La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

LUCÍA MORO MIJARES | Presidenta de la Asociación Asturiana de Derecho Colaborativo

"La justicia es lenta, mejor que las dos partes cedan un poco para ganar un mucho"

"La televisión influye en la judicialización excesiva de nuestra vida; la gente no sabe lo mal que se puede pasar en un juicio"

Lucía Moro Mijares, en la Facultad de Derecho. LAURA CARADUJE

-¿En los juicios, como en la guerra, todos pierden?

-En un litigio pierden todos. El que pierde, porque pierde. Y el que gana, porque casi siempre se queda con la idea de que pudo ganar más.

Lucía Moro Mijares es abogada y fundadora de la Asociación Asturiana de Derecho Colaborativo. Está en proceso de dar a conocer la asociación (Asturias es pionera junto al País Vasco y Madrid) y ha pasado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo -campus del Cristo- para exponer las líneas maestras de la entidad.

-¿En qué consiste el derecho colaborativo?

-No se trata de un arbitraje ni de una mediación. Es un método con un punto de partida: los abogados y los clientes pactan no acudir a los tribunales y firman de antemano un contrato con ese compromiso.

-¿Y si no hay posible acuerdo?

-Si finalmente una de las partes o ambas deciden ponerse en manos de un juez, no podrán ser representados por los mismos abogados que participaron en el proceso anterior. Evitamos así que se negocie con un as en la manga, pensando en el posible futuro juicio.

-¿Ventajas?

-Muchas. El derecho colaborativo pretende resolver un conflicto de forma integral. Un divorcio, por ejemplo. El método contempla la participación en él de distintos profesionales, como psicólogos infantiles, terapeutas de pareja, asesores financieros... Incluso mediadores si en un momento dado se produce una situación de bloqueo, que no es descartable. Todos neutrales, por supuesto. La idea es llegar a contar con una bolsa de profesionales colaborativos en Asturias.

-¿Por qué judicializamos tanto nuestra vida?

-Tengo una teoría. Una de las causas es la influencia de la televisión. Encendemos la tele y nos ofrecen querellas a todas horas. "Ya hablaré con mis abogados", oímos de tal o cual personaje. Así en plural, como si tener un solo abogado te convirtiera en alguien insignificante. A mí me encanta el derecho, pero a la gente habría que preguntarle: ¿qué quieres, tener paz o tener razón?

-¿Y usted, como abogada, con qué se queda, si es preciso elegir?

-Mejor tener paz, sin duda.

-Los juzgados están colapsados.

-Claro. Tenemos que conseguir que los ciudadanos conozcan y tengan en cuenta otras fórmulas para la resolución de conflictos. La justicia no son sólo sentencias.

-Y líbrenos Dios de algunas sentencias...

-Muchas veces las sentencias, lejos de solucionar el caso, lo empeoran. La gente, además, tiene un concepto muy cinematográfico de los juicios, piensa que se puede llegar allí a soltar el discurso. Y no. El que vaya con esa idea acabará recibiendo un corte a las primeras de cambio. Muchos clientes se sorprenden de la frialdad de los juzgados y de lo mal que se pasa cuando se es protagonista de un juicio.

-¿Hacia dónde apunta el derecho colaborativo?

-Hay de todo. Mucho conflicto familiar y también desacuerdos entre empresas, a las que les interesa mantener sus discrepancias de forma muy discreta, amparadas en un sistema que no es público. La visibilidad de un proceso judicial es, de por sí, un problema para ellas.

-¿Los divorcios?

-Son situaciones a veces muy duras porque personas que se quisieron mucho acaban hasta odiándose. Y mi experiencia profesional me dice que muchas veces las dos partes se olvidan de que tienen hijos.

-Los hijos como arma arrojadiza. Todo un clásico en la "guerra" de los sentimientos rotos.

-El primer mensaje que hay que enviar a las dos partes es que la familia no se puede romper, aunque sus miembros se reubiquen. Uno deja de ser cónyuge de determinada persona porque así es la vida, pero los padres y madres nunca dejan de serlo, aunque vivan separados. Cada parte tiene sus posiciones y es bueno preguntar qué hay detrás de ellas. Qué hay detrás, por ejemplo, de empeñarse en quedar con el coche de la familia: ¿lo necesitas de verdad o sólo quieres fastidiar?

-Yo pierdo con tal de que la otra parte también pierda. Otro clásico.

-Hay de todo. La pregunta es: ¿quién gana en un divorcio? El coste emocional es brutal. A veces nos centramos en el presente, que está muy contaminado. Pero queda por delante toda una vida.

-¿Y a un abogado colaborativo tienen que acudir las dos partes?

-La iniciativa puede partir de una, y se plantea a la otra. Si ambos aceptan, adelante. En materia de derecho familiar es bueno que unos y otros entiendan las ventajas de que sean ellos los que decidan su futuro y que no quede en manos de la decisión de un juez, por muy competente que sea. El mensaje es muy claro: ceder las dos partes un poco supone ganar las dos partes un mucho. Y además se ahorran la ansiedad a la espera de la sentencia. Sin olvidar la lentitud de la justicia, que a muchos abogados nos frustra. No sólo a los clientes.

-¿Cómo se llega a ser abogado colaborativo?

-Hay una asociación internacional de prácticas colaborativas. Se requieren 57 horas de formación. Con ellas se puede ejercer de abogado colaborativo en todo el mundo.

-¿Esto surgió en...?

-En los Estados Unidos, como casi todo. La idea parte en los años ochenta de un abogado de familia que estaba harto de litigar. España es de los últimos países en sumarse a este movimiento que responde al dicho de que hablando se entiende la gente.

Compartir el artículo

stats