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La guía secreta de Asturias

Asomados al embalse desde A Paicega

El pueblo que se levantó en Pesoz para los cientos de trabajadores que llegaron de toda España para construir la presa de Salime languidece en su abandono

1 Vista del embalse. 2 Tejado de la iglesia visto desde atrás. 3 Uno de los edificios. 4 Mirador sobre el embalse. 5 Imagen dentro del pórtico de la iglesia.

Los días de calor resultan un poco agobiantes cuando se llega a lo alto de lo que queda del pueblo de A Paicega, en el concejo de Pesoz. Tal vez porque se intuye que se va a visitar un lugar histórico -con casi todas sus edificaciones en ruinas excepto la iglesia-, tal parece que el silencio acrecienta el sonido de los pasos sobre el grijo del camino. Es lo que tienen algunos lugares abandonados donde hubo tanta vida y tanta gente, que provocan al mismo tiempo temor y atracción, tristeza y admiración, y aún más cuando se encuentran en sitios tan espectaculares como éste, asomado en lo alto del embalse de Grandas, donde asombra la inmensidad azul-verdosa de las aguas del Navia y cuanto se imagina se encuentra bajo ellas.

A Paicega se construyó para alojar a los cientos de trabajadores llegados de todo el país para poner en pie una obra faraónica: la presa del embalse de Salime, que comenzaría en 1948 y que fue inaugurada en 1954; una presa con una altura de 132 metros y con una cola de embalse que alcanza los 36 kilómetros. En este lugar, recordado por familiares de quienes en él vivieron y trabajaron, así como por los vecinos del entorno, tanto de Pesoz como de Grandas, cuesta creer que llegasen a vivir más de 3.000 personas y que, además de la iglesia, contasen con un pequeño casino, la taberna, tiendas, escuela y servicio médico. Además de este poblado, ladera abajo se construyeron otros dos, el Campín y Vistalegre.

Actualmente en A Paicega, y además de la iglesia y de algún edificio en pie, se identifican en sus ruinas lo que antaño eran barracones, los pabellones que albergaban las viviendas, alguna casa singular, almacenes de diverso tipo e incluso restos del teleférico por el que se enviaba material desde la estación de Coaña. En el pueblo había algunas casas que contaban con espacios para almacenar el clínker que llegaba para la obra en el teleférico.

Cuando todo acabó, la gente se fue marchando hasta que, con el paso de los años, el pueblo quedó abandonado, una característica que resulta atrayente para algunos viajeros que gustan de visitar lugares con historia -en este caso, obrera y no exenta de momentos de gran dureza- y además en un escenario que sobrecoge tanto por el estado en que está como por el lugar donde se encuentra. Para llegar hay que ir por la AS-12 hasta la localidad de Sanzo. Una vez allí, dejar el coche e ir caminando por una pista de tierra de un kilómetro hasta llegar a este lugar, donde, además de disfrutar del paisaje, también "se siente" el pasado caminando entre lo que queda de quienes una vez habitaron A Paicega.

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