La estela de los dos gigantes de la ciencia española, el aragonés Santiago Ramón y Cajal y el asturiano Severo Ochoa, recorrió ayer el Palacio de la Alfajería, en Zaragoza, en el homenaje que Aragón rindió al científico Carlos López Otín en el día oficial de la comunidad.

Otín, aragonés de nacimiento; asturiano de adopción, y se podría decir que astur-aragonés de sentimiento, fue galardonado con el premio "Aragón" 2016, que concede el Gobierno autónomo por su labor investigadora en campos diversos como el cáncer, la artritis o las enfermedades raras y "porque encarna los valores humanísticos de Ramón y Cajal".

Y en el humanismo, ese campo que todo lo invade y que todo lo mueve, basó López Otín buena parte de su discurso de agradecimiento. Humanismo para aprender "y destejer cada día el arco iris de la ciencia... buscando respuestas para aquello que nos preocupa" y también para enseñar "a otros lo que he podido aprender antes".

A Carlos López Otín le gusta mencionar una frase de Severo Ochoa que, en cierto modo, explica al Nobel y le explica a él: "la emoción de descubrir es la más importante que puede experimentar el ser humano".

Patria única sin fronteras

Esa querencia al descubrimiento, a atisbar más allá del horizonte y adentrarse en mundos desconocidos, es vieja como el hombre mismo.

"Hace unos 200.000 años unos homo sapiens audaces fueron capaces de comenzar a caminar; poblaron continentes y construyeron la Humanidad, esa patria única, sin fronteras, incluso para los que ni siquiera la desean", señaló el catedrático de Bioquímica de la Universidad de Oviedo en su discurso ante los representantes del Parlamento de Aragón, el Ejecutivo e invitados, entre ellos el presidente del Principado, Javier Fernández, cuya presencia en el acto calificó López Otín de "inolvidable".

El catedrático estuvo como no podía ser menos muy bien acompañado por amigos y discípulos tal y como ocurrió hace unos meses en Santander cuando la Universidad Internacional Menéndez Pelayo le concedió el doctorado honoris causa. La de ayer fue ocasión de reencuentros entre viejos colegas académicos. No hay Universidad en el mundo que haya aportado tanto talento a la de Oviedo como la Universidad de Zaragoza.

Ahora Otín volvió a casa (nació en Sabiñánigo, Huesca, en 1958). "Vengo desde mi "otro" Aragón a la orilla del mar", dijo. Allí y en Asturias López Otín reconoce la inmensa suerte de haberse encontrado y haber conocido "a quienes me han servido como motor, estímulo y referente; quienes cambiaron mi manera de entender la vida y mirar al mundo". Desde los que le enseñaron "a leer y escribir" hasta sus mentores en los primeros pasos de laboratorio.

Tras un recuerdo a Ramón y Cajal, "el aragonés más grande", Carlos López Otín aseguró que "nada hay más apasionante y conmovedor que la posibilidad de intentar ayudar a alguien que acude a nuestro laboratorio en busca de salud y de conocimiento".

La ciencia es carrera de fondo, lo sabes quienes por ella transitan. "Hace mil años -explicó- unos sabios y curiosos se reunieron en este mismo escenario para hablar de Filosofía, Medicina, Botánica y Astronomía. Y lo hicieron con maravillosa armonía". Con ellos "nos une la vida" y la excitante aventura del saber.