Juan Menéndez Granados reconocía ayer que anda "un poco cojo" a causa de una rotura de fibras en un gemelo. Es poca cosa teniendo en cuenta que el praviano "Juan Sin Miedo" acaba de culminar una nueva aventura ciclista al límite: unos 2.600 kilómetros, 43 días de expedición, temperaturas mínimas de veinte grados bajo cero, una altitud máxima de 2.500 metros y un desnivel acumulado de 15.400. El escenario, las montañas de Mongolia y el desierto del Gobi.

Llegó el ciclista y llegó la bicicleta. "Ni un pinchazo en todo el viaje", asegura el expedicionario Juan Menéndez que retrata el paisaje que vivió en este último mes y medio: "Zonas de estepa y montaña, con pequeñas poblaciones donde falta la electricidad y el agua corriente. Dormí la mayoría de las noches en tienda de campaña, con el agua tan escasa que daba para la higiene bucal como mucho". En el viaje, apenas "tres o cuatro duchas" y no siempre con agua caliente. Y durante jornadas enteras, pedaleando sin ver a un solo ser humano. "De vez en cuando me encontraba con un pastor con sus caballos y camellos. Se acercaban, me preguntaban de dónde venía y qué estaba haciendo por allí". Todo esto en idioma mongol. "Juan Sin Miedo" llevaba un minidiccionario inglés-mongol. "Allí, en un entorno donde los niños tienen la escuela a kilómetros de casa, nadia habla, por supuesto, inglés. Ni siquiera ruso. Nos entendíamos con cuatro palabras y por gestos".

Casi cinco semanas en uno de los extremos del mundo dan para mucho. Por ejemplo, para unas anginas que le generaron ocho días de retraso. "No me acordaba cuándo había tomado por última vez antibióticos ni lo cansado que te dejan, sobre todo cuando vas con una bicicleta, un remolque y unos 80 kilos de equipaje".

Dos días de tormenta con vientos de cien kilómetros por hora, un GPS que a mitad de viaje "se gripó. Conseguí que me mandaran uno de repuesto pero no fui capaz de configurarlo".

En la estepa y el desierto del Gobi puede haber hasta 300 kilómetros de distancia entre pozo y pozo de agua. Abastecerse no era fácil, pero no solo por el líquido. "En estos 43 días pasé por tres localidades grandes. En los pueblos lo que me encontraba, con suerte, era una tienda con productos muy básicos y a veces caducados". De comida, sopas, fideos y trozos de carne con mucha grasa "que en España apartaríamos, pero era lo que había en un país muy pobre". Para compensar, la primera comida en Asturias fue un cachopo.

La bici de la aventura será subastada para donar fondos a favor de la Fundación Make a Wish Spain, de niños enfermos.