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Arquitectura personal (y 2) | JOSÉ IGNACIO GRACIA NORIEGA | Escritor

"Escribí mucho, publiqué menos, bebí mucho vino, hice vida nocturna y lo pasé muy bien"

"Tuve suerte en la vida porque el éxito consiste en poder hacer lo que uno quiere y yo lo hice siempre; además, tuve una buena mujer que me apoyó y ayudó"

Ignacio Gracia Noriega, en el jardín de su casa de Sevares. LAURA CARADUJE

El escritor José Ignacio Gracia Noriega nació en Llanes en 1945, en la casa que levantó su abuelo indiano en la calle Nueva, donde todos eran parientes y de derechas. Por carácter y por influencia de su primo el filósofo Santiago González Noriega pronto eligió seguir un camino poco convencional. Estudió interno en el colegio de los Dominicos de Oviedo, del que tiene buen recuerdo. Colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, vive en Sevares con su mujer, en un chalé biblioteca.

-Usted fue socialista en tiempos de Franco.

-Milité, pero nunca me sentí socialista. No creía en la lucha de clases sino en las películas de John Ford en que había juzgado, separación entre el poder militar y el poder civil. Era un demócrata liberal. Pedro Caravia siempre nos llevó por ese camino. Vigil es de los más abiertos del PSOE gracias a don Pedro. Vigil y yo somos amigos de toda la vida.

-Con intermitencias.

-Con grandes intermitencias, pero no es una persona a la que se pueda resumir en cuatro palabras.

-Él a usted le resumió en una: atrabiliario.

-No creo serlo.

-¿Cómo entró en el PSOE?

-Entré en la Federación Universitaria Democrática Española (FUDE), en Madrid, por mi primo Taro González Noriega, en torno a 1970. Estaban Tono Escohotado y, en Oviedo, Juan Cueto y Roberto Merino, no recuerdo más. En Oviedo éramos 14. Llegué a ser secretario de organización, yo, que soy la persona menos organizada del mundo. Salí antes de las elecciones de 1977.

-¿Qué hacía en Madrid?

-Había dejado la carrera en Oviedo en cuarto y estudiaba Literatura Hispánica. Pasé tres años en casa de una tía paterna, Enriqueta Muñiz. Me pareció una ciudad estupenda, con muchos cine-clubes y el teatro muy barato.

-¿Qué vida llevaba?

-La normal de estudiante de provincias. Tenía amigos, recuerdo a Blanca Uría. Había revuelo estudiantil y participé. Volví porque no quería quedar en Madrid. Como a Vidal Peña, a mí no me sacaban de Oviedo, una ciudad que siempre me atrajo, donde tengo mis mejores amigos y mi ambiente. Me encantan las ciudades pequeñas.

-Regresa con 24 años. ¿Qué hace?

-Escribir, sobre todo relatos y algo de crítica literaria. Ya publicaba en LA NUEVA ESPAÑA, donde conocía a Juan Ramón Pérez Las Clotas, Luis Alberto Cepeda y Guillermo García-Alcalde. En mi casa querían que fuera catedrático, pero fui lo suficientemente romántico para creer que podría vivir de escribir. Vivía de alquiler en la calle Buenaventura Paredes, Pumarín, de lo que me mandaban mis padres.

-¿Cómo creció su carrera literaria?

-A base de escribir todos los días. Escribí mucho, publiqué menos, bebí mucho vino, hice vida nocturna y lo pasé muy bien. Aunque ahora estoy pagándolo, de ninguna manera preferiría que me quitasen lo bailado.

-¿Qué escritor quería ser?

-Hemingway, Tomas Mann y Flaubert eran los que leía con más asiduidad.

-Ya era clásico.

-No me interesaban nada la literatura social ni la hispanoamericana.

-¿Con quién se relacionaba?

-Con Santiago Melón, Vidal Peña, Juan Cueto, Ramón Rañada...

-En los ochenta está desde el primer número en "Los Cuadernos del Norte".

-Sí, una revista insólita en aquella España. Estuve hasta el último número. Con Juan Cueto, que la creó y dirigió, tuve siempre una relación entrañable. Le recuerdo con Chus Quirós, con Eduardo Úrculo...

-¿Hasta cuándo permaneció en Oviedo?

-Hasta que me casé con Covadonga Díaz Friera, de Oviedo, amiga de una novia mía anterior. Yo tenía 40 años. Fuimos a vivir a Llanes porque habían muerto mis padres y teníamos casa allí.

-¿Notó el cambio?

-Claro, de vivir en Oviedo a vivir en un pueblo levítico. Yo conocí Llanes cuando había canónigos. Ahora llevo diez años viviendo en Sevares y hago vida social, pero en Llanes sólo me trataba con la familia y no siempre me llevaba bien. No hice grandes amistades.

-Estuvo veintiún años, ¿por qué marchó?

-Vendí la casa y compré ésta, que entonces estaban haciendo. En Llanes tenía muchos problemas. El alcalde Antonio Trevín llegó como el conde Rossi en Baleares, junto a Nacho Quintana, y aquello era una situación fascista. No recuerdo haber visto el fascismo en tiempos de Franco, pero sí en el Llanes de Trevín y Quintana.

-Parece exagerado.

-Qué va, qué va. Trevín era el monaguillo de Quintana y fue cuando empezó la especulación inmobiliaria y la entrada de capitales de México. Quintana era amigo de mi primo y pensaba que yo era una perita en dulce, pero no lo fui de ningún modo. Fue una época desdichada para Llanes porque no dio ningún resultado. Nos enfrentamos pronto porque yo, en el fondo, soy un sentimental y amaba Llanes.

-¿Pero eso no había pasado con su abuelo cuando volvió de México?

-Nada que ver. Mi abuelo no era un especulador sino un hombre que hizo fortuna en México, volvió e hizo una casa. Éstos lo que querían era construir y construir y destruir Llanes.

-En Llanes tuvo todo tipo de problemas.

-Con el Ayuntamiento, políticos, con los propios llaniscos que creían que Trevín les iba a solucionar la vida.

-¿En qué obra confió más de su carrera literaria?

-Yo tengo la seguridad de que escribo buenos libros pero no llego a los grandes focos editoriales. Soy un escritor un tanto extraño. Mi obra inédita es mucho más importante que la publicada. Hice muchos libros por encargo, no siempre escribí lo que quise. Lo inédito es totalmente mío.

-¿Qué halló en esta casa?

-Aquí vivo muy bien, hago vida normal, tengo buenos amigos.

-¿Cambió usted o sólo cambió de lugar?

-Todos cambiamos, pero creo que no he cambiado gran cosa.

-Hace diez años empezó a renquear su salud.

-Sí, tuve unos problemas cardiacos que ahora se repitieron. Con la ayuda de Arturo y Charo Cortina, de Mediavilla y del doctor Baeza voy saliendo adelante, con trabajo. Adelgacé veinte kilos. Me quitaron determinadas bebidas. No tanto la comida, aunque ahora estoy en fase de desgana, que espero sea temporal. Siempre fui un gran bebedor de whisky y me deshice de él hace diez años.

-¿Qué tiene de bueno el whisky?

-No traiciona. Si bebes sólo whisky, al día siguiente te sientes mejor que si tomaste coñac o ginebra. Su sabor a turba es muy evocador, como beber un bosque. Cuando bebes uno de verdad parece que pasa un ciervo delante de ti y eso acerca a la naturaleza.

-¿Pudo beber y escribir?

-No. No sé cómo alguien puede escribir borracho.

-¿Lo pasó bien?

-Muchas veces. Fundamentalmente, leyendo. Como Bernanos, pienso que la vida es muy bella, sobre todo cuando se tienen problemas con ella, problemas de salud. Espero que la cosa mejore. No siempre tengo buen ánimo. La salud no me permite leer porque no duermo ni me concentro...

-¿Tiene horario para leer?

-Sí, escribo por la mañana, leo por la tarde y por la noche vuelvo a escribir. Me acuesto a las dos y media, aunque ahora voy antes porque estoy cansado. Lo que estoy tomando contra el insomnio me está estropeando el estómago.

-¿Ya no ve cine?

-Películas de antes. Supongo que se harán buenas películas nuevas. No me gustan las de monstruos, las de explosiones de coches y helicópteros, ni las de estudiantes rijosos en una Universidad americana. El cine existirá mientras exista el relato, mientras la gente necesite que le cuenten cosas. El cine tuvo grandes creadores que no logró superar. Ver a John Ford, a Renoir, a Rossellini, a Houston te llena.

-¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?

-Tuve suerte en la vida. El éxito consiste en poder hacer lo que uno quiere y yo lo hice siempre. Tuve una buena mujer, que siempre me apoyó y ayudó, y eso es muy importante.

-¿Echa algo de menos?

-El Nobel de Literatura.

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