extinción.

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