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ERNESTO SZWIMER | Padre de una de las víctimas del atentado de la AMIA en Buenos Aires

"Lo vergonzoso del atentado de la AMIA es que no se sepa quién ayudó desde dentro"

"Murieron argentinos, no judíos o cristianos; y pretender reanudar relaciones con Irán... ¿El dinero lava el honor?"

Ernesto Szwimer, en un hotel ovetense. MIKI LÓPEZ

El atentado de la AMIA, una herida aún abierta en Argentina, y también en el judaísmo, ya que se trata del peor ataque sufrido por esta comunidad desde la Segunda Guerra Mundial. Una masacre que no ha encontrado justicia, más de veinte años después. Un caso laberíntico, complicado por una instrucción deficiente, la extraña muerte de un fiscal -Alberto Nisman-, las acusaciones de complicidad que recaen sobre las más altas instancias del poder y las siniestras hipotecas de la razón de Estado.

9.53 horas del 18 de julio de 1994. Calle Pasteur, en el barrio bonaerense de Balvanera. Una camioneta conducida por un suicida -se cree que el libanés Ibrahim Hussein Berro, perteneciente Hezbola- explota derrumbando el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), creada por inmigrantes judíos hace 120 años, dedicada fines sociales. El resultado: 85 muertos y 300 heridos. Entre los fallecidos, Liliana Edith Szwimer, estudiante de Diseño Gráfico de 22 años, que pasaba frente al edificio. Aquella fatídica casualidad enfrentó a su padre, Ernesto Szwimer, un contable bonaerense, con el sinsentido del terrorismo y, por segunda vez, con la pérdida antes de tiempo de una hija.

Szwimer está empeñado en evitar la desmemoria respecto a su hija y el resto de las víctimas de aquel crimen múltiple. Fue mecenas, con el apoyo de la periodista argentina de origen mierense Benny López Gutiérrez, de la candidatura de la AMIA para el premio "Princesa de Asturias" de la Concordia. Ahora, este argentino, muy cercano a la comunidad judía del Fontán, promueve una asociación, Movimiento de la Memoria 9.53, un foro astur-argentino contra el odio y el racismo.

-¿Qué buscaban con aquel atentado?

-Fue muy cruel. No es que se atentase contra el judaísmo, sino contra la sociedad de un país en aquel entonces democrático, que no sabía de estos sinsabores, ni de esas peleas de Oriente Medio, tan lejanas. No golpeó a dirigentes, ni militares, ni grandes políticos, sino a gente del común.

-Usted fue un testigo de excepción de aquel horror.

-Soy el padre de una niña de 22 años que accidentalmente transitaba por la calle, camino de la consulta de un odontólogo amigo y que se vio alcanzada de lleno por la explosión. Yo trabajaba en una inmobiliaria que está justo enfrente. Sin embargo, aquel día me demoré diez minutos, y cuando llegué, aquello parecía una zona de guerra. Nadie podía imaginar qué había pasado. Se pensó en la explosión de una caldera. No había un cristal en varias manzanas que no estuviese destrozado. La gente caminaba aturdida en medio de aquello. Recuerdo ambulancias, escombros, la gente queriendo socorrer...

-No imaginaba que allí mismo había perdido a su hija.

-En aquel momento, yo no podía saberlo. Fue más tarde, como a medianoche, doce horas después. ¿Cómo que no fue al dentista? Sí, tuvo que haber ido. No, no llegó. Pero, ¿salió de casa? Sí, salió de casa. ¿Adónde se habrá ido? A casa de una amiga. Lo que uno no puede llegar a pensar es que ella pasaba por allí cuando ocurrió. Y eso multiplíquelo por 85 víctimas.

-¿Cuándo se enteró de que ella estaba entre las víctimas?

-Tres días después. La buscamos, éramos setenta personas. Apareció entre los escombros. Fueron tres días de no dormir, de pensar que estaría aturdida, deambulando. Hubo algún caso. Pensamos que estaría refugiada en su antiguo apartamento, que estaba a cuarenta metros de la AMIA. Pedí permiso a gente del Ejército, de la Policía, para ir hasta allá y poder entrar en un edificio a oscuras y lleno de escombros. Son hechos que le marcan a uno y que le solidarizan también.

-¿Es cierto que recorrió varias veces el lugar del atentado con un cronómetro?

-En la desesperación de hallarla, pensaba que era imposible que hubiese pasado justo por el lugar del atentado, porque había trayectos más directos. No quería aceptarlo.

-¿Qué siente el familiar de una víctima?

-El dolor se lleva en la mochila. Antes ya había perdido una niña de 7 años. Me quedó un hijo de 9, que hoy tiene 30. Cuando se produjo aquello, en la familia nos aglutinamos y cada uno buscó como pudo el modo de superar la ausencia del que partió. Uno se acuerda todos los días y agradece el tiempo que compartió con ese familiar ausente. Uno se va fortaleciendo, endureciendo. Me volqué en amistades, en la familia. En ese momento, el enemigo es como si fuese el aire. Y el que debería orientar, que es la Justicia, tampoco hace nada.

-¿Volvió a la religión?

-Yo soy judío por nacimiento, por convicción, por ser la primera religión monoteísta, hermana del Cristianismo. Nunca me alejé de la religión. Tengo mis diferencias con Dios. Pero sin él, yo no puedo vivir. Cada uno tiene un fin en esta vida. Espero descubrir el mío. No hay religión sin solidaridad. El Papa Bergoglio lo dice.

-¿Llegó a conocerlo?

-Claro, tomaba los colectivos, te palmeaba en la espalda... El Papa Francisco es muy especial, muy de llevar la voluntad de Dios a los estratos más bajos para que la gente comprenda que Dios no está distante. Hay quien le gusta destruir para innovar, pero no tiene fines. El mismo islamismo. En ningún lugar del Corán se habla de destrucción y mortandad. Es gente que cree que con el sacrificio del otro hacen la cruzada inversa.

-¿Fue adecuada la investigación del atentado?

-Los servicios han determinado el origen de aquel atentado en lo que se llama "la pista iraní". Se ha descubierto todo, hay funcionarios iraníes, incluso en el actual Gobierno, que no pueden salir del país. Pero no hay procesados. Lo que nunca se pudo determinar, y eso fue vergonzoso, es la pista local, quién ayudó desde dentro. Y van 21 años. Las víctimas son de nuevo víctimas si no hay justicia. Y el reloj no avanza, ha quedado parado en las 9.53, como justamente refleja el monumento que se inauguró en memoria de las víctimas. Y no avanzará hasta que no se determine quiénes fueron los culpables. Quizá el nuevo Gobierno de Macri pueda desentrañar esa pista local. Al hueso no sé si se llegará.

-Luego ese atentado tuvo apoyo dentro de Argentina.

-Lamentablemente. No han querido descubrirlo. Salpica a funcionarios, sea por adorno económico, por conveniencia política. Nadie puede entrar en un país desconocido sin apoyo local. Nadie puede transportar explosivos de esa magnitud sin connivencias. Eso no es una maleta con diez gramos de droga. Esto fue preparado y al que le tocó, le tocó. Hubo también tratativas de recomponer las relaciones con ese país (Irán). Pero, por suerte, primó la cordura y el Congreso derogó ese tratado.

-¿Qué ganaban con ese atentado?

-Le pego a Juan para que aprenda Pedro. Puede que fuese un pase de factura al Gobierno, que no cumplió lo acordado de entregar a Irán el misil "Cóndor", que Argentina tenía muy avanzado. También se habló de dinero que subvencionó la campaña de un presidente (Menem) y que no cumplió lo pactado. A él también le costó un hijo.

-Macri ha prometido a los familiares de Nisman aclarar su muerte.

-Alberto Nisman fue un fiscal muy eficiente que estaba investigando sobre la conexión local. Y lamentablemente perdió la vida. Su exmujer, una juez, insiste en que fue asesinado. Es un tema político.

-Nisman apuntaba a Cristina de Kirchner.

-A funcionarios. La expresidenta, cuando fue senadora, trabajó mucho en el caso AMIA, su marido también defendió que se iba a llegar a las raíces. Se habló de 18 casetes que nunca fueron encontrados. Quizá salpicaba a gente muy importante. En política se aceptan muchas cosas. Lo que no pueden aceptar los argentinos es que se mancille la patria. Que alguien, una potencia extranjera, venga, instale algo y la ataque. Y aquí no pasó nada. Han muerto argentinos, no judíos o cristianos. Y se pretende reanudar las relaciones con ese país. ¿El dinero lava el honor?

-Ahora promueve una organización no gubernamental.

-En recuerdo de mi hija y 84 víctimas más. Se llama Movimiento de la Memoria 9.53. Estamos movilizándonos para presentarla aquí, en Oviedo. Queremos que una a Asturias y Argentina. No es la primera vez que hay esa conexión. Ya Jovellanos y Belgrano, que tuvieron relación, hermanaron Asturias y Argentina. Con esta organización pretendemos que las nuevas generaciones sean conscientes de los efectos del odio y el racismo. Tienen que saber que la cultura no sirve si no la compartes, que de nada sirve orar, si no te solidarizas. Dios pide acciones.

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