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Halloween da a todos calabazas

La popularidad que gana en Asturias la "terrorífica" fiesta dispara la venta de estos frutos entre los agricultores de la comarca oriental

Arriba, Hortensia González, en su finca de Huexes (Parres). Sobre estas líneas, Marta González, en su frutería de Infiesto. CRISTINA CORTE

Ni para el puré ni para hacer la matanza de San Martín. Las calabazas que más se demandan son las de Halloween. Estas bayas naranjas se han convertido en el símbolo por excelencia de la noche más terrorífica del año. Tanto que agricultores y fruteros han notado un aumento de ventas de las mismas superior al diez por ciento en el último par de años. Así lo asegura Marta González, que no para de venderlas desde el lunes en su establecimiento de la calle Covadonga de Infiesto. "Desde que abrimos hace tres años notamos un repunte. El año pasado vendimos más de medio centenar de calabazas de Halloween, y aunque no es una cantidad exagerada notamos que cada año va a más, tiene recorrido", comenta la joven. En la misma línea se expresa Hortensia González, que lleva más de una década plantándolas en su huerto de Huexes para venderlas posteriormente, junto con otras frutas y verduras, en los mercados de Arriondas, Cangas de Onís y Pola de Siero. "Sembramos de varias clases y siempre tuvimos mucha demanda de las de hacer morcilla para la matanza, pero desde hace tres años notamos un boom en la venta de las calabazas de Halloween. Este año cosechamos más de medio centenar y ya se van vendiendo casi todas. Esta semana mandamos una decena para unos críos del País Vasco y mi hija tiene unas cuantas encargadas ya en la Pola", relata. El precio de venta de las mismas es de un euro el kilo. Asegura que aunque se venden de todos los tamaños -tiene algunas de hasta 90 kilos y 1,90 metros de circunferencia-, las más demandadas son las medianas, de 6 kilos o menos de peso, con base plana para estar de pie por sí solas y con la cara lisa.

De que las calabazas que antes decoraban las películas americanas han traspasado la pantalla para instalarse en los hogares asturianos da fe Pablo Martínez, que cultiva estos frutos gigantes en su huerto de El Martiniegu, en la localidad canguesa de Ñarciandi. "Llevamos toda la vida plantándolas para hacer morcillas y emberzados por el San Martín, pero desde hace un par de años cada vez son más los amigos y vecinos que nos las solicitan para decorar en Halloween sus casas".

El cangués las planta en el semillero en marzo y en mayo las traspasa al huerto para recogerlas con la Luna menguante antes del día de Difuntos. "Los encargos se acumulan para la noche de brujas", cuenta. El joven celebra que la gente se sume a la tradición de esculpir terroríficas calabazas, pero hace hincapié en la importancia de sacarle partido a la pulpa en la cocina. "No hay por qué desperdiciar las calabazas. Se puede hacer un puré e incluso si sobra piel de calabaza sin agujerear se puede utilizar con fines gastronómicos", comenta.

La moda de las calabazas customizadas también la nota Esther Laruelo, que regenta una frutería en la calle Leopoldo Ales de Arriondas. Laruelo asegura que la demanda está concentrada en los últimos meses de octubre, pues el resto del año no se venden este tipo de calabazas, que a su tienda llegan desde Lérida y se venden a 2,95 euros la unidad. Las piezas no superan los dos kilos y ya vienen decoradas con pegatinas que recrean una cara terrorífica. También traen una etiqueta con los pasos a seguir para convertirla en un candelabro artesanal y alargar su vida útil. "Se venden, son para los niños, que las ven y se les apetece o las llevan para la fiesta del colegio o de cumpleaños. También piden muchas para decorar centros de mesa y jardines de pubes y otros establecimientos", comenta. Si en las casas no hay decoración, tampoco hay truco o trato.

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