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Hoy es siempre todavía | ELISA NOVO | Profesora de danza clásica

"A los 18 años me dijeron: 'Estás gorda y no vales para la danza' y caí en una depresión de un año"

"Los profesionales en Asturias seguimos llevándonos mal, pero nos hemos acercado más gracias a la asociación"

Elisa Novo, en su academia de Oviedo. IRMA COLLÍN

-Recojo lo sembrado. Llevo una vida personal sin problemas y eso ayuda a trabajar y, profesionalmente, hemos abierto puertas cerradas, como la de Oviedo: habrá danza en la programación musical de verano y hay talleres para profesionales y alumnos con todas las compañías que vienen a la temporada. Hicimos un taller con Akram Khan para 25 personas y esta semana habrá otro con el primer bailarín del Eifman Ballet de San Petersburgo.

-¿Se aprende?

-Siempre. Los bailarines de Asturias nos decantamos hacia la docencia y los maestros a los que tenemos acceso no nos enseñan cosas que saben los que están encima del escenario.

-¿Cómo llegó a la danza?

-Mi hermana tenía pies planos y el médico le recomendó que hiciera ballet. Mi madre nos llevó a las dos a ballet hace 40 años.

Elisa Novo (Ciudad Real, 1967) llegó a la academia de Marisa Fanjul con la curiosidad de los 7 años y nunca volvió a dejar la danza. Le gustaba hacer ejercicio, y bailar le ayudó a encontrar una forma de expresarse. Hija de Ignacio Novo, médico, y de Amelia González-Valledor, ama de casa muy activa, criada en Oviedo, estudió en el colegio de la calle la Luna, en los Dominicos y en el instituto Monte Naranco. A los 17 años fue a Madrid a estudiar con Víctor Ullate.

-¿Es buena edad?

-Ahora sé que hay que irse antes. En Asturias hacemos bailarines para exportar. No hay compañía de danza, las que salen son de autor, de dos o tres personas en las que el coreógrafo es el bailarín... Cuanto más tardes en irte es peor para entrar en el mundo laboral.

-Con Ullate duró 3 meses.

-Ni era mi maestro ni era mi sitio y me rompí un dedo de un pie. Luego estuve un año con Luis Fuente, que había sido un gran bailarín en Estados Unidos. Me dijeron que con un metro y cincuenta y dos centímetros no iba a ninguna parte y que mi cuerpo no ayudaba mucho.

-¿Cómo se lleva eso?

-Mal. Ahora hay más conciencia del trato al alumno. En la vieja escuela era "estás gorda y no vales". Eso hoy es casi maltrato.

-¿Qué edad, peso y forma hay que tener en danza clásica?

-Con menos de 1,60 se es baja. El peso, como el músculo pesa, no es lo que excluye. Se buscan cuerpos muy estilizados y largos, una bailarina delgada, sin pecho sin glúteos. Si quieres llegar a eso con dietas estrictas u otras vías afecta a la salud. La anorexia de la bailarina es un tema manido, pero sigue ahí. Lo físico prima sobre lo artístico. Se ven más compañías planas de expresión y con mejor técnica.

-¿Merece la pena?

-Cuando empecé las opciones eran bailar o no. Ahora, como la danza ha entrado en conservatorios superiores, universidades y demás permite más vínculos sin subir al escenario. El gusanillo de subir, bueno... subí desde el público con la compañía de Akram Khan y disfruté en esos 10 minutos como pocas veces.

-¿Cómo pasó el trago a los 18 y sin expectativa de hacer aquello para lo que llevaba preparándose durante 11 años?

-Caí en una depresión de un año y perdí de un tirón los 10 kilos que me pedían que bajara. Mi madre, que tenía mucho arranque, decidió que montáramos una escuela en la calle San Vicente. Era 1987. Yo tenía experiencia pedagógica. A partir de los 14 años di clases en el colegio Peñaubiña, en el Nazaret y en la academia de Marisa Fanjul.

-¿Cómo lo tomó Marisa?

-Fatal.

-Entonces los pocos que se dedicaban a la danza se llevaban a muerte. ¿Ahora?

-Igual. Hace 13 años, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón, se gestionó la Asociación de Profesionales de la Danza de Asturias. Los que nos juntamos desde el principio éramos de mente abierta. No hemos logrado un "buenrollismo" total, pero sí acercarnos un poco más. Soy directiva desde entonces y tengo un poco de culpa en eso.

En los noventa hizo en la Universidad Complutense de Madrid el máster de formación pedagógica de tres años a cargo de la compañía de Alicia Alonso, del Ballet Nacional de Cuba.

-Danza clásica y resto de bailes. Jerarquice.

-La danza clásica es el abecedario, el solfeo para la danza urbana, la de salón, el tango argentino, lo que quieras... Es la base, pero no todo es tutú y puntas.

-Además de dinero ¿Qué le da la danza a esta edad?

-La satisfacción de que mi primera generación de estudiantes está consiguiendo cosas, dentro y fuera de España, en el departamento de danza de la Universidad de Malta, en una compañía en Alemania, abriendo escuelas fuera de Asturias... A partir de que asumí que mis alumnos tenían que encontrar su propio camino y que mi futuro no debía depender de ellos gané seguridad y felicidad, aunque abran una escuela delante de la mía.

En 27 años han pasado por la escuela de Elisa Novo unas 3.000 personas. Está casada con otro profesor de baile, Alberto Areces, y tienen una hija de 13 años, Lidia, que se crió en la academia.

-¿Qué tal baila?

-Está en el Conservatorio Profesional de Danza de Asturias. A ver hasta dónde llega. Es muy difícil formar a alguien tan cercano porque él siente la obligación de ser el mejor de clase y tú se lo exiges quizá de forma desproporcionada. Es muy difícil desvincular la relación madre-hijo de la de profesor-alumno. Y cuando acaba la clase te vas a casa con ella.

-¿Se puede pedir a un hijo la exigencia de la danza clásica?

-Esa exigencia no es buena sólo para la danza clásica. El "quiero esto y lo quiero ahora" se quita en una clase de danza clásica porque se ve que no hay ahora y que se precisa una disciplina que exige mucha concentración y constancia. Eso es una formación para la vida. Mi función en la formación de mi hija será de apoyo. Lo ideal es que las clases se las dé otro.

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