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Triste adiós a la patata autóctona

La polilla guatemalteca altera los hábitos de cultivo: "Tuvimos que destruir lo plantado y sólo nos ingresaron 94 euros", lamentan los agricultores

Antonio Puertas muestra patatas compradas en la frutería, que ahora guarda en el hórreo. ÁNGEL GONZÁLEZ

En los hórreos asturianos ya quedan menos cajones con patatas autóctonas. La prohibición de plantar el tubérculo en trece concejos del Principado, para prevenir la presencia de la polilla guatemalteca, reduce al mínimo la presencia en las caserías del cultivo que trajo Colón a España y que revolucionó la agricultura y la dieta. De América llegó y desde la otra orilla vino la mariposa que amenaza toda una tradición rural.

En pueblos como Monteana (Gijón), donde el foco de polilla que apareció la pasada primavera sentenció a todas las cosechas locales, los vecinos no acaban de acostumbrarse a comprar en fruterías y supermercados, ni a abandonar esa sensación única de tomar el picón y sacar unas "patatinas" de la huerta para preparar la cena.

Loli Menéndez y Rubén Vega, agricultores aficionados, con una casa que llama la atención por la presencia de animales entre los que hay ocas, patos, palomas, vacas y hasta dos jabalíes, lamentan un cambio de hábitos que les ha venido impuesto por la fría burocracia. "Tuvimos que destruir lo que teníamos plantado y hace unos días nos ingresaron 94 euros en concepto de indemnización". No se trata de dinero, en realidad, ese sabor crujiente de las patatas recogidas en el terruño, no tiene precio. "Deberían habernos permitido plantar, al menos este año. Aquí no se ha visto una sola mariposa", indica la pareja. Lo que no se ven son patatas en la tierra. Con gran dolor Rubén Vega ha puesto en la parcela unos guisantes que crecen tímidamente. "Las patatas que compramos no tienen nada que ver con la de casa; se deshacen o quedan duras; no son lo mismo", lamenta Loli Vega que confía en que la consejería de Desarrollo Rural levante algún día la prohibición de plantar.

Desarrollo Rural decretó la retirada y la destrucción de toda la patata de siembra en los concejos declarados como infestados por Tecia solanivora. El volumen total destruido superó los 20.825 kilos a los que se sumaron otros 13.574 de material vegetal. En esas remesas iban las patatas de Antonio Puertas, otro vecino de Monteana que plantaba todos los años cuatro sacos con los amigos. Un buen día en su cuenta aparecieron 98 euros que no tiene muy claro de donde vienen. "Me imagino que es la compensación por las patatas", afirma. En el hórreo de su casería guarda ahora las que compra, a las que mira con cierto desprecio. Quizá por nostalgia conserva Antonio Puertas como una reliquia restos de una cosecha de lo que un día fueron patatas, con ocho años de vida. "La patata va camino de desaparecer en Asturias: si en Canarias que son islas, no han logrado acabar con la polilla mal lo van a hacer aquí", sentencia. Puertas lleva fatal eso de no poder echar mano de las patatas en cualquier momento. "Cuando te das cuenta se acabaron y hay que ir a comprar; eso con las de casa no pasaba", asegura.

Para Esther García, productora de Santa Marina (Cudillero) no poder cosechar "es una faena". Como en la mayor parte de la rasa costera del Occidente, ella sembraba para el consumo familiar. En total, sacaba de una pequeña parcela de su propiedad 50 kilos anuales. Este año no será posible. "No es mucha cantidad, pero la patata aquí se da bien, es buena y nuestra costumbre no es comprar un kilo o dos en supermercado, es tener en casa todo el año y para lo que surja", dice.

En este pueblo de Cudillero hay instalada una trampa que por el momento no dio positivo. "Entendemos que se prohiba, pero no lo asimilamos dicen", dice esta productora. Ella siembra el tubérculo desde hace 20 años y toda la familia está familiariza con el sabor de la patata que cocina, "que nada tiene que ver con la que se compra". "Lo siento especialmente por mis nietos, que me lo reprocharán seguro", dice a modo de anécdota.

Ahora, los productores de Cudillero y otros concejos del Occidente están preocupados por lo que harán sus vecinos. Se cree que unos, por desconocimiento, plantarán en parcelas pequeñas. Es decir, ese esfuerzo de unos por contener la plaga será en vano. "Es la gran preocupación, pero tenemos que vivir con ella", señala Esther García. De momento, no han aparecido patatas manchadas ni con polilla.

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