Una historia de corazones rotos. Pero de sueños cumplidos a través de la creación artística. La obra «Ellas dicen que Puccini», que fusionó teatro y lírica el viernes en el teatro Palacio Valdés, acercó al público la figura y obra de Giacomo Puccini (1858-1924). Porque tras una pluma genial, hay siempre un ser humano.

«Ellas dicen que Puccini» tiene una clara intención didáctica de despertar el interés por la ópera y por el compositor romántico italiano. Pero la obra no supone un recorrido fulgurante por la biografía del compositor, sino que acota. Este título, que se estrenó en febrero en el teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares, analiza e interpreta la influencia de las mujeres que se cruzaron con Puccini, en las óperas del autor. Al parecer, las musas tenían carne y huesos.

Puccini fue el creador de algunos de los personajes femeninos más inolvidables de la historia de la ópera. Son heroínas que reviven en la piel de unos visitantes de la «Casa museo» de Puccini, situada en su Lucca natal. De algún modo sobrenatural, los personajes recobran la voz. Y no sólo para recordar las arias más populares de Puccini. Lo interesante fue cómo los personajes se retorcieron a modo de un acto definitivo, en el que Puccini, además de convertirse en uno de ellos, es sometido al juicio y al psicoanálisis de su propia creación, de su propia biografía. Pero siempre en tercera persona.

Un sugerente juego de luces apoyó esta trama que se enmarca en la línea de «Seis personajes en busca de un autor», de Luigi Pirandello, exponente del «metateatro» o «teatro dentro del teatro», en el que Miguel de Unamuno también tuvo mucho que decir.

Salvo un par de momentos de fragilidad, cuando se enfrentaron las historias de Elvira, la mujer de Puccini, y la de su sirvienta Doria, la trama transcurrió en una evolución verosímil, potenciada por la magnífica dicción de la actriz Manuela Paso. Sin más despliegues escénicos que la habitación donde los temas operísticos encontraban a Puccini, las sopranos se manejaron mejor vocalmente que Eduardo Santamaría, tenor que acogió el comprometido papel del propio Puccini.

Svetlana Bassova arrancó la ovación espontánea del público, tras la compleja aria de escritura mantenida «In questa Reggia», de «Turandot». La soprano dramática rusa -que llevó con profesionalidad el denso texto en castellano-, contrastó con la voz de Adela López, con un punto más ligero. Destacó entre el repertorio la ejecución de las arias de «Turandot» y de «La Bohème», interpretadas estas últimas por López, quien encarnó a «las mujeres que bordan azucenas y rosas», es decir, las más dóciles y modestas.

«Ellas dicen que Puccini» abre una puerta, pero se cuida de no echar por tierra el mito. El misterio empieza por encerrarse en los propios personajes de esta propuesta escénica y musical.