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La guía secreta de Asturias

Los guardianes del bosque

Los tres molinos de Corroriu, en el concejo de Quirós, se ubican en un paraje de gran belleza, escenario de muchos años de molienda de la escanda y el maíz

Los guardianes del bosque

Cuando se viaja por Asturias hay quienes se convierten en cazadores de imágenes muy concretas. Los hay que disfrutan con atardeceres en playas de cantos rodados, otros se solazan con el brillo del agua sobre los tejados de pizarra y hay quienes prefieren perderse por los bosques a la búsqueda de sombra y silencio, a veces roto sólo por el canto de los pájaros y el sonido de los ríos que van hacia la mar. Uno de esos bosques en los que la palabra encanto se queda corta es el que alberga tres guardianes pétreos que recuerdan con su presencia la historia de sus gentes. Se trata de los tres molinos de Corroriu, en el concejo de Quirós, que fueron rehabilitados entre los años 1993 y 1995, y que se encuentran ubicados muy cerca, al menos dos de los tres, y de forma escalonada.

A este lugar inmenso donde el paisaje es un lujo para el alma, donde los corros recuerdan la abundancia del fruto de los castaños, se puede llegar haciendo una ruta a pie que sale desde el albergue de Arrojo, o también por carretera, cogiendo la que dos kilómetros más allá va a Toriezo. Tras llegar a Fresnedo, allí en la carretera existe una señalización a los molinos con toda la información sobre ellos en un amplio panel informativo.

Aunque no hay datos concretos sobre su origen, se cree que ya existían en el siglo XVIII, pues el Catastro de Ensenada en 1752 señala que en el concejo de Quirós existían entonces un total de sesenta y seis de estos ingenios hidráulicos. De ellos, el que está más arriba se modificó en el año 1888 al extenderse el cableado para bajar el carbón de la mina de los Llamargones hasta Viega.

En estos molinos se molían maíz y escanda. Como todos los molinos de río, aprovechaban el curso fluvial, la fuerza del agua, para mover las muelas. Los tres eran propiedad de todos los vecinos, que los explotaban por turnos, de tal forma que cada uno lo tenía un día o día y medio para moler su grano. Se cuenta que cada uno de ellos tenía una especialidad para moler, según el grano fuese más o menos fino, lo que dependía de la separación entre las dos muelas.

Los molinos de Corroriu son de los pocos supervivientes que, por querencia de sus vecinos y gracias a su rehabilitación, se mantienen en pie junto al arroyo al que le deben el nombre. Son los guardianes de mucha historia y muchos días de molienda en medio de un bosque en el que por la noche habitan seres de leyenda.

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