Decía don Fernando Díaz-Plaja en su best seller de finales de los sesenta "Los siete pecados capitales" que el pecado de los españoles es la envidia, por encima de los otros seis. Hoy la cajera sabe más que el jefe de sección, éste más que el gerente y, por supuesto, éste más que el dueño de la franquicia. Yo tenía un amigo que decía "yo no trabajo hasta que me ofrezcan un sueldo de 300.000 pesetas de la época". Luego, claro, acabó mal.

Las comunicaciones dieron alas a nuestro pecado capital, hoy todo el mundo sabe o cree saber cómo viven los extranjeros y, claro está, un maestro español quiere ganar y tener las mismas condiciones que su homólogo alemán, y no sólo el maestro: el administrativo, la enfermera, el barrendero... sin pensar que los países no son iguales, porque no comparan el PIB o la pirámide ocupacional. No, eso no interesa, yo quiero ganar y vivir como el americano que desarrolla un trabajo igual al mío. Si nos queremos comparar, hagámoslo con países semejantes en productividad.

Mi mujer compra, bueno, mejor yo le compro dos revistas a la semana de las mal llamadas del corazón, digo mal llamadas porque deberían llamarse del mal corazón; hay algunas con muy mala leche. Lógicamente, dichas revistas las releo y me llama la atención que cada vez que sale la Reina de España comentan el precio de la ropa que lleva y si es de marca o de una tienda... Los comentarios llegan a tal grado que incluso saben la cantidad de veces que la puso, cuándo y si la ha reformado.

Al comprar una revista rápida del lunes me he indignado con la primera página. Gane el sueldo de la Reina Letizia durante un año: 128.808 euros (más de 20 millones de pesetas). Dicha revista del mal corazón no aclara que también nuestra Reina paga los impuestos pertinentes y que esa cantidad, ya que somos dados a comparar, la ganan muchos profesionales en España y que es muy inferior a la que ganan reyes y presidentes de repúblicas de Europa.

Ya sé que corren malos tiempos para la lírica y habrá personas que dirán que para lo que hace ella, lo hago yo mejor. Ay, si la envidia fuera tiña, todos tiñosos.