Aurelio Menéndez volvió a la tierra después de recibir en Asturias, de parte de sus paisanos, el reconocimiento a un legado personal de apego a la "conciliación". "Ha sabido conciliar", resume el senador y expresidente del Principado Vicente Álvarez Areces en una glosa apresurada del difunto que toma el verbo conciliar por la definición de la Real Academia y retrata a quien sabe "poner de acuerdo a dos o más personas". En el último adiós de su tierra al exministro de Educación en la Transición, al eximio jurista gijonés de raíz ibiense que el pasado miércoles dejó el mundo a los noventa años, un buen puñado de asturianos ilustres le despidió ayer en su Gijón natal dando forma a esta versión sobre su perfil moderador, pacificador, encarnación del espíritu de reconciliación que también caracteriza a la etapa en la que Menéndez se acercó fugazmente a la política española como ministro (1976-1977) de uno de los gobiernos de la España incierta que lideró Adolfo Suárez.

En el tanatorio, antes del funeral oficiado en La Asunción, la misma iglesia en la que celebró sus Bodas de Oro matrimoniales, y de la sepultura en el panteón familiar del cementerio de Ceares, un goteo de figuras de la política, el derecho, la cultura o la enseñanza fue componiendo un retrato hablado de Menéndez en el que también sobresalen las capacidades, sigue Álvarez Areces, de "una persona humilde" como sus raíces, que fue el primer miembro de su familia que pudo pisar la Universidad y que desde sus orígenes modestos "ha trabajado, ha estudiado, ha conseguido ser un referente en su profesión y habiendo visto la vida desde abajo ha sabido conciliar y convertirse en una persona respetada por todos los que le han conocido". Areces coincidió en el tanatorio con su antecesor en la presidencia del Principado, Pedro de Silva, y antes o después ofrecieron asimismo sus condolencias a la familia también el exalcalde de Oviedo y exeurodiputado Antonio Masip, el expresidente del Ateneo Jovellanos José Luis Martínez, el rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, o entre otros el catedrático de Derecho Financiero y Tributario y expresidente de El Musel Mariano Abad.

El pequeño tanatorio junto al parque gijonés del Lauredal no está tan lejos del sitio donde empezó todo, la calle del barrio de El Natahoyo donde el padre de Aurelio Menéndez, Domingo, estableció el almacén y la tienda de legumbres que trajo a la familia de Ibias a Gijón e hizo nacer gijonés al jurista. El expresidente Areces resaltaba ayer las coincidencias de sus biografías, los dos fueron bachilleres en el instituto Jovellanos y fue Areces quien le entregó al jurista, sucesivamente, dos de sus títulos, siendo alcalde, en 1994, el de Hijo Predilecto de Gijón y como presidente autonómico, en 2009, la Medalla de Oro de Asturias.

Los siete hijos del profesor cumplieron su deseo de volver al principio y descansar para siempre en Gijón después de agradecer ayer los múltiples testimonios de condolencia que recibieron ayer en la tierra de su padre. Antonio Masip, "lo conocí mucho, trabajé mucho con su despacho de abogados, que me ayudó en la expansión de una empresa española en el Reino Unido", recordaba, como para corroborar el talante conciliador del difunto, el protagonismo que tuvo Menéndez en la prehistoria del episodio sustancial de la Transición que supuso la legalización del Partido Comunista. En el velatorio, Masip compartió con Aurelio Menéndez hijo, el primogénito del exministro, la historia que aquél desconocía sobre la reunión auspiciada por su padre, y finalmente frustrada, que se puede considerar el primer intento de propiciar un acuerdo que condujese al PCE a la legalidad.

Siendo ministro de Educación, allá por 1976, "antes del famoso contacto entre Adolfo Suárez y Santiago Carrillo en casa del abogado José Mario Armero", antes también del retorno secreto de Carrillo a España, Aurelio Menéndez preparó una reunión previa con el dirigente comunista, también gijonés, en Panticosa (Huesca), en casa del entonces subsecretario de Educación Sebastián Martín-Retortillo y a instancias del jurista y empresario comunista Teodulfo Lagunero. El encuentro nunca se celebró, según propia confesión de Aurelio Menéndez porque Suárez lo consideró "prematuro", pero dejó puesta la semilla para lo que después sería el Sábado Santo Rojo, el 9 de abril de 1977.

El consenso en torno a la virtud conciliadora del difunto se mezclaba ayer con la semblanza de "una persona que quería profundamente a su tierra", del gijonés que confesaba que no dudó cuando tuvo que contestar a la pregunta sobre el nombre que quería que llevase el marquesado que le habían concedido. Aurelio Menéndez, primer marqués de Ibias, quiso descansar en Gijón y sentía en el concejo natal de sus padres aquello que él expresaba con un verso de su paisano Ángel González: "...El viaje milenario de mi carne / trepando por los siglos y los huesos".