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NACHO RODRÍGUEZ SOLÍS | Experto en telecomunicaciones, ejecutivo de Vodafone

"El tumulto de las nuevas tecnologías no nos hace peores, sólo nos quita la careta"

"En 2015 felicitábamos la Navidad con mensajes de texto; los cambios de ciclo tecnológico se han acelerado"

Nacho Rodríguez Solís, ayer en Oviedo. MIKI LÓPEZ

- ¿Imposible ya ganar al ajedrez a una máquina?

-Pero desde hace años. Kasparov, por entonces campeón del mundo, se enfrentó al ordenador Deep Blue, que jugaba reguleras, la verdad sea dicha. Una máquina actual pasaría por encima de Deep Blue, porque puede ser cien veces más potente.

- ¿Y si una máquina pudiera pintar Las Meninas?

-Con el arte yo tengo mis dudas porque hay una parte de esa actividad humana que es emoción y a la vez imperfección. Con juegos como el ajedrez o el Go es distinto porque al ordenador le das unos valores generales y ellos se buscan la vida. Las máquinas actuales nunca han "visto" a un humano jugar al ajedrez, no es necesario enseñarles a jugar.

Nacho Rodríguez Solís (Oviedo, 1984), es ingeniero de telecomunicaciones por la Universidad de Oviedo, creció en Bilbao, trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo, en Washington; en el centro de Soft Computing de Mieres, en la Banca Nacional de Canadá, en Montreal; y en el desarrollo de la start-up Dive.tv, en Nueva York. Es técnico altamente cualificado -líder científico de datos, según la terminología empresarial- de la multinacional Vodafone. Vive en Madrid y a bordo de aviones. Nacho Rodríguez impartió anteayer una charla en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA sobre inteligencia artificial.

- ¿Cómo definirla?

-La inteligencia artificial es un objetivo a largo plazo. El de lograr que una máquina parezca que razone. Razonar, en sentido estricto que los humanos conocemos, no lo van a hacer nunca, pero desde hace mucho tiempo las máquinas hacen muchas cosas mejor que nosotros.

- ¿Por ejemplo?

-Hacer números. Lo que ocurre es que de un tiempo a esta parte se ha dado un salto cualitativo. Ahora hacen mejor cosas distintas como puede ser el describir objetos de una fotografía.

- ¿O componer una sinfonía?

-Podría hacerlo aunque está por ver qué valoración crítica merecería esa composición musical.

- Máquinas que se rebelan y mandan a los humanos a paseo. Vaya miedo.

-Que las máquinas tomen conciencia es pura ciencia ficción. Es curioso que la literatura y el cine nos crean la imagen de que esas máquinas rebeldes van a ser siempre malísimas. Yo creo que nos inquieta porque el miedo a los cambios es inherente al ser humano.

- Por muy malas que sean, en maldad no nos igualan.

-Estoy de acuerdo. La esencia de maldad pura tiene un componente de arte. La maldad extrema necesita del genio humano.

- ¿Se atreve a pronosticar por dónde van a ir los tiros de las nuevas tecnologías de la información en 2038?

-No me atrevo ni en un plazo de cinco años. En las navidades de 2015 felicitábamos las Navidades con mensajes de texto que ya casi nadie usa. Se aceleran los ciclos de revolución tecnológica, y se acelera también nuestra capacidad para olvidar cosas. Lo hacemos por obligación, para responder a los cambios.

- O sea, que el WhatsApp quedará out en un abrir y cerrar de ojos.

-Muy probablemente porque llegarán alternativas que nos permitirán seguir comunicándonos más y mejor. Mi primer móvil fue un "ladrillo" Nokia irrompible que me permitía jugar a la serpiente, y no hace tanto de eso. Por eso es tan difícil predecir qué va a pasar en unos años en un sector en el que mucha gente brillantísima investiga desde cualquier parte del mundo.

- ¿Cuánto tiempo se pasa con el móvil activo en una jornada laboral?

-Fácilmente cinco o seis horas. Forma parte de mi trabajo y mi vida. Soy de los que opinan que los móviles tienen que entrar en clase como herramientas educativas de unas generaciones que son nativas digitales y que razonan de otra manera. He visto niños de tres años tratar de ampliar con los dedos una foto impresa en papel de periódico, como si fuera una pantalla.

- ¿Da por hecha la generalización de coches autónomos?

-Cuestión de tiempo. Visualizo el coche autónomo y, a la vez, desconfío de la capacidad inicial de los humanos para compartir carretera con ellos.

- ¿Se montaría en un coche autónomo?

-Por supuesto.

- ¿A 130 por hora?

-Reconozco que pasaría algo de miedo, pero también lo paso cuando me monto en el coche de algún amigo.

- Ponga plazos.

-Me extrañaría que en cinco años no estuviéramos viendo coches autónomos. Ojalá sea así porque demostraría que los miedos no nos han frenado. Va a ser inevitable un periodo intermedio de convivencia entre coches autónomos y automovilistas.

- Mucho más seguro un coche autónomo que otro conducido por un paisano.

-Naturalmente pero queda camino por recorrer. Cuando sea necesario saltarse unas mínimas reglas para huir de un atasco, por ejemplo. Es difícil que una máquina comprenda conceptos como un poco, bastante o a veces.

- Siempre habrá conductores convencidos de que conducen mejor que el ordenador.

-El componente humano da confianza. Nos metemos en un pájaro de hojalata a 7.000 metros de altura y quedamos tranquilos al ver a dos señores con gorra en la cabina, aunque el avión vuele con piloto automático.

- La universalización de la comunicación tiene sus riesgos.

-Muchos. Para empezar, menos pausa y reflexión. Hemos entrado en un mundo incontrolable que no es otra cosa que el reflejo de lo peor y lo mejor de nuestra especie. Pero las nuevas tecnologías, el tumulto en el que se ha convertido la red, no nos hace peores de lo que éramos, simplemente nos ha quitado la careta.

- ¿Seres queridos imperfectos o máquinas infalibles?

-No renuncio por una máquina ni a una sola de las imperfecciones de esos seres queridos. De hecho no quiero renunciar ni siquiera a las mías.

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