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Un lustro del 15-M, el movimiento "apartidista" que agitó la política

Activistas de un colectivo sin vocación electoral festejan que sus ideas estén en las instituciones más allá de Podemos

La Puerta del Sol de Madrid, durante la acampada de mayo de 2011. REUTERS

Era 15 de mayo, San Isidro en Madrid, pero aquello no era la romería. En la multitudinaria acampada indignada que empezaba en la Puerta del Sol estaba Segundo González, que entonces era estudiante de Cuarto de carrera recién llegado de un año de "Erasmus" en Marsella, que ahora es diputado de Podemos por Asturias en el Congreso y que por esa evolución tiene datos para explicar lo que ha pasado aquí en los cinco años que hoy cumple el movimiento 15-M. El activista estudiantil que se sienta en el parlamento recuerda que aquello no quiso ser nunca un partido político. Era "apartidista", presentarse a las elecciones "no era ni siquiera una posibilidad". El 15-M "fue un método de impugnación de la gestión de la crisis a cargo del bipartidismo" que ha terminado sentado en las instituciones, sí, pero según su versión no sólo a través de Podemos.

Sus demandas sociales de "transparencia, de lucha efectiva contra la corrupción" o de enmienda a la totalidad de la gestión de la crisis están hoy, añade, "normalizadas en los parlamentos a través de Podemos, pero también de otros partidos, como PSOE o Ciudadanos, que han adaptado sus discursos". El movimiento, y ésta es la victoria que a los cinco años vislumbra González, "consiguió trasladar unas ideas de sentido común y hacerlas hegemónicas" en la vida política actual.

Los acampados gritaban a los partidos mayoritarios y casi únicos de entonces "Que no nos representan". ¿Ahora sí? "El espíritu del 15-M es irrepresentable", responde Segundo González. Podemos es "una herramienta electoral que se basó en las demandas y formas de hacer del movimiento", pero él y sus compañeros, los que estuvieron en un sitio y están en el otro, se esfuerzan por deshacer la igualdad entre la reacción social y el instrumento político.

Dos días después de que González acampara en Sol, en la plaza de la Escandalera de Oviedo empezó a llover sobre unos pocos que para imitarles no tenían al principio ni tiendas de campaña para guarecerse. Entre los que se cobijaron en un cajero cercano estaba el activista estudiantil Daniel Ripa, investigador doctorando que ahora es secretario general de Podemos en Asturias y diputado en la Junta. Que también niega que "Podemos represente al 15-M", afirma que su "filosofía es buscar fórmulas para que la ciudadanía se represente a sí misma" y se entrega a la ucronía de lo que habría pasado sin el 15-M asegurando que tal vez sería "como Francia", donde la capitalización política de la indignación ha fortalecido a la extrema derecha del Frente Nacional. "Afortunadamente, ha existido un 15-M", corrobora. "Afortunadamente", persevera, "el 15-M en España venció en sus primeras semanas de vida. Al mes, toda la sociedad había asumido sus demandas". Y si aquello que no quiso ser partido ha terminado en las instituciones es, según su versión, porque los políticos tardaron algo más en verlo, porque cuando se levantaron las acampadas "PSOE y PP siguieron gobernando de espaldas a la gente, esperando a que la gente se cansase y volviese a su casa. Podemos es una respuesta ante la resignación", termina. Pero queda camino. Ripa ha llegado a los cinco años del movimiento, esto sí, con "sensación de proceso abierto". "La evolución salarial ha empeorado, sigue habiendo cierta impunidad en la corrupción", no ha llegado una reforma constitucional que habilite dchos democráticos..."

Por Sol, aquellos días, no pasaban sólo activistas convencidos. Isidro Fernández-Rozada, entonces diputado del PP por Asturias, reconoce haberse "infiltrado" a escuchar con frecuencia, "a eso de las ocho de la tarde". Todavía no había llegado la discusión con Emilio León que impulsó a dar el paso hacia la política al que hoy es portavoz de Podemos en la Junta, pero Rozada incluso llegó a descubrir su identidad ante alguna manifestante que ponderó su valentía. "Siempre entendí", dice cinco años después, que "lo mejor que puede hacer un colectivo para sentirse arropado es presentarse a las elecciones". El exdiputado asume la cuota de culpa que por un defecto de comunicación tuvieron PP y PSOE en el advenimiento y la normalización política del movimiento, pero asegura que su emersión electoral ha dejado al descubierto algunas miserias. En Sol "planteaban el discurso facilón, que entra bien a la gente, de decir que los problemas iban por un lado y los políticos por otro". Después, "yo creo que en estos momentos están sobredimensionados", "enseñaron la oreja" pidiendo cargos en el Gobierno y "se puede decir que son más casta que la casta que ellos denunciaban".

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