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La Crónica De La Junta General Del Principado

"Han huido monte arriba, como si pactar fuera de cobardes"

La Cámara escenifica su incapacidad para el acuerdo mientras el Presidente reparte reproches: "Hay fuerzas políticas que están encantadas con el bloqueo"

Javier Fernández, ayer, en la Junta. LUISMA MURIAS

En su autorretrato laboral, hecho ayer a demanda de Podemos, Javier Fernández dijo que "tenía una situación profesional ciertamente estable como funcionario del Estado", que "hace unos años decidí jubilarme con una cierta merma de ingresos" y que ahora que "ya no tengo esa estabilidad, soy presidente del Principado, laboralmente un interino". El problema de la "interinidad", tal y como en una intervención anterior lo había percibido ya Gaspar Llamazares, viene cuando no define sólo al Presidente, sino a toda la comunidad autónoma. El portavoz de IU, el único asidero del Gobierno en su alianza fallida por las grandes infraestructuras, construyó ayer el retrato más descarnado del "bloqueo" de la Junta por ausencia de consenso, de la "incapacidad para llegar a acuerdos", del acuchillamiento mutuo con el que "degradamos la vida política"... Era su diagnóstico, asumió, "más pesimista" que el del Gobierno. Y lo demostró: "Corremos el riesgo de ser un barco fantasma", uno en el que ni siquiera tiene sentido el motín. "No hay ni tripulación".

Se había dado la salida a un intercambio de golpes entre el Gobierno y la oposición que hizo gravitar el debate alrededor de la falta de acuerdo para volver a dejar en evidencia justo eso, que no son capaces de ponerse de acuerdo. En su visita quincenal para responder preguntas en la Junta, el capitán del barco hizo suyo el problema justo antes de aludir a "los políticos", en primera persona del plural, como culpables de la obstrucción del acuerdo y empezó a concretar aireando las contradicciones de sus antagonistas. Repartiendo culpas a derecha de izquierda y quedándose sin concretar ninguna con "las del Gobierno, por supuesto", Javier Fernández ve a su alrededor "fuerzas políticas encantadas con el bloqueo", partidos que en el convenio fallido sobre las obras públicas "han escapado monte arriba, como si pactar fuera de cobardes". Caso por caso, para Podemos el pacto "sería una infección de responsabilidad" y luego están el "silencio estruendoso" del PP para no molestar en Madrid, Foro y su mandamiento de que en cuestión de infraestructuras "Cascos es Dios y la señora Coto su profeta" y el "sentimiento de inseguridad de Ciudadanos al alejarse de la larga sombra del PP". "Lo intentaré", dijo al final, pero poniéndoselo crudo a sí mismo: "Tengo la sensación de que en esta Cámara el acuerdo da más miedo que vergüenza". Es esa Cámara atascada que en menos de media legislatura acumula 34 leyes en diferentes fases de tramitación y que necesita acuerdos políticos para aligerar el embotellamiento.

No se ven venir. Fernández, eso sí, se revolvió ayer recordando que una vez sí pudo firmar un pacto de investidura, otra el de la concertación social y dos más un acuerdo contra la violencia machista y un compromiso presupuestario e imaginó un futuro con la ordenación del área metropolitana central, pacto demográfico, una financiación autonómica favorable, minería más allá de 2018 y un precio estable para las industrias electrointensivas, pero no tardó en aflorar la incapacidad de entendimiento mutuo con algunos de los bancos de enfrente. Nicanor García (Ciudadanos) le dijo "hay que ser más proactivo y competitivo" y "tener coraje y ganas y demostrarlo" y recibió un "no me gustan los vendedores de crecepelo" en alusión a la apuesta de los naranja por echar el resto hacia la planta de coches eléctricos de Tesla. Aunque probablemente en Madrid no le harán caso cuando llame a pedir obras, asumió el Presidente, "hace más fuerza eso que si desde fuera se ve una escisión permanente".

"Nunca han buscado el acuerdo, el papel era un plato cocinado". Eso le dijo también Cristina Coto (Foro), que después de acusar al Presidente de ser "la furia desatada" al pedir obras a los demás y "un manso de solemnidad" al mantener las propias recibió de vuelta otro reproche por incoherencia: la del pacto de su partido con el PP por el ancho internacional en la Variante y el posterior del PP con Ciudadanos por el tráfico mixto, incompatible con las vías internacionales.

La réplica fue esta vez más risueña y menos desabrida de lo acostumbrado cuando el turno fue de Podemos. El portavoz morado, Emilio León, trajo la brecha salarial entre hombres y mujeres, las políticas de igualdad "tan útiles como una armadura hecha con papel de fumar" y el paro y la precariedad del empleo en las subcontratas que limpian el HUCA y Fernández le contó el viejo chiste del león que ruge al inicio de las películas de la Metro Goldwyn Mayer. El del espectador que al verlo -un león "de verdad, con melena en lugar de coleta"- dice "ésta ya la vi". Al Presidente, la andanada podemista le sonó repetitiva y contestó al contraataque por el flanco de la reforma laboral del PP, causa a su juicio de muchos de los males que denunciaba el diputado. Hablaba de una legislación, le dijo, que "podría no existir si el jueves hizo un año ustedes hubieran apoyado a un gobierno de PSOE y Ciudadanos que traía entre sus planes eliminar esa reforma laboral, pero sobre eso practican el calladismo".

Y ahí calló. Sin un atisbo leve de entendimiento ni ahí ni antes, cuando el turno lo utilizó la portavoz del PP, Mercedes Fernández, para acusar al Gobierno de "asfixiar" a la educación concertada con su apuesta nunca disimulada por la pública y de atentar contra la libertad de elección de centro. La popular emplazó al Presidente a que "se deje de experimentos" haciendo lengua vehicular el asturiano en Primaria, le acusó de "devolver favores por estar en esa silla sin hacer demasiado por Asturias", y éste le replicó que la llingua tendrá siempre "carácter opcional".

El debate sobre el desacuerdo terminó como todos habrían previsto antes de empezar, en desacuerdo. Mezclando metáforas, la Junta sería un barco fantasma que va monte arriba.

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