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FERNANDO ALBA | Escultor

"La inseguridad es el único camino que conozco para avanzar"

"La vida está llena de accidentes que vienen a turbar tu paz, aunque sea para bien"

Fernando Alba. IRMA COLLÍN

Asunto zanjado. Fernando Alba recaló en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo, como alumno, tras superar el escepticismo paterno. Severo, su padre, fue ganadero reconvertido a la hostelería gracias a la buena mano culinaria de la familia. Clara y Severo regentaban un bar en Silla del Rey, en Oviedo, y su hijo Fernando se movía entre ambiciones artísticas y vitales con un grupo variado. "Recuerdo entre otros a Falín, Mauro, José Ramón, Antonio Areces y, por supuesto, Carlos Sierra, con el que viajé a París en 1967. Había otro personaje, se llamaba Miguel Ángel Caballero y llegó a Oviedo para estudiar Derecho. Venía con todos 'sus' poetas en la mochila y daba recitales en el bar La Quintana, en la calle La Luna. Hombre con maravillosa inquietud literaria".

En 1971 Alba gana el premio "Ateneo de Madrid". "Yo subía todos los días a las seis de la tarde a ayudar a mis padres al bar y así me ganaba un sueldín. Un día mi padre me pasó a la despensa y preguntó: "Vamos a ver, ¿te quedas con el bar, sí o no?". Y le contesté que no volviera a hablarme del tema. Tuve que emplearme con convicción. Recuerdo que mi padre contaba esta anécdota a los amigos mucho tiempo después, y lo hacía con orgullo".

"Yo ya no puedo ayudar". Fernando Alba recuerda la primera vez que asistió a una exposición de Alejandro Mieres -hacia 1964-, y también la primera vez que acudió al estudio del artista recientemente fallecido. "Era un estudio con mayúscula, lleno de obra contundente". Mieres lideraba en cierta forma el grupo Astur 71, junto a Navascués -otra inmensidad creativa-, Manuel Arenas, Mariano Ciagar, María Antonia Salomé y el propio Alba. "Astur 71 tuvo vida breve pero intensa. Hicimos una única exposición, en la galería Tassili, en Oviedo".

Puede que Fernando Alba sea artista plástico porque un viejo amigo, maestro y escultor, apostó por él cuando era un adolescente. Jorge Martínez Jordán, tallador de vírgenes y santos, dio al joven Alba el empujón que estaba deseando. "Años después de conocernos en Grado, volvimos a coincidir en Oviedo. Había encontrado trabajo en la marmolería de Constantino Cabal. Yo vivía en medio de confusiones terribles. Le preguntaba cosas y recuerdo que un día me miró a los ojos y me dijo: 'Fernando, yo ya no puedo ayudarte, me preguntas y no sé qué contestar...'. Vivíamos en mundos distintos".

Un baile inolvidable. "Conocí a Marigel, mi primera mujer, bailando, que es una buena forma de conocerse. Ella vivía en Trubia y yo en Grado. En Trubia en los sesenta había unos bailes míticos y los chavales acudíamos en un autocar al que llamaban La Lata, ya se puede imaginar por qué. Era la única forma de regresar a altas horas de la noche. Marigel y yo dimos en bailar, en quedar y en continuar con nuestra relación. Fuimos y vinimos, nos dejamos y volvimos... supongo que todo esto forma parte del proceso. Nos casamos en 1968. Yo pasé una larga temporada en Madrid, acudía a pintar al natural al Círculo de Bellas Artes y trabajaba en un taller que hacía imágenes de madera de estilo románico.

Un viaje sin retorno. "Vivíamos en la calle Argüelles, y mi mujer siempre estuvo involucrada en mi proyecto. Entendió mucho el arte y contribuyó decisivamente a mi resistencia. Tardamos cuatro años en tener a nuestra primera hija, Anusca, y otros cuatro a Jorge. Marigel falleció en 1999 a los 53 años de edad. Sigue presente, en mis hijos, en mi nieto... Sigue ahí. Un momento importante en mi trayectoria artística sucedió en 1974 cuando logro uno de los premios de Autopistas del Mediterráneo para levantar una escultura en la autovía entre Barcelona y Tarragona. Presenté un proyecto arriesgado. Trabajé días y días sobre el terreno, junto a un grupo de operarios que se partieron el alma por aquella obra. Hubo jornadas laborales hasta las dos de la madrugada. Me pagaron unas 500.000 pesetas que me vinieron fenomenal. Para mis padres aquello fue el punto sin retorno, pero ese momento yo ya lo había cruzado mucho tiempo atrás".

De alumno a profesor. "Cuando vuelvo de Cataluña me llama Bernardo Sanjurjo y me ficha como profesor de la Escuela de Artes y Oficios que él había empezado a dirigir. La llegada de Sanjurjo representó una revolución. Fui profesor de Modelado y Vaciado. La aventura de la enseñanza fue vital porque si uno no aprende enseñando, mal asunto. El contacto con los alumnos te obliga a pensar de nuevo las cosas. Los motivaba dándoles libertad, pero también exigiéndoles que explicasen esa libertad. Era una dialéctica que yo no tuve como alumno. Le decía a la gente joven que la inseguridad es el único camino para avanzar y que precisamente las seguridades hay que encontrarlas en la duda, en las preguntas. La Academia te sitúa en el lugar donde te puedes tirar al abismo. Y es ahí donde deben aparecer tus alas. Estuve 28 años como profesor y me consta que los alumnos hablan bien de mí, tan bien que me emocionan".

"Sombras de luz". "Había trabajado en un proyecto para la zona de El Humedal, en Gijón, pero las características de la obra obligaron a buscar otro emplazamiento. Aquello fue polémico, me obligó a desarrollar mi lado zen. pero reconozco que a veces, ante algunos comentarios, me encaraba: vamos a ver, señora, si quiere se lo explico, siga paseando y a la vuelta me dice... 'El arte se aprende, pero no se explica', decía Chillida. Yo creo que sí se puede explicar. ¿Cómo? Ah, pues vamos a ver... hay que ser sugerente y creativo. La gente está ávida de que le abras ventanas. En general "Sombras de luz" fue muy bien recibida por los artistas".

Una exposición pendiente. "La vida está llena de accidentes que vienen a turbar tu paz, aunque sea para bien. A mis alumnos siempre les dije que el valor y la gracia de las cosas estaban antes en la reflexión que en el puro oficio. No suelo mirar atrás, y cuando lo hago veo que no sirve para nada". Alba está casado con Teresa Villamea, pintora. Sigue preguntándose cosas, manos en la masa y reconoce que debe una exposición a los amigos y a sí mismo.

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