La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

80 años del estallido de la Guerra Civil

La sabiduría de los viejos luchadores

Ángeles Flórez, "Maricuela", y Ricardo Luis Arias vivieron la contienda en bandos separados y hoy coinciden, ya nonagenarios, en un mensaje de libertad y concordia

Ricardo Luis Arias, en su casa de Aller. J. R. SILVEIRA

Ricardo Luis Arias (Oviedo, 1919) se considera "un superviviente". No es para menos. A los seis años el trabajo paterno lo llevó a Ujo, y allí vivió, años más tarde, un inicio de guerra convulso, de una ferocidad atroz.

"Una denuncia falsa acusó a mi familia de guardar armas para los que se fueron a la defensa de Oviedo. Llegaron, pegaron una paliza a mi madre, que era viuda, le arrancaron las dos alianzas que llevaba en el dedo, en el que le quedó una herida para siempre; nos desvalijaron la casa, se llevaron hasta los colchones. Y yo acabé preso".

Una obra de teatro que quedó pendiente. Ángeles Flórez Peón, de familia socialista hasta la médula, tuvo ensayo el día 18 de julio de 1936. "Yo formaba parte de un cuadro artístico y estábamos preparando una representación que se titulaba "Arriba los pobres del mundo". En Pola de Siero. Cuando acabamos, al lado del Ayuntamiento, había música y nos pusimos a bailar. Y fue entonces cuando nos dicen que se produjo el golpe de Estado. Yo en ese momento no lo sabía, pero aquella fue la última pieza, el último baile de nuestra juventud".

Del árbol frutal al alto horno. "¿Sabe quién me denunció? Un vecino que se dedicaba a robar frutar y a destrozar los árboles de un prao que teníamos. Una vez lo sorprendí en el árbol, me sacó una navaja, se la quité y le eché de la finca. Y me dijo: esto me lo vas a pagar".

A Ricardo Luis Arias le detuvieron y le pusieron a cavar tumbas en el cementerio local. "Yo tenía un buen amigo comunista, que tenía un hermano enrolado en el famoso batallón Sangre de Octubre. Mi amigo vio mi nombre en una lista destinada a ser "paseada" en los próximos días. Y me avisó: escapa, que te matan". En la lista, otros cuatro nombres. Había un seminarista, uno de Juventud Católica, y dos jóvenes que tenían familia defendiendo Oviedo. Esos eran sus "pecados". Una vez en el cementerio, con los guardas cobijados y un poco lejos porque estaba orbayando, logré avisarles, pero no me hicieron caso. Yo escapé y a ellos los lanzaron a los altos hornos de la Fábrica de Mieres, el 13 de noviembre de 1936".

Una niña en las trincheras. Maricuela le viene del nombre del personaje de esa obra teatral que la guerra abortó. "Éramos cinco hermanos, dos varones y tres mujeres, una de ellas fue siempre muy católica. Mi padre era de Madrid, socialista de cuando Pablo Iglesias. Nací en Blimea en 1918 y a los 17 años me apunté a las Juventudes Socialistas Unificadas. Mi madre nunca se afilió pero era mujer moderna y republicana, le gustaba cambiar de casa como de camisa. Un hermano mío, Antonio, es uno de los 24 hombres asesinados y enterrados en Carbayín. Y yo, a los pocos meses de estallar la guerra, le dije a mi madre: me voy al frente. Y me fui. Ya había cumplido los 18. Me mandaron a Colloto, al frente de Oviedo, pero nunca estuve con armas. Cavábamos trincheras y preparábamos comida porque, claro, había que dar de comer a aquella gente. A veces llevábamos el rancho a las trincheras, y en aquel trayecto, plagado de tiros, una vez mataron a una amiga de Valdesoto. No teníamos miedo, quizá porque éramos jóvenes".

"Arriba" y la añoranza asturiana. Ricardo Luis Arias comenzó a andar por el mundo. "Me incorporé a la llamada Quinta del Biberón y acabé en el Regimiento de Infantería Zamora, pero por fortuna me tocaron muy pocas acciones de guerra. Sé que nunca maté a nadie". Arias acabó la guerra en Madrid: "me gustaba mucho escribir y dibujar y encontré la oportunidad de hacerlo en el periódico Arriba. Allí vi a Camilo José Cela con su camisa azul. Estaba bien pero nunca me gustó tanto matiz político y echaba mucho de menos a mi familia y la montaña. Así que volví, dejé mi puesto en el periódico y también descarté hacer carrera política. Tenía un comandante que me propuso hacerme alférez provisional, pero no. Mi primo, que fue el que me metió en Arriba, nunca entendió aquella vuelta a casa. Se cabreó: "Ricardo, vete a tomar por el culo", me soltó".

Un exilio de 57 años. A Maricuela, con la guerra ya muy cuesta arriba para el bando republicano, la mandaron de enfermera a un hospital que se había montado en La Calzada, en Gijón. Cuando entraron las tropas nacionales marchamos casi todos y a los que quedaron los mataron. Dos amigas, una que hacía de cocinera y otra enfermera aparecieron muertas en la playa. A mí me detuvieron, me hicieron consejo de guerra y pasé tres años y medio en un penal en Guipuzcoa. Salí en 1941 y volví al lado de mi madre que se había quedado viuda porque a mi padre lo había matado un coche. La familia quedó como diseminada por el mundo. Yo me casé en 1946 con un hombre que había estado fugado, y decidimos marchar para Francia. Él, primero, y yo después. Tuvimos dos hijos; la mayor me la llevé a Francia cuando la niña tenía 10 años". Nos pasamos 57 años, y le voy a decir algo: fuimos muy felices".

"Yo no soy como tú". "Cuando volví a Asturias un día me llaman dos falangistas que eran un par de asesinos y me dicen: ven, que te vamos a enseñar a alguien. Y allí estaba el que me denunció. Me dicen: ahí lo tienes, para que lo "pasees". Aquel desgraciado estaba de rodillas y simplemente le dije: "yo no soy como tú". Lo dejé marchar por la puerta de atrás y, lo que son las cosas, cuando yo empecé a trabajar en Hullera Española acabé dándole trabajo. Mi sueldo de postguerra eran cien pesetas, lo que costaba un litro de aceite de estraperlo".

Las cenizas de regreso. "Tengo dos hijos, dos nietos y un biznieto. Mi hija vive en Lyon y mi hijo se jubiló y se fue para Málaga. Un nieto trabaja de camarero en Nueva York. Vivo en Gijón, en el barrio de El Llano, y estoy rodeada de sidrerías. No tengo odio ni rencor, respeto y quiero que me respeten. Tengo amigas anarquistas y comunistas, y sé de mucha gente del PP que son buenísimas personas. Mi marido murió en 2003, tenía 90 años y era silicótico. Así que me vine a Gijón con sus cenizas. En el fondo yo tuve mucha suerte en la vida. Voy a cumplir 98 años y tengo muy buena salud".

La memoria y el olvido. "La guerra lo que te demuestra es cómo el ser humano puede llegar a esos extremos de fanatismo. Me encontré con asesinos de ambos bandos, y también con combatientes que era gente con buenos instintos". Asegura Arias que "hoy en día me importa un rábano quién gobierne, la derecha o la izquierda, y trato de huir lo más posible de la política. Me entristece ver a qué situaciones hemos llegado en España. Yo creo que Felipe González fue un buen presidente porque tuvo el acierto de no tocar el pasado, pero llegó Zapatero y la armó con esto de la memoria histórica. Yo, al revés que Zapatero, quiero olvidarlo todo".

Ángeles Flórez Peón es presidenta de honor de las Juventudes Socialistas. Frente a las diferencias ideológicas, recuerda: "somos todos de carne y hueso".

Ricardo Luis Arias vive en Caborana (Aller) rodeado de libros. Pinta, escribe e indaga en la Historia. Añora la Transición "que fue modélica y ejemplar".

Compartir el artículo

stats