Francisco L. JIMÉNEZ

Biodar, la empresa especializada en energías «limpias» que inició el año pasado la tramitación de permisos para abrir una planta de fabricación de biodiésel en el puerto de Avilés, ha decidido dejar en suspenso su proyecto ante el oscurecimiento de las perspectivas de negocio. Según ha podido saber este diario, los responsables de la sociedad, en la que participa el grupo avilesino de empresas Daniel Alonso, seguirán adelante con el papeleo del complejo por si en los próximos meses las circunstancias de mercado cambiasen a posiciones más favorables, pero, de momento, no comenzará obra alguna ni se materializará la inversión prevista. Según se anunció en su momento, el deseo de Biodar era ocupar suelo en la margen derecha de la ría y establecer allí su base de operaciones. Se ignora si la firma mantiene el interés por el terreno.

La «congelación» de los planes inversores de Biodar -se habló de un presupuesto de 40 a 50 millones de euros- tiene que ver con dos factores. De un lado, que el biodiésel importado de Estados Unidos se ha convertido en un competidor invencible para los fabricantes españoles, toda vez que en aquel país existen importantes incentivos fiscales a las «energías verdes» y eso adultera los precios internacionales en ausencia de una legislación compensatoria.

Pero, además, la fabricación masiva del combustible de moda ha aumentado de forma notable la demanda de materias primas (soja, colza, cereales varios...), encareciendo las mismas a un extremo en que deja de tener interés el negocio, según han declarado a LA NUEVA ESPAÑA conocedores del sector. «Sale más barato traer en barco una tonelada de biodiésel estadounidense que importar una tonelada de materia prima para elaborarla en Avilés. En estas condiciones, como resultará comprensible, no hay posibilidades de competir», explicó a este diario un empresario asturiano conocedor de los entresijos del mercado del biodiésel.

La decisión de Biodar de echar el «freno de mano» a su proyecto energético para Avilés no ha sido la única de este tipo tomada en Asturias; recientemente se supo que la familia Jiménez Belinchón frenaba también su proyecto para El Musel (Gijón) debido a las dudas sobre la rentabilidad de la misma. Otro tanto ha ocurrido con Duro Felguera, que también había planificado la entrada en el mercado del biodiésel desde la plataforma portuaria de El Musel. La firma asturiana seguirá adelante con la tramitación de su proyecto, pero sólo llegaría a almacenar combustibles: no entra de momento en sus planes producirlos.

Ante el sombrío panorama que se atisba para el biodiésel español, una situación extensible al resto de Europa, la Asociación de Productores de Energías Renovables ha trasladado su preocupación al Gobierno, al que pide que modifique la legislación fiscal para que los biocarburantes importados con subvención en origen se beneficien al llegar a España del tipo cero en el impuesto especial de hidrocarburos.

Asimismo, se solicita del Ministerio de Industria que desarrolle un reglamento regulador del consumo obligatorio de biodiésel que se fijó en un 1,9 por ciento (en relación con gasóleo convencional y gasolina) para 2008, un 2,4 por ciento para 2009 y un 5,83 por ciento para 2010. Los productores españoles, como otras veces ha ocurrido con Estados Unidos, denuncian las prácticas de «dumping» que impulsa la Administración de Bush y también han apelado a la Unión Europea para que haga frente a esa «competencia desleal».

En tanto se resuelven estas cuestiones en Madrid y Bruselas, el puerto avilesino se queda sin uno de los proyectos de diversificación de actividades más ilusionantes que habían surgido en los últimos años.