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Asturias, otra vez pasto de las llamas

"Bajaban bolas de fuego continuas"

Los vecinos de pueblos como Fonteta y El Tablao montaron retenes para hacer frente a las llamas que amenazaban las casas

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La UME lucha contra las llamas en Ibias

"Estamos sin dormir, llenos de ceniza, jamás vivimos algo parecido a lo de esta noche", aseguraba ayer, derrengado, Ángel Cuervo, vecino de Fonteta, en el Valledor (Allande). Todos los vecinos mostraban sus ropas y rostros tiznados, bajo una impenitente lluvia de hollín. Un fuerte olor a purines se extendía por todo el pueblo. Para cortar la extensión del fuego, los vecinos se vieron obligados a verterlos. "Son lo mejor", admitía el brigada "Nuevo Vara", de la UME de León. "Si no llega a ser por eso, nos quedamos atrapados", añadió el militar. Los purines también se depositaron en torno a ganaderías aisladas. Tres mastines, con tres cachorros, resguardaban una de ellas, con las llamas cien metros más arriba.

"Bajaban bolas de fuego continuas del monte", repetía Ángel Cuervo. Los vecinos tenían los ojos enrojecidos por el humo, pero también por el dolor de ver tanta destrucción. "¿Qué haces? ¿Marchas y dejas las casas?", preguntaba una mujer con lágrimas en los ojos. A las dos de la mañana se quedaron sin luz y sin teléfono. Tuvieron que apañar un generador para lanzar un wasap de socorro al alcalde de Allande, José Antonio Mesa. A las tres y media la cosa se puso muy fea. Tuvieron que apañárselas para frenar el fuego. "Hasta las cuatro y media no llegó nadie a ayudarnos", aseguran. El regidor llegó tiznado al pueblo a eso de las tres de la tarde, justo cuando la consejera de Desarrollo Rural, María Jesús Álvarez, trataba de animar a los vecinos. "Hemos pasado entre dos lenguas de fuego", dijo Mesa.

Un poco más tarde, al otro lado del bosque de Muniellos, en El Tablao, los bomberos realizaban un cortafuegos para evitar que las llamas llegasen al pueblo. Un retén de diez vecinos estuvo en alerta desde las siete de la tarde del domingo, porque las llamas corrían inexorables hacia ellos. "Al amanecer ya no pudimos esperar más y tuvimos que ponernos a apagar con los batefuegos", relató Segundo García. "Al final vinieron dos bomberos de Proaza a ayudarnos. Ahora el peligro es que el fuego baje hasta El Rebollar", añadió. Mientras veían las llamas, algunos vecinos se preguntaban quién iba a pagar los daños. "¿Por qué los soldados no hacen nada? ¿Piensan que se va a apagar solo?", se preguntaba uno de ellos.

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