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El descuartizador de Vallobín disfrutó de su cuarto permiso la semana pasada

La defensa de Pablo Blanco realiza los trámites para que se le conceda el tercer grado, cuando están a punto de cumplirse siete años del crimen

El descuartizador de Vallobín disfrutó de su cuarto permiso la semana pasada

El crimen de Vallobín tiene el aire de esos juegos infantiles llenos de crueldad primordial de "El señor de las moscas", una despiadada escenificación del mundo adulto. Y también de las ensoñaciones perversas de un marqués de Sade. En el 2ºA del número 19 de la calle Mariscal Solís de Oviedo tuvo lugar eso, un simulacro de vida familiar, un juego de dominio que terminó en la tortura, asesinato y descuartizamiento de María Luisa Blanco, una discapacitada de 34 años de cuya muerte se cumplen la próxima Noche de San Juan siete años ya. Los protagonistas de aquel horrendo crimen han tenido destinos diferentes. Pablo, hermano de María Luisa, condenado a diez años de cárcel, disfrutó la semana pasada de su cuarto permiso carcelario. sale de prisión cada mes y medio, bajo la tutela de la Fundación Albéniz, y aunque pernocta en un piso de Avilés, ha visitado a su padre, Gil Blanco, y su madre, Rosario, que vive a caballo de la casa de Mariscal Solís y una residencia de Colloto. El abogado Fernando de Barutell realiza trámites para que le concedan el tercer grado, de forma que solo tenga que pernoctar en prisión.

Larisa L. R., que ahora tiene casi 25 años, sigue en el centro de menores de Sograndio y estudia en un instituto de Oviedo, ya que quiere ser maestra de educación infantil. El que fuera su novio, Jesús Villabrille, fue ingresado en la prisión del Puerto de Santa María, en Cádiz, una de las más duras del país. Y Cristian Mesa, el cuarto autor del crimen, sigue ingresado en la cárcel de Asturias.

Jesús nunca ha reconocido su papel en el crimen. Una familia sumergida en el más absoluto desamparo, la formada por Rosario Blanco y sus hijos, María Luisa y Pablo, cayó en la red de unos desalmados que apenas habían dejado la adolescencia y que no se pararon ante nada para explotarlos económicamente y dar rienda suelta a su crueldad.

Meses antes del crimen, Pablo Blanco, que tenía 35 años cuando se produjeron los hechos, llevó a casa a Cristian Mesa, un joven de 22 años que estaba viviendo en la calle tras escapar de casa de su abuela, donde, según decía, sufría terribles palizas. Mesa fue acogido por los Blanco, y poco después le siguieron Jesús Villabrille, de 24 años, con su novia, la menor Larisa L. R., que estaba a punto de cumplir 18 años, con un bebé.

La pareja se hizo con el control de la casa obligando incluso a sus habitantes a dormir en el suelo y "exprimiéndoles hasta el último dinero", según reza la sentencia dictada por el magistrado Manuel Avello, ya retirado. Todo ello "con un cinismo y una bajeza de sentimientos que sonroja hasta a las conciencias menos escrupulosas", ya que lo hicieron aprovechando el retraso mental de los tres miembros de la familia Blanco. Villabrille, a instancias de Larisa, comenzaron a maltratar a los habitantes de la casa. También a extorsionarles para adquirir ropa, ordenadores y videoconsolas, aprovechando que cobraban pensiones por discapacidad.

Pablo y Cristian terminaron alineándose con los maltratadores, y Rosario y su hija, que vivían en medio de una suciedad indecible, llegaron a pasar incluso hambre. En el juicio no quedó demostrado, pero se investigó si los inquilinos obligaron a los dos hermanos a cometer incesto en dos ocasiones.

Por alguna razón, Larisa creía que María Luisa pretendía llevarse a Jesús, conocido como "El Duque". El día del crimen, obligaron a la discapacitada a permanecer de pie en el pasillo de la casa, a sabiendas que tenía dificultades para sostenerse. Larisa decía que era mentira que estuviese impedida. Cada vez que se caía, le propinaban bofetadas o la golpeaba en la cabeza con un libro o un palo. La ordalía fue subiendo de tono, hasta que Jesús comenzó a estrangularla con el palo. Finalmente, la mujer terminó desvaneciéndose. Lejos de ayudarla, Jesús abrió una botella de whisky y vertió su contenido en la garganta de la mujer, mientras ordenada a Pablo Blanco que la estrangulase. Luego fue su hermano el encargado de descuartizarla en la bañera de la vivienda. Tras convencer a Pablo de que se autoinculpase del crimen, Villabrille, Larisa y Mesa fueron a vender las joyas de la asesinada y comerse unas hamburguesas en un local de Uría. Más tarde, sería el propio Villabrille el que denunciase el crimen, simulando que la pareja se había ido de viaje. Pero la Policía no se lo tragó.

Primero fue condenada Larisa a ocho años de internamiento, aumentados luego a diez. Jesús, Cristian y Pablo fueron condenados a 96, 79 y 28 años, que luego el Supremo redujo a 77, 62 y 13 años. Finalmente, la de Pablo Blanco quedó reducida a diez.

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