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CARMEN MARTÍNEZ | Investigadora del grupo de viticultura de la Misión Biológica de Galicia

"La viticultura de Asturias es de montaña y de precisión: eso hay que venderlo"

"El consumidor ahora no sólo demanda un vino, sino que esté ligado a un territorio, a una cultura y a un paisaje; todo ello lo tiene Cangas del Narcea"

María del Carmen Martínez, en un viñedo de Cangas del Narcea.

La viticultura de Asturias es heroica, de montaña, y eso hay que venderlo en el mercado, según la investigadora canguesa María del Carmen Martínez. De hecho, este tipo de viñas, ubicadas en terrenos de fuerte pendiente, tan sólo representan el 5% del cultivo de la vid a nivel mundial. "Todo ello implica más trabajo y encarece el producto final", dice.

Martínez, natural de Carballo (Cangas del Narcea), es la responsable del grupo de viticultura de la Misión Biológica de Galicia, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Fue pionera en la utilización de técnicas de ADN para la descripción de variedades autóctonas y en la selección de clones -de las mejores cepas-, como el albarín blanco y el verdejo negro. Gracias a su trabajo de campo y de laboratorio, el vino asturiano consiguió a finales de la década de los noventa recuperar su tradición después de décadas de abandono. Residente en Pontevedra, la bióloga visita con frecuencia Cangas, donde continúa su labor investigadora; ahora centrada en conocer cuáles son las mejores parcelas y condiciones para producir vino en el Principado. Carmen Martínez es la primera científica del sector agrario en formar parte de la Selección Española de la Ciencia.

-Su equipo trabaja desde hace años en la clonación de variedades autóctonas. ¿Hay algún avance en este sentido?

-Desde 2007 se comercializan ya clones de albarín blanco y de verdejo negro, y pronto saldrán también otras variedades. Hay que tener en cuenta que una selección clonal de estas características lleva como mínimo 20 años. Ahora estamos dirigiendo una tesis doctoral que intenta probar el funcionamiento de los clones en diferentes zonas de Cangas del Narcea. Dependiendo de la parcela, el tipo de terreno o la orientación, una misma variedad puede dar vinos con diferencias enormes. Incluso la presencia de esporas de hongos, que son las que provocan en muchos casos las enfermedades, puede variar de una viña a otra. Si llegamos a conocer todos estos datos, podremos conseguir una viticultura más rentable y respetuosa con el medio ambiente. La que se practica en Cangas del Narcea es además una viticultura de precisión, también llamada heroica, porque no es lo mismo trabajar en un terreno llano que en la montaña. Además cada parcela es un mundo y tiene su propio microclima. Y en eso estamos ahora.

-¿El albarín blanco es la variedad autóctona que mayor potencial puede tener en el sector del vino nacional?

-Es una variedad con un nivel muy alto de adaptación climática a Asturias. Y además es un tipo de uva de maduración temprana, es aromática y de gran calidad. No se elabora vino en otro lugar del mundo con ella y el consumidor lo que pide ahora son vinos distintos y originales.

-¿Y el carrasquín es el tipo de uva asturiana que más puede mejorar?

-Yo siempre digo que el carrasquín es un poco agreste. Tiene una acidez bastante elevada y tarda en madurar. Si se modificase la poda o se hiciesen determinados manejos con él, quizá se podrían obtener productos interesantes. Pero tenemos mucho que trabajar con ella. No produce al mismo nivel que el verdejo negro o el albarín blanco. Y cuando hablo de trabajar, me refiero durante varios años. Tenemos que esperar por lo menos cuatro o cinco para tener datos fiables.

-¿Ha conseguido el vino de Cangas superar su mala fama?

-Antes tenía mala fama, pero merecida. Y hay que reconocerlo para poder avanzar. Eran vinos muy ácidos porque se mezclaban todas las variedades. Y para hacer un buen caldo hay que saber el tipo de uva que queremos, dónde plantar y en qué condiciones. Hace años las técnicas de elaboración eran también bastante rudimentarias. Hoy esto ha mejorado muchísimo, todas las bodegas tienen depósitos de acero inoxidable, hacen controles de temperatura... Pero esta transformación no es única de Asturias, también sucedió con el albariño en Galicia. No hay que olvidar que desde los años sesenta hasta los ochenta la viticultura en Asturias fue abandonada. Tan sólo quedaron unos pocos productores románticos. Y creo que el consumidor acabará convenciéndose de que el vino de Cangas es bueno a medida que vayamos mejorando nuestra uva.

-¿Cómo ve usted el futuro del sector?

-Cada vez hay vinos de mayor calidad, el problema que tenemos es que hay poca uva. Los asturianos están empezando ahora a producir más y en cuanto la materia prima aumente también lo hará el vino. La perspectiva es muy buena. Ya no sólo por la calidad de la uva, sino también porque está asociada a un paisaje precioso y a una zona muy desconocida de Asturias. De cara al mercado eso es positivo. Hay que vender el producto, pero además ligarlo a un territorio, a una cultura y a un paisaje, que es lo que demanda el consumidor. Y todo eso Cangas del Narcea lo tiene. Si trabajamos en esta línea, el éxito estará asegurado.

-¿El minifundio supone un obstáculo?

-No hay más minifundio en Asturias que en Galicia y mire cuánto vino se produce allí. Lo que está claro es que el viñedo no se puede poner en cualquier sitio. Por eso es una viticultura de montaña y heroica, con terrenos de fuerte pendiente, donde se trabaja todo a mano. Todo eso lleva más trabajo y encarece el producto final. Y eso hay que demostrarlo en el mercado.

-Asturias es sinónimo de sidra. ¿Puede serlo también de vino?

-Nuestra región juega con el factor sorpresa. Asociamos Asturias con la sidra, pero también hay vino. Y yo creo que ambos pueden convivir perfectamente. Hay momentos para un productos y momentos para otro. Hay que apoyar los dos.

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