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El revolucionario y efectivo firme de hormigón de la "Y" desgasta ruedas y tímpanos

Carmen Barbosa y Anita Villa, en su casa de Olloniego, junto a la autopista. MARÍA GÓMEZ

Aproximadamente la mitad de los afectados asturianos, unos 60.000, vive en el entorno que resulta de sumar los aledaños de la autopista "Y" con los de del recorrido de la A-66 entre Campomanes y Oviedo y los ramales de ingreso en Oviedo, Gijón y Avilés. En la cuenca del Caudal, los afectados de Campomanes, Pola de Lena, los barrios mierenses de Santa Marina y el Tocote y Santullano -aquí el nuevo hospital de Mieres- llegaron a constituir una plataforma antirruido que no recibió en casi una década más que "compromisos de palabra y tomando un café, ninguno por escrito o en un despacho".

Al pie del Puente de la Perra, el presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Mieres, Ángel Luis Rubio, recuerda una medición de ruidos de entre 70 y 75 decibelios con las persianas bajadas y las ventanas cerradas, por encima de todos los niveles de lo tolerable. Les dijeron que eran muchos kilómetros y muy caro protegerlos con pantallas.

Olloniego lleva al menos dos décadas escuchando. Trasona, más. En esta población partida por la carretera, tanto que la iglesia quedó en un lado y el cementerio al otro, no hay accesorio más imprescindible que el doble acristalamiento. A Rosi Rodríguez, la vida entera en el barrio de Fafilán, le expropió su casa la obra de la "Y" hace más de cuarenta años. Remarca que no vive por gusto mirando a la autopista, que en aquellos años en Trasona "no nos dejaban edificar en otro sitio" y ahora no confía demasiado en la solución judicial después de cuatro largas décadas de exasperante abandono. Le da "rabia" viajar por el mundo y ver una casa aislada con pantalla, volver y ver pueblos enteros sin ellas. Envía a quien corresponda la convicción de que no piden "nada más que dos kilómetros" de protecciones y, harta, sugiere "que vengan a merendar a un prado junto a la carretera a Ana Pastor y a todos los políticos, nacionales y autonómicos, que tienen algo que ver en este asunto". En este entorno de la "Y" se sufre más, remata ella y asienten los expertos. "Su" autopista suena más: es ese el precio que hubo que pagar por hacer de la vía que enhebra el centro de Asturias una obra revolucionaria en los años setenta del siglo pasado. Fue en su día "la primera que se hizo en España de hormigón armado continuo sin losas cada ciertos metros", recuerda el ingeniero de caminos Luis Galguera, y gracias a aquel modelo de tecnología belga la "Y" ha llegado hasta hoy "sin necesidad de hacer ninguna reparación importante ni modificación sustancial del firme". Es más dura, más segura y tiene un pavimento más estriado que agarra mejor; en mojado es igual que otras carreteras en seco. A cambio, además de desgastar más los neumáticos es (se percibe a simple vista y asiente Galguera) sensiblemente "más ruidosa". "Desgasta las ruedas y los oídos de los vecinos", concreta Rosi Rodríguez.

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