Villa (Corvera), A. P. GIÓN

Adentrarse estos días en el taller del escultor Pepe Espiña, ubicado en la localidad de Villa (Corvera), es como retroceder al Paleolítico, pero a la edad de cartón piedra. Una familia de neandertales, que parece echar a andar en cualquier momento, preside la nave y hoy mismo partirá a su nuevo hogar, el museo del kárstico de Amieva. A su lado reposa ya la estructura en poliespan de su siguiente encargo, con destino el Oceanographic de Valencia: un tiburón toro que viajará a la ciudad mediterránea junto a una tortuga gigante.

«Son piezas didácticas. Tiene que apreciarse la anatomía. A la tortuga se le podrá quitar el caparazón para observar el esqueleto. Con el tiburón pasa lo mismo», explica mientras voltea la pieza y señala hacia las que serán las vísceras del escualo, que ya se aprecian incluso antes de dar fibra y color a la escultura. Sus técnicas son completamente artesanales y las manos su única herramienta. La tecnología en su arte se limita a la mera búsqueda de documentación en la red. En una de las mesas de taller pueden verse papeles que recogen la anatomía de ambos animales y que, a continuación, plasma en poliespan.

La familia de neandertales que ocupará una cueva que recreará el Paleolítico medio en el museo de Amieva está presentada al mínimo detalle. «Para el pelo utilicé extensiones, de las que ponen en la peluquería. ¡Son totales!», explica. Y por apariencia de realidad, que no quede. La mancha roja que salpica el cuello del conejo recién cazado que porta el cazador del Paleolítico es la del propio artista: «Me pegué un buen tajo en el dedo y se me ocurrió utilizar la sangre para la del animal», añade Espiña, cuyas manos han modelado en la última década belenes, carrozas, escenarios, artilugios del Descenso de Galiana y un largo etcétera.