El olor a pinos y el sabor a mar se sustituyen por el humo de las fábricas y el trazado de la Ronda Norte, un buen ejemplo de cómo se consensúa el «bien común» en Avilés y comarca. El deterioro medioambiental que sufre Salinas ya no es noticia; nos hemos acostumbrado a una situación que viene fraguándose desde hace décadas. Ahora tan sólo se rematará lo que en el futuro será calificado como impacto medioambiental del socialismo asturiano de la primera década de 2000.

Parece irónico que se organicen congresos sobre desarrollo sostenible y se fomente Asturias como Paraíso Natural para luego ejecutar por decreto ley un «atentado» contra una de las zonas turísticas más prosperas de la región. Nuestra alcaldesa, Ángela Vallina de la Noval, lo expresó sin tapujos en este diario: «Diálogo contra prepotencia». Esperemos que al final no sucumba a las compensaciones que pudieran ofrecerle los poderosos «prepotentes»...

Entre tanto, no acabo de comprender por qué no se analizan otras posibles soluciones que parecen más sensatas. ¿Existirán intereses inmobiliarios ocultos? Desconozco los pormenores e imagino que habrá explicaciones técnicas para demostrar que el trazado por la cantera de Raíces es una opción a descartar. Aunque sería interesante que algún experto en la materia explicara la situación al pueblo, el litoral susceptible de «maltrato» es propiedad de todos los ciudadanos.

Otra de las alternativas que se barajan es la construcción de un puente que atraviese la ría. La inversión será más costosa, pero, viendo la «boyante» situación económica del Principado -según nuestros políticos-, seguro que habrá recursos, pese a la desaceleración acelerada...

¿Falta de transparencia, informaciones manipuladas, decisiones prepotentes? Como diría el filósofo, «Sólo sé que no entiendo nada». Por todo ello, ahora que comienza la temporada de verano, tan sólo pediría a los gobernantes que visiten la playa de Salinas que imaginen el paisaje de la Ronda sobre el verde que ahora puebla nuestro entorno.

En cuanto a la protección del Peñón de Raíces, con su yacimiento arqueológico medieval, y a la zona «desprotegida» de El Espartal, en realidad, ya están castigados por decisiones industriales mal gestionadas en tiempos recientes. Tan sólo falta el remate final para apuntillar lo que un día fue un verdadero paraíso natural. El glamour ya ha cedido el paso a la explotación. Las dunas y la vegetación ya están en peligro de extinción. Las fugas de gases contaminantes ya son frecuentes (pero se hace la vista gorda). Los incendios provocados en el pinar ya quedan archivados en el olvido, los terrenos ya están contaminados, pero falta la construcción de una «super-ronda» para empeorar el impacto visual y medioambiental de la zona. El asunto me parece un diálogo de besugos que desembocará en una decisión prepotente. Así las cosas, ¡viva el desarrollo sostenible!