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El resto del equipo negociador socialista

El sentido del equilibrio

María Luisa Carcedo, que hasta ahora compaginó la fidelidad a Pedro Sánchez y a Javier Fernández, negociará los pactos nacionales del PSOE

Antonio Hernando. MIKI LÓPEZ

En el hotel Auditórium de Madrid, en la medianoche que cambiaba el 26 por 27 de julio de 2014, María Luisa Carcedo estuvo a punto de perder el equilibrio. Sólo figuradamente, aunque aquella primera jornada del trigésimo octavo congreso de los socialistas también había agotado en lo físico a la delegación asturiana. Pedro Sánchez había estrenado la dirección del partido con un conato de exclusión de Javier Fernández de la Ejecutiva nacional que levantó una fugaz amenaza de crisis interna y un amago de ruptura con la FSA que equivalía a obligar a los escasos apoyos asturianos de Sánchez a elegir entre papá y mamá. Se resintió la doble fidelidad de María Luisa Carcedo Roces (San Martín del Rey Aurelio, 1953), pedrista, javierista y viceversa, pero superó aquella prueba gracias un acuerdo que apagó el fuego de madrugada manteniendo dentro de la Ejecutiva al líder asturiano y con él a Adriana Lastra y a la propia Carcedo, entonces diputada en el Congreso y hoy senadora.

Con el equilibrio intacto y las lealtades a salvo, Carcedo siguió obteniendo gracias del partido en Asturias y en Madrid: tiene escaño de senadora por designación autonómica, elegida por los socialistas asturianos. Nada más llegar, la dirección nacional del partido la hizo secretaria general del PSOE en la Cámara Alta y esta semana la confianza de Pedro Sánchez le ha entregado un puesto en primera línea de negociación, en el selecto grupo de seis personas que representará a los socialistas en las conversaciones más comprometidas para la formación de un Gobierno desde la restauración de la democracia. Secretaria de Bienestar Social en la Ejecutiva, su beligerancia contra la política social del PP se avanza como aval frente a la moderación del resto del equipo que ya dialoga con los otros partidos.

Lo que trascendió de aquella noche de cuchillos largos en el Auditórium decía que Carcedo y Lastra estaban dispuestas a renunciar a sus puestos en la Ejecutiva si Pedro Sánchez incumplía su palabra de contar con Javier Fernández y rebajaba la cuota asturiana de poder en el nuevo PSOE. Aquello no fue finalmente necesario, la diputada había esquivado otro problema y la doble fidelidad pudo seguir siendo compatible. In extremis, consiguió mantenerse a la vez como uno de los grandes apoyos de Fernández, con quien comparte la querencia por la discreción, la seriedad y la hondura ideológica, a quien respaldó en el congreso que lo aupó a la secretaría general de la FSA y para quien coordinó el programa de las elecciones autonómicas de 2011, y seguir definiendo a Pedro Sánchez como "un compañero con valores, condiciones de líder, capacidad y formación". María Luisa había mantenido el equilibrio.

Esa filia suya por la discreción no impidió que en las primarias previas a la elección del secretario general del PSOE a Carcedo se le viese la inclinación hacia el candidato Sánchez. Había sintonizado con él en el Congreso y en el proceso de elaboración de programas electorales, y le respaldó incluso cuando la oficialidad de la Federación Socialista Asturiana se alineó en bloque con su gran rival, Eduardo Madina. En parte en pago a aquellos servicios, en parte en atención a la experiencia de más de tres décadas de supervivencia entre los engranajes del partido, o tal vez a su carácter de guardiana de las esencias programáticas del socialismo, o al rigor y la minuciosidad de su trabajo discreto, el caso es que Sánchez la ha incluido en el sexteto de su plena confianza que sondea los apoyos para tratar de avanzar hacia un Gobierno asumible por la dirección nacional y por el país.

Más amiga del lavado en casa que del aireado público, a la pregunta sobre los eventuales problemas que pudo haber tenido con sus compañeros asturianos por apoyar a Sánchez respondió diciendo que "es un asunto que no interesa a la ciudadanía. Soy muy puritana, no me gusta hablar de cotilleos internos". Quizá sea el perfil bajo la fórmula magistral de la supervivencia, de las más de tres décadas que esta licenciada en Medicina y Cirugía, diplomada en Medicina del trabajo y doctora de atención primaria con destino en el centro de salud del Natahoyo, ha pasado en la primera línea de la política.

En los Gobiernos de Pedro de Silva fue Directora Regional de Salud Pública y en los de Juan Luis Rodríguez-Vigil y Antonio Trevín consejera de Medio Ambiente y Urbanismo. Crecida en el guerrismo y en el entorno del hoy denostado José Ángel Fernández Villa, fue parlamentaria autonómica en la Junta de 1991 a 2004, pasó hasta 2008 dos legislaturas en el Congreso, presidió la Agencia Estatal de Evaluación de las Políticas Públicas, ahora es senadora y secretaria de Bienestar Social del PSOE? Como "casi nací en este proyecto político", tiene cierta experiencia en cerrar heridas. Y nunca las sutura a la vista pública. Cuando se le preguntó por la supuesta promesa incumplida por Pedro Sánchez de mantener a Javier Fernández como responsable de política territorial, respondió con una escueta confesión que equivale a una autobiografía política: "Él dice que tiene amnesia sobre eso. Y yo soy muy disciplinada".

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