"No tenía prejuicios a la hora de leer, tenía una amplitud de miras tremenda y por eso su biblioteca es muy ecléctica", señala Félix Caicoya sobre la colección privada de libros del sacerdote castropolense Luis Legaspi, que falleció el pasado martes a los 93 años. El presidente de la Fundación Ría del Eo y ahijado de Legaspi desconoce la cifra global de libros que el cura pudo atesorar entre su piso de Oviedo y su pequeña casa castropolense, pero no tiene dudas sobre el destino de todo este legado: la biblioteca de Castropol.

Ya en vida y desde hace una década Legaspi ha ido enviando periódicamente algunos de sus volúmenes a la Menéndez Pelayo, como corrobora la bibliotecaria Manuela Busto, que denomina a este fondo, aún pendiente de catalogar, como "Biblioteca Luis Legaspi". Coincide con Caicoya en que sus libros definen a un hombre "ecléctico en cuanto a gustos literarios".

"Es una biblioteca casi de autor, porque refleja su personalidad, trayectoria y gustos", añade Busto, quien considera que se trata de una colección "muy interesante y curiosa". Explica que en las instalaciones de la biblioteca ya hay al menos quinientos volúmenes de Legaspi, entre los que se cuentan desde novelas hasta trabajos relacionados con el humanismo, la religión y la filosofía. Busto desconoce también la cifra total de libros que pudo atesorar quien fuera responsable de las misiones asturianas en África y América durante casi medio siglo, aunque está convencida de que puede superar los dos mil volúmenes.

Y por si había alguna duda sobre su decisión de donar su colección, Legaspi pegó a buena parte de sus libros un exlibris en el que figura bien claro: "Legado a biblioteca de Castropol". Caicoya, que además es uno de sus albaceas, explica que pondrán en marcha los trámites para cumplir a la mayor brevedad con esta voluntad del sacerdote. No será un trabajo fácil ya que sólo echando un vistazo a su coqueta casa de Castropol -un estrecho edificio de cuatro plantas en el número 18 de la calle Penzol Lavandera- sirve para hacerse una idea de la gran cantidad de libros que había acumulado en su vida. Su rincón castropolense, al que se escapaba siempre que podía, está repleto no sólo de libros, sino también de fotografías y objetos de sus innumerables viajes: "La casa es su vida, la de un hombre viajero", describe Caicoya.

Legaspi sentía una profunda adoración por la biblioteca castropolense y, de hecho, formó parte activa de la misma cuando aún era Biblioteca Popular Circulante (BPC), una institución creada en 1922 por un grupo de vecinos con el objetivo de fomentar la propagación de la cultura. En este sentido, siempre se manifestó contrario a que la biblioteca -denominada Menéndez Pelayo desde 1945- se hubiera convertido en una entidad municipal. Así lo expone en las primeras líneas del libro con la historia del centro lector, que escribió en 2008: "La Biblioteca Popular Circulante de Castropol, nunca municipal, ha sido fundada por un grupo de jóvenes castropolenses deseosos de acercar la cultura al pueblo, como servicio para el desarrollo social y consecución de libertades democráticas". "Fue toda su vida un amante de la biblioteca y lo de que no fuera municipal es algo que peleó siempre, aunque es una batalla perdida", reconoce Félix Caicoya, quien señala la perseverancia entre las muchas virtudes de Legaspi. "Nunca tiró la toalla ante nada", añade.

En su pasión por la cultura, especialmente la local, hay que entender su idea de crear la Fundación Ría del Eo en el año 2008. La entidad, con fines religiosos y culturales, ha organizado en los últimos años diferentes actividades, como ponencias, concursos literarios y fotográficos y hasta un premio de investigación sobre la comarca del Eo. Señala Caicoya que la entidad "no sólo va a seguir viva, sino que vamos a impulsarla", con el firme propósito de que Legaspi se sienta orgulloso y poder llevar a cabo alguna de las propuestas del sacerdote, al que define como "un torbellino de ideas y proyectos".

Como señaló el vicario del Occidente, José Emilio Menéndez, en el funeral celebrado el jueves en Castropol, el sacerdote tenía "una pasión desbordante por la vida y la cultura" y era un castropolense "tan profundamente enamorado de su tierra como comprometido con ella". Félix Caicoya señala además que cuando Legaspi decidió constituir la Fundación buscaba además "que sus ahorros tuvieran un destino claro y diáfano en favor de Castropol". Reconoce Caicoya que a la entidad le queda ahora "mucho trabajo por delante" y entre los retos de futuro plantea la necesidad de recopilar todo lo publicado por Legaspi, que no sólo leía, sino también escribía con auténtica pasión.