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Ciento cuatro años de lucidez somedana

Herminia Cabezas, nacida en 1913 y vecina de La Rebollada, es una de las mujeres más longevas de Asturias

La Rebollada.

"¿Teje usté?", pregunta a su interlocutora Herminia, con algunos de sus trabajos a ganchillo sobre su falda y mirando con generosa simpatía tras sus gafas.

"¿Yo? ¡Qué va, si pa mí coser un botón ya ye una proeza!", le responde antes de compartir una sonora carcajada con Herminia, quien descansa a la sombra amable de su vivienda de La Rebollada, pueblo perteneciente al valle de Pigüeña, en Somiedo.

Conocer a personas como Herminia Cabezas Menéndez, quien el pasado 28 de marzo cumplió 104 años, es todo un placer, cuando además se trata de alguien tan entrañable, tan auténtica y tan querida en su pueblo. Y es que esta vecina somedana, que ya va camino de los 105, tímida al principio y al poco de iniciar la conversación preocupada por recordar cuanto cree que merece ser contado, puede que sea la mujer más longeva del Principado o, como poco, estar entre las de más edad. No entiende ella qué relevancia pueda tener su 104.º cumpleaños. Aun así, y con una amabilidad que se agradece, va desgranado escenas de su vida que, contrastadas con su momento actual, demuestran a las claras que sus cien años vividos lo fueron con intensidad. Bien lo saben también sus hijos, Rogelio y Lidia, que casados con Elena y Valentín le dieron seis nietos: Isolina, Gonzalo, Rocío, Lidia, Julio y Natalia. Es también Herminia bisabuela de Jennifer, Iván, Andrei, Clara, Sara y Alba. Siempre tiene presente a Rogelio Suárez Alonso, con quien se casó un 28 de diciembre y de negro, "como íbamos todas", matiza ella. Su esposo, que falleció hará unos quince años, era madreñero, como casi todos los paisanos de este pueblo.

"Más que trabayar no fice, un trabayu muy duru como siempre fue el campo. Con mi marido siempre viví muy a gusto, pero cuando murió ya todo fue distinto", recuerda ella, al tiempo que invita a quedarse un rato más a su gran amiga de La Rebollada, Concepción Rubio Álvarez, de 88 años, que apenas habla y sólo apostilla, con una tímida sonrisa, que "ella y yo somos las más viejas del pueblo". Para paliar los momentos de añoranza del marido está su gran familia: sus hijos, la nuera y el yerno, así como los nietos y los bisnietos, que si no son unos son otros los que visitan con asiduidad a esta mujer que tanto y tan duro trabajó. "Subíamos a las brañas con el ganao, había que mecer las vacas, bajar en caballería la madera para las madreñas, cavar la tierra, atender la casa y los hijos, todo eso, ya sabe". Eso sí, lo más duro fue cuando la guerra, tal y como ella apostilla.

Ahora bien, Herminia lo que trasluce es simpatía, calidez y esa sabiduría que dan los años, donde, aunque encallezcan las manos -que no es su caso, pues las tiene guapas y cuidadas-, lo que vale es la resistencia. El día a día. El aprovechar el momento y el disfrutar de lo que puedas. En su caso, del ganchillo, en lo que es una artista, y del cariño de los suyos. "Tejí siempre. Cuando era una niña la maestra me regaló una aguja de madera porque entonces no había donde comprarlas, y ella me enseñó". El caso es que a día de hoy, además de trece colchas de diversos tamaños, ha regalado manteles con puntillas, caminos de mesa y toallas con ganchillo a todos los miembros de su familia y buena parte de sus amigos. De hecho, cuando se pregunta por Herminia en su pueblo, siempre hay quien dice de ella que "trabaja el ganchillo como pocas".

Fama tiene también de buena cocinera, pues ella y su vecina Gabriela eran quienes preparaban los platos de los banquetes de boda que se servían en las casas. "Antes pa las bodas se poníen los garbanzos recudíos, luego cordero guisao, arroz con leche, un bizcocho, café y, hala, ya no había más", dice ella, quien, preguntada por el secreto para llegar tan bien a los 104, se limita a recordar que trabajó mucho y comió siempre con sobriedad, sin excesos, cuidándose. "Yo ahora me quedo en la cama lo que me da la gana. Ya no hago nada, ya fice bastante", dice riendo. No le gusta nada la televisión y prefiere estar al aire libre, con sus agujas de ganchillo, y mirar de vez en cuando ese impresionante paisaje que rodea Casa Patricio, el domicilio familiar donde el pasado 28 de marzo cumplió 104 años. Felicidades, Herminia.

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