El sí que el PSOE asturiano dio ayer a los postulados de los vencedores de las primarias confirma una victoria incontestable y previsible que no consigue aún que dejen de sangrar las heridas. En el precongreso de la Federación Socialista Asturiana (FSA), la mayoría afín a Pedro Sánchez impuso la ley del más votado no sin controversia y voces discordantes, no sin un puñado de papeletas con nombres tachados en señal de protesta ni sin un 30 por ciento de votos remisos a aceptar la lista de delegados con mayoría sanchista que la FSA enviará al congreso federal del 16, 17 y 18 de junio próximos.

Los seguidores del ganador de las primarias socialistas del domingo impusieron como era previsible su concepción del PSOE, de un partido que siete días después de respaldar a Sánchez en las urnas de la militancia también votó a favor de su idea de país y de partido. Se enardeció el debate a cuenta de la clase de nación que se defiende y de los límites de la "plurinacionalidad", del tipo de partido que conviene y de las fronteras del asamblearismo, de hasta dónde cabe consultar a la militancia. Gana al final, sobre todo, "un cambio radical, o algo más, tajante"; una versión del socialismo que quiere "actualizar", o "resetear" el PSOE "manteniendo lo mejor de su historia". Esto lo dice Adrián Barbón, alcalde de Laviana y uno de los principales sostenes del sanchismo en Asturias. Las voces y los votos contrarios evidencian, no obstante, que sigue sin cerrarse el desgarro que tiene al partido abierto en canal. Ayer, la propuesta de ponencia de la gestora, su documento marco para orientar al PSOE del futuro, tuvo que aceptar, en muchos casos a regañadientes, hasta 333 enmiendas del sanchismo.

Los dos bandos se veían ayer las caras por primera vez tras la batalla de las urnas y el final es el predecible. El debate del socialismo asturiano, prólogo del que promete el cónclave nacional, escuchó opiniones divergentes antes de votar mayoritariamente a favor de enmendar el texto de la oficialidad en dirección a un partido que dicen más abierto y obligado a estirar todo lo que pueda las consultas. Alejado de sí mismo, oponen las voces de los susanistas.

La nueva mayoría escenificó por primera vez en el precongreso de ayer la etapa nueva que ha alumbrado la victoria de Pedro Sánchez en las primarias, pero también la certeza de que todavía no van todos a una. De los 242 delegados acreditados que ejercieron su derecho al voto, siete de cada diez -168- respaldaron la candidatura encabezada por Adriana Lastra, coordinadora de campaña del vencedor, y confeccionada previo pacto para un reparto de nombres proporcional al resultado de las primarias. No está el todavía secretario general de la FSA, Javier Fernández, por su condición de presidente de la gestora, ni su número dos en Asturias, Jesús Gutiérrez, dice la versión oficial que para mantener a la oficialidad al margen, al menos en las formas, de la disputa interna.

La oposición a la versión triunfadora, antes sector oficialista, se manifestó en un treinta por ciento de votos en blanco -49- y nulos -25- que ejercieron su derecho al pataleo de la única manera que se les permitía expresar su rechazo, habida cuenta de que formalmente no cabía el voto en contra.

Al fondo resonaba la duda sobre la fórmula de reconciliación por la que optará la federación socialista asturiana del "tiempo nuevo", tal y como lo retrata Adriana Lastra. Por si quedaban dudas, ella se vuelve a descartar para secretaria general de la FSA, ya lo había dicho, y lidera la lista de delegados al congreso "satisfecha y orgullosa". Si la pregunta es por la receta de la reconciliación, la diputada empezará recordando que "yo he sufrido mucho estos ocho meses, he sufrido en carne propia una especie de penalización por apoyar a Pedro Sánchez" y acabará apostillando que "llegan nuevos tiempos al partido y lo que no vamos a hacer es perseguir o penalizar a nadie por haber optado por otro candidato".