Una personalidad poliédrica y peligrosa. José Manuel G. S., que ha sido juzgado esta mañana en la sección tercera de la Audiencia Provincial por intentar matar a su expareja en el camping de Cudillero, en agosto del año pasado es todo un personaje. Fue paracaidista y se confiesa amante y conocedor de las armas. En cambio, sus preferencias políticas le acercan a la ultraizquierda, y se ha movido en los círculos red-skin antifascistas. Aficionado a la historia, asegura que ahora, en la cárcel, está desarrollando una de sus aficiones, la cocina. Dice que nunca le pesaron las labores de casa, y que es muy hogareño, quizá porque a los 13 años se escapó de casa y desde entonces vivió una vida errante, que también le llevó a prisión. A Lirian R. R., su expareja, la conoció en Turín y vivieron un tiempo en Roma, antes de regresar a Asturias, con la familia de ella. Dice tener una novela escrita y haber empezado otra antes de que fuese detenido tras viajar desde Guadalaja a Asturias con la intención confesa en aquel momento de matar a la mujer. Ella asegura que sus ataques de ira eran incontrolables, que no trabajaba y que la controlaba de forma asfixiante, siguiendo sus pasos. Celoso enfermizo, los forenses le definen como un psicópata.

Cuando le detuvieron, se mostraba frío y tranquilo y repetía que la Guardia Civil había hecho un buen trabajo, porque iba a matar a su expareja, y volvería a intentarlo en cuanto estuviese libre, porque le daba igual ir a la cárcel. En la vista de esta mañana ha señalado que era eso precisamente lo que buscaba, porque su vida se había ido al garete. No tenía un duro, ni trabajo y la mujer que le había mantenido hasta ese momento, Lirian, ya no estaba dispuesta a seguir con él. la respuesta fue un acoso creciente, y amenazas de que mataría a los padres de ella, incluso a su hijo. En el juicio de esta mañana, él ha dicho que en realidad no quería matarla a ella, sino a la persona con la que ella estaba. Ella niega que tuviese una nueva pareja en ese momento. Pero es igual. Él le había dicho que o era de él o de nadie.

Por esta vez, la eficacia policial y un poco de causalidad evitaron una tragedia, una mujer muerta más en la sangrante estadística de la violencia de género. La compañera de piso del homicida avisó a la la mujer, quien rápidamente obtuvo una orden de alejamiento. La suerte quiso que el homicida coincidiese en el tren a Cudillero con la madre de la víctima. Aún a riesgo de ser agredida, se enfrentó al maltratador de su hija y lo echó del tren, mientras llamaba a la Policía. Los agentes locales de Avilés le sorprendieron y le quitaron un cuchillo que llevaba en su mochila. Lo soltaron, y él, fiel a su objetivo homicida, volvió a tomar un tren hacia Cudillero. Pero allí le esperaban varias patrullas de la Guardia Civil, que le cogieron a la puerta del camping en el que Lirian trabajaba. Esta mañana, la mujer confesaba el terror que este psicópata le causa aún hoy. Por esa mala planificación de los juzgados asturiano, la víctima, que esperaba a entrar a testificar, tuvo que cruzar su mirada llena de pavor con los ojos fríos, duros, inmisericordes del hombre que quiso matarla. Al final del juicio ha advertido de que, una vez pase todo esto quiere quedarse en Asturias.