Que la prensa debe dar noticias es evidente, y que tiene que hacerlo de una manera gráfica y visual para diferenciarse entre ellos, es igualmente una evidencia. Pero que los medios de comunicación pugnen por ver quién saca la imagen más alarmante, o la escena más terrible, o el titular más sensacionalista, eso ya es mucho, eso ya es crear artificialmente un estado de alarma y fomentar conscientemente la psicosis colectiva. Digo esto en relación al tan manido tema ya de las «vacas locas», en el que la aparición del caso de dos personas muertas por la variante de esta enfermedad animal en las personas ha vuelto a desatar todo el sensacionalismo atávico de los medios de comunicación. Tiene huevos que se quite de la parrilla de televisión «El tomate» por su supuesto sensacionalismo, y sin embargo veamos de primera noticia del telediario a una vaca tambaleante, echando espuma por la boca, llena de «cucho hasta les oreyes»... y luego a máquinas excavadoras enterrando a cientos de vacas medio podres, algunas de ellas aún vivas, y eso claro, a la hora de comer. ¡Muy guapo! ¡A ver ahora quién ye el cojonudo que come carne! Y eso sin decir que nadie se preocupe, porque en España los controles son estrictos y esa gente pilló la enfermedad hace más de diez años en Inglaterra.

La aparición de dos casos de personas muertas por la encefalopatía espongiforme es una noticia grave, y que en diez años haya habido tres casos es igualmente reseñable. ¿Pero justifican esos tres casos la ruina del sector ganadero español? Somos un país propenso al alarmismo, al exceso verbal, y la prensa no puede escapar a ello, es evidente, pero no justifica para nada el continuo acoso que sufren los sectores agrícolas y ganaderos del país. Que sube el IPC... la culpa es del pollo, pollo éste que compran al ganadero a 0,50 euros; que los índices se disparan..., la culpa es de la carne de gochu, que pagan al productor a 1,13 euros el kilo (sí, señores, un gochu de 100 kilos lo vende el ganadero por 19.000 de las antiguas pesetas). Se responsabiliza a las hortalizas de encarecer la cesta de la compra, o a las legumbres, pero luego nadie dice nada cuando el periódico pasó de valer 100 pesetas a un euro, un 66 por ciento de subida; o un café de cien pesetas a 1,20 euros, un 100 por ciento de subida; y no hablemos ya de un piso, un Audi (que ahora parece que los regalan) o un bolso de marca. Pero en eso no nos importa gastar dinero, y no nos parece caro; sin embargo, nos espanta que por primera vez en años un litro de leche cueste más que un litro de agua. ¡Tiene huevos el asunto! (Y digo huevos porque seguro que también serán responsables de algo).

Los precios del sector agrario llevan estancados más de quince años, y eso parece no importarle a nadie, sin embargo el gasóil, los piensos y lo que cuesta producirlos han aumentado un 125 por ciento. ¿Es eso normal? Hace veinte años, una familia con doce vacas vivía de una manera holgada, ahora una con 46 pasa apuros y está hipotecada hasta las cejas ¿Es eso justo? Y por si todo eso fuera poco, las continuas campañas de la prensa hacen que cuando un respectivo sector levanta un poco la cabeza, ¡madera!: ¿Que sube el pollo? Gripe aviar, miles de pitos a la pila del cucho. Oye, ¿que mejora el precio del cerdo? Venga triquinosis, en la tele 5.000 gochos enterrándolos vivos en cal viva. ¿Que sube la carne de vaca? Venga, que murió un paisano de la enfermedad de las «vacas locas», pero nadie se preocupa de decir que la tiene desde hace más de diez años, y probablemente la pilló en un viaje a Inglaterra y nadie se molesta en decir que los controles sanitarios en España son estrictos y es muy difícil que ahora pase algo de eso, y que la culpa a lo mejor fue por viajar: seguro que eso ye lo malo.