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JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ MONTES, "CARSON" | Empresario y luchador | Arquitectura personal (y 2)

"Tienes que hacerte al mundo de hoy, pero la soledad es muy dura"

"Tengo una perrina y me junto con amigos de las mascotas treintañeros; no quiero aguantar viejos"

Carson, en El Llano de Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

José Manuel Rodríguez Montes (Gijón, 1932), "Carson", hizo boxeo, lucha libre, halterofilia, piragüismo, montañismo y algo de pesca submarina. Le puso el nombre de Carson el periodista de "Voluntad" Liomi cuando empezaba en el boxeo. Se casó dos veces, es viudo, viven tres de sus cuatro hijos y tiene cuatro nietos.

-¿Qué hizo en 1959 cuando la tienda en la que trabajaba fue mal?

-Un amigo del gimnasio, Ángel Llavona, trabajaba en los bosques de Francia, cuando venía me lo contaba y era como una película de Kirk Douglas. Partí a Francia con Avelino, "El Ingeniero", que se había significado en la huelga de La Camocha, estaba silicoso y no le daban trabajo. Yo llevaba ahorros; él no tenía un duro. "El Ingeniero" me llevó a Toulouse y fue a ver a los socialistas para que lo ayudaran. Nos tuvieron unos días en casa, pero había poco trabajo en Francia, salvo en agricultura, fundición o minas.

-¿Consiguió trabajo?

-En una fábrica de fibra cerca de Marsella. A Avelino no lo admitieron. Seguimos al Norte, a Valenciennes, a las minas. Tampoco lo admitieron. Me decía: "Coño, Carson, no me dejes solo", y me deba pena.

-Mal futuro.

-Acabamos en París, yendo a ver a otro de Gijón, hermano de Foto Rubio, y estuvimos casi un mes. Agoté el dinero y volví.

-¿Se quedó mucho tiempo?

-No, cogí un poco de dinero y fui a ver a Llavona, en el Departamento de La Corrèze, en Neuville de Ussel. Nos juntamos con otro de Gijón para desramar árboles. Yo era fuerte, pero mis manos estaban de vender trajes. Sufrí bastante. Los otros dos eran naturistas. Me hice naturista, pero no como ellos, que trabajan un día, cobraban, y al siguiente se dedicaban a tomar el sol. Para mí no era plan: yo tenía una familia.

-¿Cómo lo llevaba su mujer?

-No compartía mis gustos y nos fuimos alejando. Ya había nacido José. La llamé para vivir en Francia y vino. Me independicé de mis amigos y, con ayuda del patrón, compré una motosierra y formé un equipo de tres Josés con un gallego y un andaluz. Yo cortaba, el gallego desramaba y el andaluz quitaba la corteza para venderlo a la papelera cuando cortábamos haya o abedul .

-¿Cuánto estuvo así?

-Tres años. Si vivía como un francés, no ahorraba. Hoy era un bosque aquí, mañana a 20 kilómetros, hasta 17 bajo cero en invierno, entre la nieve. Y con familia. Me corté con la motosierra, tuve una baja de unos días, pedí permiso al médico para volver a España y me lo dio.

-Para Gijón.

-Paseando con mi padre por la avenida de Oviedo (hoy Constitución) miré el escaparate de la ferretería Ferragri y vi una motosierra que tenía la cadena de corte montada al revés.

-¡Qué desastre!

-Sí. Se lo comenté a mi padre. En ese momento, salía el gerente -que había ido a la academia conmigo- me oyó y me preguntó si entendía de motosierras. Me pidió que entrara y me contó que le daban una representación de una casa sueca, Jonsereds, pero no tenía puñetera idea de motosierras. El dueño era Luis Canteli, de muebles Casa Viena, ingeniero de recepción, que fue concejal en Oviedo. Me propuso que cogiéramos la representación.

-¿En qué condiciones?

-Yo figuraba como empleado, pero viajaba vendiendo a comisión. Siempre pienso que mi vida hubiera sido muy distinta si el gerente no me hubiera oído comentar lo de la cadena de corte montada al revés.

-Inició una nueva vida.

-Empecé en una moto. Llevaba la motosierra atrás y donde veía que estaban cortando monte hacía la demostración y vendía sobre la marcha. Fui el primer viajante que sabía trabajar.

-¿La motosierra daba una ventaja muy notable?

-Yo tiraba 20 o 30 eucaliptos pequeños cuando ellos tiraban dos. En un roble grande, un paisano echaba la mañana y yo tardaba cuatro minutos. Corté roble en Muniellos, en 1963 y 1964, cuando se podía, para enseñar. Llegamos a ser los que más vendíamos y ganaba dinero por venta directa e indirecta.

-Progresó.

-Compré un Seat 600, y en el año 1969 un importador gallego vino a convencerme para que participara en la entrada de la marca sueca Husqvarna en España. Dejé la otra marca y a Ferragri. Empecé de socio con Juan Fernández, ciclista, que vendía motos. Íbamos al 50 por ciento.

-Ganaba dinero.

-Sí.

-¿Aún vivía con su familia?

-En 1970 mi mujer y yo decidimos llevar cada uno su vida. Seguí en contacto con mis hijos María Consolación y José Manuel. Jose trabajó siempre conmigo desde 1975. Mi exmujer y yo tenemos una buena relación personal de siempre y fuimos muy conscientes de que había unos hijos por el medio.

-¿Rehicieron sus vidas?

-Los dos. Ella no se casó aunque convivió con su compañero hasta que se le murió. En 1985, cuando llegó la ley del divorcio, me casé con Esperanza Alfonso Díaz, la mujer con la que vivía desde hacía 15 años. Ella también estaba separada y tenía dos hijas de su primer matrimonio. Se criaron con nosotros, son mis hijas y el trato fue muy bueno.

-¿Cómo le fue con la nueva empresa?

-Muy bien. Juan Fernández era muy listo y vio mi potencial. En 1970 nos invitaron a ir a Suecia a conocer la fábrica. Al volver, mi socio me dijo que había mandado una carta solicitando la distribución de la marca para Asturias. "No te enfades -sabía que tengo genio- quiero que sigas de empleado".

-No aceptó.

-Tuvimos una guerra por la representación, él con dinero, yo con 15.000 pesetas. Los gallegos se decidieron por mí y hasta hoy.

-¿Y qué hizo después?

-Compré un local en la calle María Josefa, con crédito del banco y puse una tienda. Cuando quedó pequeña cambié a la calle paralela y compré este local más grande. Me jubilé en 1996.

-Su hija murió con 43 años.

-Fue muy duro, una de las cosas más duras. Me dejó una nieta que ahora tiene 35 años, Mónica.

-¿Qué más nietos tiene?

-Uno de mi hijo, Pablo, ahora de 27 años. Y dos nietas de una de las hijas de mi mujer: Bárbara y Andrea.

-¿Qué tal siente que le trató la vida hasta ahora?

-Bien. Como todo el mundo con altos y bajos. Hubo años que trabajé para los bancos. Fui número uno de ventas en España de motosierra de Husqvarna, pero no gané tanto por los tantos por ciento de los bancos. Llegué a vender casi mil motosierras de Husqvarna en un año y 400 de otra marca italiana Oleo Mac. Trabajé mucho, una parte muy grande para las marcas, pero estoy satisfecho.

-¿La mejor etapa?

-La deportiva. Lo otro fue trabajar y me gustó, conocí mundo, fui de cruceros. No me quejo. Silverio Cañada me metió en un libro de gijoneses típicos que son Cascos, Areces y otros.

-¿Dejó el deporte drásticamente cuando se hizo empresario?

-Hice pesca submarina en los años sesenta cuando empezaron los trajes. Iba con otros al mar en una lanchina y pescábamos. Yo quedaba más en la lancha, vigilando a los que pescaban mejor.

-¿Aún sale de monte?

-Para hacer fotografía. Empecé a hacer fotos al volver de Francia. Entré en contacto con los amigos de Foto Ángel, en la calle Corrida, y distribuí Yashika y otras marca a través de Dugopa, S. A. Durante 17 años en Asturias y seis provincias de León y Castilla. Ya no subo, voy al monte con el coche y cuelgo las fotos en internet, en páginas de "Asturias fotos del paraíso" y "Asturias qué guapina yes" y hay gente que las solicita.

-Enviudó el año pasado.

-Mi segunda mujer fue amiga, compañera y esposa, no se trata de que fuera mejor o peor persona, sino que nos gustaban las mismas cosas. Teníamos más complicidad. Ella había tenido mala vida con el anterior, había sido maltratada.

-Vivía en Baldornón y al enviudar regresó a Gijón.

-Más cerca de los hijos, pero el mundo cambió, ya no se termina en casa de los hijos y la soledad se hace dura. Tienes que hacerte a ello, pero es duro. No culpo a nadie porque la vida se impone. Como con mi hijo casi todos los días. Ahora mi exmujer, Maruja, y yo coincidimos en el barrio, nos vemos todos los días y nos ayudamos.

-Tuvo amigos siempre.

-Pero van muriendo. La soledad es muy negra. Tengo una perrina que me hace compañía. Ando 17.000 pasos diarios, me junto con diez amigos de las mascotas treintañeros y soy el güelu de todos. No quiero aguantar viejos.

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