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Ángel de la guarda por partida triple

Un exmilitar impidió en Oviedo que un hombre matase a dos mujeres y a su hija pequeña y reanimó a la niña días después cuando sufrió un colapso respiratorio

El exmilitar, ayer, en la redacción de LA NUEVA ESPAÑA. L. Á. V.

"Tenía a su hija agarrada y le había puesto un destornillador en el cuello. Le cogí la mano y le hice una llave mientras le ponía la rodilla en el estómago. El hombre estaba muy loco. Decía que sólo quería matarse". Lo cuenta A. J. H. L., un exmilitar dominicano de 31 años, residente en Oviedo, que en sólo una semana salvó dos veces de morir a una niña de 8 años vecina suya. Primero, cuando la menor estaba a punto de ser apuñalada por su padre, que ya había herido de gravedad a la madre de la pequeña y a la mujer que había acogido a ambas en un piso de la calle Llano Ponte de Oviedo. Ocho días después volvió a salvar a la niña después de que sufriese un colapso respiratorio. Este dominicano echó mano de su experiencia y logró devolverla a la vida con maniobras de recuperación. "No me siento un héroe, actué de forma espontánea", asegura este hombre, que lleva año y medio tratando de obtener la nacionalidad española.

El primer episodio se produjo el pasado 24 de mayo sobre las ocho menos cuarto de la tarde. El exmilitar acababa de regresar a Oviedo, donde había quedado viviendo su mujer, mientras él probaba fortuna en Italia, sin éxito. Ese día estaba pasando la tarde del domingo en casa cuando escuchó un murmullo en el descansillo. "Me acerqué a la mirilla de la puerta y vi cómo este hombre empujaba a su exesposa hacia dentro de la vivienda", indica. La casa era propiedad de otra mujer de más edad, que había acogido a la agredida y a su hija por la situación de maltrato que venían sufriendo.

El dominicano comenzó a preocuparse cuando empezó a escuchar las voces de la propietaria de la vivienda. "La mujer gritaba: '¡Que nos mata, que nos mata!', y entonces fue cuando decidí salir de casa. La mujer gritaba desesperadamente e intenté derribar la puerta una y otra vez, pero no lo conseguí", relata el hombre.

De alguna forma, la mujer de mayor edad pudo zafarse de su agresor y abrir la puerta. "Salió sangrando a borbotones y se me desplomó en los brazos. La senté en la escalera y le pedí a mi mujer que llamara a la Policía. La dueña de la vivienda no paraba de decir: '¡Que la va a matar, que la va a matar!' Le pregunté qué arma llevaba el hombre, si tenía una pistola, y me dijo que no. Cuando entré, él estaba en la cocina, sentado en un sofá. Tenía a la niña cogida y le ponía un destornillador de unos diez centímetros en el cuello. La mujer estaba de pie al otro lado, sangrando, y le pedía que dejase a la pequeña. Él también se había autolesionado y sangraba por el pecho", asegura.

De repente, estaba metido en medio de un drama sangriento, de consecuencias imprevisibles. Y aquello también le afectaba personalmente, de alguna manera. "Yo en aquella niña vi a mi hija, que tiene 7 años, casi la misma edad, y está en la República Dominicana", señala.

La reacción del agresor fue muy violenta, "El hombre empezó a preguntar quién era yo y me gritó que me iba a matar también, en medio de fuertes insultos. Yo le decía: 'Suelta a la niña, que no hay problema'. Él seguía insultándome y, en un momento dado, le pidió a su exmujer que le abrazase. Me dio la impresión de que se disponía a matar a la cría y le dije a la mujer: '¡Abrázale!', esperando que bajase un poco la guardia", relata.

Fue el momento clave. El hombre bajó un poco el cuchillo y A. J. H. L. comprendió que tenía que actuar. "Le agarré la mano del cuchillo y le hice una llave con el brazo en el cuello mientras le ponía la rodilla en el estómago. Yo le decía: 'Déjate ayudar', y él sólo respondía que quería matarse. Al final le convencí para que cejase en su actitud y le puse una toalla húmeda en la herida que tenía en el pecho", dice.

"También ayudé a la exmujer, que estaba sangrando mucho por una herida que tenía a la izquierda del pecho, a la altura del pulmón", asegura. Poco después llegaron varios agentes de Policía y los sanitarios, que se hicieron cargo de la situación. "El hombre estaba muy loco, no sé si habría tomado algún narcótico. A su hija la iba a asesinar, estaba muy rabiado con su exmujer. Llevaba una soga, un cutter y un destornillador, iba listo para matarlas", cree.

Está convencido de que sólo la suerte impidió una matanza en aquella casa. "Si la dueña de la vivienda no se hubiese zafado, aquello habría acabado muy mal. No puedo comprender cómo una persona, por muchos problemas que tenga, se pone a amenazar de muerte así a una niña", confiesa.

Poco después, el destino iba a brindarle otra oportunidad de demostrar su buen corazón. Ocho días más tarde, la pequeña sufrió un colapso respiratorio. La madre de la pequeña avisó a su vecino con grandes voces. "La niña se había puesto azul. Entonces le realicé unas maniobras de RCP (reanimación cardiopulmonar) y volvió a la vida", rememora. Dio la casualidad de que los mismos agentes que habían actuado en el primer incidente regresaron al piso de la calle Llano Ponte. "Eres un ángel", le dijeron los policías. Él se quita importancia. "Simplemente estaba en el sitio justo en el momento justo", asegura.

El caso es que este hombre no está teniendo mucha suerte. Formó parte del ejército dominicano y fue entrenador de guías caninos para la detección de narcóticos y explosivos. Además, es guardaespaldas profesional, "con certificado". Hace cuatro años que llegó a España. Perdió la oportunidad de acudir a Afganistán en 2013 formando parte de una compañía de apoyo del ejército norteamericano. Ahora tiene permiso de trabajo, pero no un empleo, aunque ganas no le faltan de tener una ocupación, si puede ser en el ámbito de la seguridad. "Tengo experiencia y certificados, me he adaptado muy bien a las costumbres de aquí y soy una persona respetuosa con las leyes, sería maravilloso encontrar un empleo de lo mío", señala. Desde hace año y medio espera a que le concedan la nacionalidad española, pero el Registro Civil aún no le ha contestado. "En todo este tiempo ni siquiera han digitalizado mi expediente", se queja.

Ahora tendrá que declarar en el juicio que se celebre por los hechos. El acusado de haber agredido a las tres mujeres, defendido por el letrado Manuel García Rendueles, sigue en prisión. Los abogados de las víctimas, José Manuel Fernández González y Susana Fernández Iglesias, meditan solicitar su condena por un delito de asesinato en grado de tentativa.

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