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Cáncer de mama en Asturias: del llanto sin fin de Fátima a la gratitud de Victoria

"Mi mundo se desmoronó, fue una bomba", afirma una informática argelina

Tres testimonios sobre el cáncer de mama

Tres testimonios sobre el cáncer de mama

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Tres testimonios sobre el cáncer de mama Pablo ÁLVAREZ / Amor DOMÍNGUEZ

"Mi mundo se desmoronó; fue como una bomba, lloré un cubo entero de lágrimas", afirma Fátima Zohra Hadjam, de 47 años, natural de Argelia y residente en Asturias de 2012.

Así relata esta investigadora en informática el momento en el que, hace dos meses, le diagnosticaron un cáncer de mama en el Hospital Álvarez-Buylla de Mieres. Trabajó en el centro Soft Computing de Mieres hasta que fue cerrado, y ahora representa a su país en un proyecto europeo. "Yo me hacía revisiones todos los años, pero en la última mamografía me dijeron que había algo malo". Fátima tuvo que cambiar su ritmo de vida y replantearse las prioridades, según explicó a LA NUEVA ESPAÑA ayer, con motivo del Día Mundial Contra el Cáncer de Mama.

"Mi primera preocupación fue cómo decírselo a mi familia, pero luego me di cuenta de que tenía que pensar en cómo decírmelo a mí, lloré durante varios días y al final decidí luchar", relata. Fátima todavía tiene las cicatrices de la operación a la que se sometió el mes pasado, y está pensando en cambiar su domicilio a Oviedo para estar más cerca del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) cuando tenga que empezar su tratamiento. "El cáncer te hace replantearte muchas cosas y te obliga a empezar una nueva vida. El cáncer no es un monstruo; ahora no le tengo ningún miedo", asevera con gesto sonriente.

Ayer, Fátima Zohra Hadjam acudió a la mesa informativa sobre el cáncer de mama instalada en el HUCA. Allí estaba también Victoria Fernández Otero, voluntaria de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Esta entidad es la principal impulsora en Asturias de los actos de la Semana Rosa para concienciar a la sociedad acerca de un tipo de tumor del que se diagnostican cada año en la región unos 600 casos, la inmensa mayoría -no todos- en mujeres. Victoria Fernández sólo tiene palabras de agradecimiento para el personal sanitario que la operó en el Hospital Monte Naranco, de Oviedo, hace nueve años. "El doctor Arias y su equipo fueron muy amables, y en el Hospital Central si una enfermera era amable, otra más; eso no se me olvida porque era lo que necesitábamos", enfatiza. Su pensamiento cuando le dieron el diagnóstico fue para su nieta de tres meses. "Sólo pensaba que no podría verla crecer y fue mi gran apoyo tras las sesiones de quimioterapia. Me abrazaba y me reconfortaba. Los médicos dijeron que el 50 por ciento de mi recuperación se debió a ella".

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