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PILAR GONZÁLEZ-QUIRÓS | Diseñadora de joyas y empresaria

"Hicimos mucho dinero, pero lo gastamos en viajar y ayudar a quien lo necesitaba"

"Nunca me casé, todos los chicos con los que salía me pedían que dejase de trabajar; lo pasé tan bien que nunca tuve la necesidad de contraer matrimonio"

Pilar Quirós, en la sala de estar de su casa de Oviedo. MIKI LÓPEZ

La joyera ovetense Pilar Quirós conoció en París a Pierre Cardin y regresó a España con los patrones de los pantalones de cuero del diseñador francés. Le había concedido la representación. Fueron los inicios en el mundo del diseño, primero de ropa y luego de joyas, tarea a la que consagraría si vida.

El regreso a Oviedo. "Con el patronaje de Pierre Cardin creamos los primeros vaqueros de cuero, que tuvieron un éxito tremendo: vendí tanto que no me lo podía creer. Cuando estaba en este mundo, Pedro Rodríguez instala en Avilés la mejor fábrica de 'prêt-à-porter' del mundo. Se me ofrece la oportunidad de presentar su colección en París y allí fui. Presentamos en París la primera colección de 'prêt-à-porter' española. Pedro Rodríguez siempre me decía que yo era mejor con los bordados y los complementos y entonces decidí regresar a Oviedo -de aquélla vivía entre Madrid, París y Barcelona-. Por casualidad cayeron en mis manos unas caracolas y decidí montar una joya para mí. Fui con ella a una tienda de Madrid que estaba muy de moda y la dueña, que era francesa, me preguntó dónde había comprado aquella pieza, y le dije que la había hecho yo. Empecé a diseñar y empezamos a vender y a vender. Fue una época divertidísima, un poco hippie. Iba mucho a Ibiza y empecé a diseñar colgantes hippies que tuvieron mucho éxito. Mi hermano Juan había abierto una tienda de antigüedades en el Reconquista y le dije que él pagase la renta y yo me encargaba de la tienda. Nos empezó a ir bien pero nos dimos cuenta de que necesitábamos más conocimientos y mi hermana y yo nos hicimos gemólogas. Estudiábamos mientras trabajábamos y nos examinamos en Barcelona y en Londres porque quería la titulación internacional. Aquello también fue muy divertido. El primer año era como estudiar la guía de teléfonos, así que inventamos bordar un traje con las claves y las características de las piedras e íbamos a los exámenes disfrazadas. Los diseños empezaron a tener muchísimo éxito. Empezamos a montar mineral en bruto. En la Escuela de Gemología de la Universidad Complutense se sigue diciendo que las Quirós rompieron los cánones en el mundo de la joyería. Recuerdo una exposición en Bilbao que yo llevaba una pieza que no quería vender. Vino un señor y me preguntó cuánto costaba. Pensé que al día siguiente tenía que pagar una letra y no tenía dinero, así que le dije una locura, 30.000 pesetas, sacó 15.000 pesetas me las dejó en depósito y por la tarde volvió a por la pieza. Yo pagué la letra".

La tienda de la calle Marqués de Teverga en Oviedo. "Íbamos a muchas ferias, viajábamos muchísimo, lo recorríamos todo. Hay un diseñador ahora que me vuelve loca, que es Marcos Luengo. Le veo y pienso como nos parecemos, cuando veo su trayectoria me veo a mí cuando era joven. En uno de esos viajes, en el aeropuerto de Londres, vimos una tienda que se llamaba Body Shop y pensamos que sería un puntazo montarlo en Oviedo. Mi hermano Juan, que es peor que nosotras, vio el local de la esquina de Marqués de Teverga y Cervantes y allí montamos el Body Shop. Vendimos, vendimos..., pero según lo vendimos lo gastamos. No tengo un duro, pero qué bien lo pasamos. Estuvimos con el Body Shop muchos años, pero lo dejamos porque nos llevábamos muy mal con la franquicia. Decidí que lo mío era la joyería y me centré en ello, hasta que creé Nuevo Futuro en Oviedo; fue asombroso cómo respondió la gente. Le dediqué cuatro años de mi vida, me volqué en cuerpo y alma con los niños, pero llegó un momento en que tuve que decidir si seguía presidiendo Nuevo Futuro o me dedicaba a la joyería. No se puede ser presidente siempre, es lo mismo que le reprocho a Rajoy. Tuvimos la tienda durante 38 años, ahora la llevan mis sobrinos y estoy encantada, lo hacen muy bien".

La relación con la Reina Sofía. "A doña Sofía la conocí en el rastrillo de Nuevo Futuro en Madrid. Económicamente no compensaba ir, pero por allí pasaba todo Madrid. Un día estaba en el puesto y pasó doña Sofía, iba con prisa porque tenía una comida. Le dijeron que había un puesto con joyas arqueológicas y al oír arqueología se paró. Me dijo que no tenía tiempo pero que le gustaría verlo con calma y yo le dije que éramos de Oviedo. Me dijo que se lo ponía difícil y le contesté que yo iba a la Zarzuela cuando ella quisiese; me pidió que fuese al día siguiente y le contesté que no, que no podía desmontar el puesto. Entonces reservó tres piezas y me dijo que fuese a la Zarzuela al acabar el rastrillo. Aquella tarde me llamaron de la Zarzuela y era ella, quería regalarle a Noor de Jordania unos pendientes de monedas romanas que había visto. Se los mandé por un motorista y ella estaba preocupada de cómo me los pagaba; le dije que no se preocupase, que ya me los pagaba en otra ocasión. Ya son 22 años de relación. No puedo decir que soy amiga de la Reina Sofía pero sí que la relación no puede ser mejor. Fue mi hada madrina y siempre que viene a Oviedo trae alguna pieza de Quirós. Es encantadora, la gran desconocida de España. Íbamos a verla a la Zarzuela en un Nissan Micra y nos llamaban snobs, pero es que era el coche que teníamos. Es cultísima. A mí me gusta mucho la arqueología y me volvía loca, hasta que un día le dije: 'Pero si usted es arqueóloga, sabe mucho más que yo', y me contestó: 'Sí, pero no tengo tanto tiempo como tú para ver cosas'. Los fósiles y las monedas romanas son la enseña de Quirós, fuimos las primeras que empezamos a montarlas".

La boda que nunca llegó. "Estuve muy enamorada de un chico que conocí en París. Luego salí con mucha gente, con gente estupenda, pero había un problema: como mujer tu profesión no contaba y todos con los que salí querían que dejase la joyería. Supongo que no encontré a la persona adecuada, pero nunca eché de menos haberme casado. Fui tan feliz y lo pasé tan bien que nunca sentí la necesidad de casarme. Hice lo que me dio la gana toda la vida. En Oviedo no entendían mi tipo de vida. Cada vez que salía con alguien me decían: 'Es un chico estupendo', y yo contestaba: 'Sí, y yo también'. En casa nunca me impidieron hacer algo que yo quisiese hacer. Lo único que no quise hacer fue entrar en política. En la Transición me llamaron el mismo día de Alianza Popular y de Comisiones Obreras por si quería entrar en política; dije rotundamente que no. No valdría para la política, me pegaría todos los días con alguien porque no sé callar. No estoy de acuerdo con ninguno de ellos. No creo que vuelva a votar. Los diputados suben el sueldo un 7 por ciento y a los pensionistas nos suben un 0,25 por ciento. No me gustan los políticos, aunque uno de los mejores momentos de mi vida fue una conversación con Adolfo Suárez, qué tío más genial. Yo estaba aún en la tienda del Reconquista, el año anterior él había venido como presidente del Gobierno y aquel día, después ya del 23-F, lo vi caminar solín por el patio del Reconquista, salí de la tienda y le dije: 'Señor Suárez, cómo va tan solo', y me contestó: 'Chica, los tiempos cambian'. Estuvimos hora y pico hablando, un señor impresionante, no como otros que han pasado por la tienda y que piensas: pero éste de qué va".

Detenida en Nueva York y la jubilación. "Hace cuatro años estuve cuatro horas detenida en el aeropuerto de Nueva York. Al llegar te toman las huellas y te hacen una foto de los ojos. Después de hacerlo llega un policía y me dice que por favor le acompañe. Tras cuatro horas llega un policía que habla un poco de español y me explica que mis datos coinciden con los de una terrorista; cuando me lo dijeron pensé que era lo único que me faltaba en la vida. El FBI tuvo que comprobar mis datos y decir que no era una terrorista. Me jubilé hace dos años y es lo mejor que me ha pasado en la vida. No ahorré nada, ganamos mucho dinero pero nos lo gastamos todo en viajes geniales y en repartir muchísimo. Me fui a Japón cuando nadie iba a Japón, recuerdo que el billete nos costó un millón de pesetas. Viví como 'patapollo'. El dinero lo había y se gastaba. Ahora si quiero viajar no tengo que hacerlo en fin de semana, viajar por semana es un lujo. Cuando hace un día de sol me voy a ver a mi perro a La Isla, a una finca preciosa que tenemos. Tengo huerta, para qué quiero un gimnasio. Soy feliz en la huerta. Lo único que siento es los años que tengo y el poco tiempo que me queda para hacer cosas".

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