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ALFREDO PRIETO VALIENTE | Abogado, exdiputado de las Cortes y exconsejero regional

"España era en 1977 una página en blanco y un país lleno de demonios nacionales"

"La mayor parte de los diputados de aquel Parlamento dimos por hecho que con la Constitución aprobada finalizaba nuestro servicio a la patria"

Alfredo Prieto Valiente, ayer en su despacho en Oviedo. IRMA COLLÍN

- ¿Por qué se metió en política?

-Cuando se convocaron las elecciones generales de 1977 yo tenía 42 años y militaba en la Democracia Cristiana desde los 22, recién acabada la carrera de Derecho. La coalición UCD se formó a toda prisa, una buena idea de Adolfo Suárez y su grupito para responder a la gran masa social que no sabía a quién votar; que no quería hacerlo por la derecha nostálgica del franquismo, pero tampoco por la izquierda. Y aquello funcionó. Le aseguro que en mi caso no había la más mínima ambición de poder.

- ¿Le llaman?

-Sí. Yo me movía en un entorno de lo que podría denominarse oposición civilizada al régimen. No montábamos follones, nos reuníamos discretamente y un par de veces al año pasaba por Asturias Joaquín Ruiz Giménez para mantener el fuego sagrado. Cuando hubo que ponerse a elaborar las listas, de los grupos que formamos UCD el de más peso era el nuestro, que se llamaba Izquierda Democrática, con Luis Vega Escandón al frente. Nadie puso en duda que debía ser él el número 1 de la lista por Asturias. Yo fui de cuatro, que era un puesto con riesgo de salir. Insisto en la palabra "riesgo", porque así lo decíamos.

Alfredo Prieto Valiente, 82 años, ovetense, abogado en ejercicio a su edad, presidente desde 1984 de la empresa Unión Financiera. Fue uno de los diez asturianos elegidos en la región en las elecciones generales de 1977. Diputado en aquellas Cortes constituyentes, fue después consejero de Comercio y Turismo en el gobierno preautonómico. Dimitió en 1981.

- Una campaña electoral después de casi cuarenta años de dictadura.

-Nadie tenía experiencia y desde Madrid apenas llegó presupuesto. Recuerdo mi primer mitin, en la plaza central de Colombres. Usamos el altavoz de un vendedor ambulante. Fueron quince días de mítines diarios, yo dije que quería participar en los de Benia de Onís y Teverga, donde tengo raíces familiares. En Benia conservó mi abuela una casa enorme, que se llenaba por los veranos con los treinta nietos que tuvo la señora. Benia sufrió mucho durante la guerra, y allí en aquel mitin de 1977, en un medio sótano del Ayuntamiento, me encontré con los que yo había jugado de niño, pertenecientes a familias locales de muy distinto signo político.

- ¿La política le distorsionó la vida?

-En un gran porcentaje los protagonistas de aquella lista éramos gente que teníamos más o menos resuelta la vida, con familia y trabajo. Aquello era una aventura, era como lanzarse de un avión sin paracaídas. Yo trabajaba en el servicio jurídico del Banco Herrero. Cuando empezó a cobrar forma mi posible presencia en la lista electoral entré un día en el despacho de Ignacio Herrero y le expuse la situación. Me respondió que adelante, que tener un hombre de la casa en el Congreso era una buena cosa. Te ruego que aceptes, me dijo. En mi familia lo tuve más difícil porque a mi mujer nunca le gustó el escaparate. Me costó muchísimo convencerla y necesité de la ayuda de terceras personas.

- Un éxito electoral, aunque en Asturias ganó el PSOE.

-La sede de la UCD estaba en la calle Uría, 35. Allí vivimos la noche electoral. Nada de hoteles de lujo ni de fiestas. Mi puesto estuvo en el aire porque hasta el último momento, por esa ley de D´Hondt que solo la entienden los matemático, AP tuvo posibilidades de lograr un segundo escaño, que le hubiera correspondido a Noel Zapico.

- Unas Cortes para "fabricar" una Constitución.

-La mayor parte de los diputados de aquel Parlamento dábamos por hecho que con la aprobación de la Constitución de 1978 nuestro servicio a la patria había concluido. Y nos marchamos.

- ¿Retornó a "su" banco?

-Sí, pero por poco tiempo. A los tres meses me llama Serafín Abilio, que ya tenía responsabilidades en la UCD asturiana y me dice que hay que participar en el gobierno preautonómico y que tenía que ser Consejero. Y vuelta al despacho de Ignacio Herrero, que me volvió a dar luz verde, sobre todo porque pensaba que aquel gobierno iba a ser muy breve. Pues no fue tan breve, casi dos años. Yo, por si acaso, puse fecha de salida. Año y medio después seguiamos sin estatuto de autonomía, me fui a ver a Rafael Fernández con la carta de dimisión. Septiembre de 1981 es la fecha de mi retirada de la política. Con una excepción, si quiere.

- ¿Qué excepción?

-Un compromiso. En las elecciones municipales de 1983 me llama Óscar Alzaga y me pregunta si tengo inconveniente en entrar en la lista de la Democracia Cristiana. Acepté, aun sabiendo que los resultados no iban a ser buenos. No sé cuántos me votaron en Oviedo, más de dos mil personas que supongo que habrán sido los amigos. Fueron aquellas unas elecciones que ganó por muy poco Antonio Masip. Alianza Popular no lograba dar con un candidato hasta que muy a última hora pescaron a Gabino de Lorenzo, nuevo en política. De Lorenzo nunca se explicó porqué Masip y yo éramos, y somos, tan buenos amigos, con ideologías distintas.

- ¿Se arrepiente en alguna medida de su paso por la política?

-No. Siempre lo entendí como un servicio al país en unos momentos críticos. El franquismo había narcotizado durante 40 años. El Conciclio Vaticano también había dejado clara unos años antes la necesidad de asumir responsabilidades temporales por parte de los cristianos. España era como una página en blanco, un país lleno de miedos e incertidumbre a modo de demonios nacionales. Pero logramos la transformación política de una nación. Y ahí estuve yo.

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