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El mayor caso de corrupción de la historia de Asturias

La sala de vistas tiene vistas al Principado

Las defensas y el Gobierno se disparan con la misma munición de politizar el proceso mientras los acusados distienden el ambiente

La sala de vistas tiene vistas al Principado

Detrás de los tres magistrados, en la pared del fondo según miran los acusados, dos ventanales verticales paralelos enfocan directamente al Principado. La sala de vistas tiene vistas al Edificio Administrativo de Servicios Múltiples de Llamaquique, ese que en algún momento tal vez pudo haber sido el decorado de algunos de los hechos que se juzgan desde el lunes en la Audiencia Provincial de Oviedo. La orientación de la sala de la sección tercera le hizo a medias con la trama urbana ovetense un guiño involuntario al destino. Las cristaleras de la sede del Principado son lo único ajeno a la sala que se ve desde la sala y ayer, antes, durante y después del segundo acto, las voces del proceso al "caso Marea" se refirieron varias veces a aquello que, mirando hacia arriba, se ve siempre que desde el juicio se levanta la vista para mirar por la ventana.

"Menos política", tronó el lunes la abogada de la antigua alta funcionaria María Jesús Otero, mirando de reojo hacia aquello que se veía por la ventana, mencionando injerencias políticamente interesadas del Gobierno. "Menos política", le respondió ayer, desde aquella ventana, la letrada del Principado en el proceso, Isabel González Cachero, que vive el juicio entre dos fuegos, que soporta a la vez las embestidas de las defensas y las acometidas de las acusaciones y que ha de ocuparse además de desdoblarse para ser en el proceso, a la vez, abogada del Principado y testigo llamado al estrado por haber ejercico en otro tiempo, en el de la más alta pleamar de "Marea", como secretaria general técnica de la Consejería de Cultura. Cachero -rebota, rebota...- devolvía politización por politización a cuenta de la petición de la defensa de uno de los acusados de que se tome testimonio a Soledad Saavedra, la exesposa del expresidente Vicente Álvarez Areces, para que responda de unas supuestas irregularidades en el Instituto de Administración Pública Adolfo Posada, donde la expresidenta consorte ostenta responsabilidades de alta funcionaria. La llaman, dice, "más por la persona que por el puesto". Menos política.

Cuando hay enfrentamiento, la trama también agradece el suspense. Después de dispararse las partes de trinchera a trinchera con la misma munición, el juicio dejó ayer la duración de la tregua en un "continuará" indefinido cuya fecha precisa de reanudación quedó en el aire. Las primeras declaraciones de acusados, previstas en el primer calendario para el miércoles, serán el miércoles sólo si para entonces el tribunal, anunció su presidente, Javier Domínguez Begega, ha resuelto las peticiones de nulidad de las defensas.

Aquello, eso sí, había cogido ayer otro color. Uno más risueño, menos tirante. De las sonrisas de los acusados, y de su comparación con alguna tensa mirda al suelo del lunes, alguien pudo haber deducido que, mirado desde su banquillo, el primer día no había sido para tanto. Hasta Marta Renedo alivió con un jersey gris el todo negro riguroso de su atuendo de anteayer y se puso unas botas con tachuelas y una sonrisa para entrar a la Audiencia. Ni el empresario Víctor Manuel Muñiz recuperó su pajarita ni el exconsejero José Luis Iglesias Riopedre se quitó el embozo del abrigo caqui. Ni María Jesús Otero abandonó el rígido atavío de profesora en blanco y negro ni Alfonso Carlos Sánchez encontró el paraguas que se había dejado en la sala el lunes, pero la tensión de anteayer se diluyó ayer en el sonoro murmullo del pasillo previo a la vista, incluso en el estallido de alguna carcajada, salvando las distancias prudentes del primer día con las conversaciones relajadas de Renedo con Otero y Muñiz, de Muñiz con Sánchez... Hasta Riopedre se permitió descansar un instante los ojos, sentado en las sillas del pasillo, en el breve espacio que demoró el inicio de la sesión a partir de la hora fijada, las diez de la mañana.

Una vez dentro, la función notablemente más corta de ayer -no llegó a dos horas lo que el lunes superó las cuatro- contó media de interrupción por la indisposición de Paz Rodríguez Pendás, una de las acusadas, la trabajadora del Ayuntamiento de Oviedo sobre la que su abogado ha pedido dispensa de presencia por motivos de salud. Se sintió mal, se lo hizo saber al tribunal y volvió tras usar el receso para aliviar las cervicales recostándose en el pasillo.

Las localidades sin numerar del banquillo de los trece encausados se ocuparon otra vez ayer por afinidad de delito imputado. Renedo de nuevo junto a Otero, Riopedre entre los empresarios Suárez y Muñiz, y todos nuevamente muy callados y muy quietos mientras el fuego cruzado animaba la sesión tratando de dilucidar quién politiza más el mayor caso de corrupción de la historia del Principado.

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