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Cuarto de fanega

El alma femenina de la aldea

El alma femenina de la aldea

Ahora que la revolución digital global asalta el campo asturiano y llena las cuadras de análisis de datos y robótica, es un buen momento para poner de relieve la esencial contribución de las mujeres rurales al desarrollo de un sector agrario que vivió durante décadas del trabajo imparable y silencioso de miles de féminas.

Ellas se encargaban de sembrar, segar, cocinar, organizar la casa y la cuadra; vender los productos, criar a los hijos y, en definitiva, dirigir esas pequeñas o grandes empresas ganaderas que florecieron en las aldeas asturianas.

Seguro que a todos se nos viene a la mente una de esas mujeres que trabajaban de sol a sol, mandaban como locas y encima aún tenían tiempo de leer y cultivarse a ellas mismas, que no siempre la aldea envilece y embrutece, ni mucho menos.

¡Cuánto hubieran dado aquellas intrépidas y esforzadas ganaderas por tener un robot de ordeño o un dispensador automático de alimentos para sus vacas! Pero (siempre hay alguno pero, es inevitable), aquellas damas de la aldea también fueron y son en parte responsables de que el campo asturiano y por extensión el español, siga hoy la senda de la masculinización. Ellas educaron a sus hijas para que buscasen un futuro urbano, con estudios universitarios, una vida que las alejase de los días sin horarios y el trabajo ni reconocido ni pagado. La emigración femenina a las ciudades, que empezó en los sesenta y continuó en décadas posteriores, es una de las causas del despoblamiento actual que vive el campo. En los pueblos faltan mujeres, sobre todo mujeres jóvenes que amen esa tierra que pisan a diario. Igual que la madre transmite a sus hijos el amor por un idioma y una cultura, la mujer rural es el pilar sobre el que se asienta el paisaje natural de este paraíso, con todos los valores que conlleva.

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