La comunidad de asturianos en México se encuentra bien, aunque muy asustada, tras el fuerte seísmo que ha sacudido a la capital mexicana y que ha dejado más de 200 muertos. Las instalaciones del centro asturiano en la capital han sufrido desperfectos a causa del temblor de magnitud 7,1, que se produjo apenas 10 días de otro seísmo. La sacudida ocurrió tres horas después de que se celebrase un simulacro al cumplirse 32 años del grave terremoto de 1985.

"En aquel gran terremoto de 1985 yo tenía 11 años y el sentimiento del actual fue más violento. Sentíamos que se iba a abrir la tierra y nos tragaría", relata a LA NUEVA ESPAÑA el asturiano nacido en Oviedo Mauricio García, que se trasladó desde el Principado a México cuando tenia 12 años acompañado de sus padres y hermanos, naturales de El Entrego y Sotrondio.

García recuerda aquel terrible terremoto de hace tres décadas porque "el Sears (unas galerías comerciales) que estaba junto a la casa se cayó entero". En esta ocasión en la que la tierra ha vuelto a temblar intensamente en México, ni su familia ni su vivienda han sufrido daños.

"Las redes sociales dieron una magnitud inmediata de lo ocurrido. Había edificios caídos, colapsados... todo eso hizo que el miedo se apoderara de todos nosotros", explica. Entre las noticias más tristes por el terromoto está "el derrumbe de una escuela, en el que se produjeron 25 muertos de los cuales 21 son niños y aún quedan atrapados 25 niños más", asegura García.

No obstante, este asturiano destaca "la unidad que la sociedad mexicana expresa en estas situaciones". "Miles de personas han salido a las calles para ayudar a quitar escombros y rescatar personas. Afortunadamente han rescatado a muchas".

El centro asturiano de México permanece cerrado mientras los servicios de protección civil analizan la situación de los daños en sus edificios.

"Estamos muy asustados, fue muy fuerte", señala Marcelino Torre, quien reside en México desde 1972. Nacido en Los Callejos (Llanes) aunque su familia se trasladó pronto a Carbayín (Siero), sintió el terremoto en su puesto de trabajo. "Aquello empezó a moverse, a 'tronar' como dicen aquí, y parecía que el edificio se fuese a desarmar, en medio de unos golpes tremendos", detalla telefónicamente a LA NUEVA ESPAÑA. Se vivió, asegura, "un caos terrible, porque se cayeron las comunicaciones, y no había teléfono ni nada".

Torre, casado con una hija de asturianos a la que conoció en México, vive en un octavo piso en pleno centro de la ciudad. "Mi hija estaba sola en casa y salió corriendo escaleras abajo, porque la recomendación es no usar ascensores". Ahora la familia se encuentra en casa de su suegra. "Estamos sin luz ni agua, con todas las cosas en el suelo, las vitrinas destrozadas".

Marcelino Torre lamenta que el terromoto haya destrozado su colección de trofeos ganados gracias a una de sus aficiones: los bolos. "Tenía muchos premios, algunos ganados jugando en España: ahora todos están hechos pedazos", ha explicado a este periódico.