Con estupor y cierta mala leche terminó un servidor de leer la entrevista sobre el «botellón» realizada al presidente de las Juventudes Socialistas de Avilés, Sergio Sanzo. La entrevista se le realiza precisamente por ejercer ese cargo, por lo que antes de leer el texto uno ya se hace ciertas conjeturas al respecto: se le presuponen un mínimo de conocimientos para hablar de la materia en cuestión, se le atribuyen una serie de cualidades y, sobre todo, cierta cordura en el discurso. Pero lejos de la realidad, la entrevista (o más bien las respuestas) no hay por dónde cogerla.

El señor Sanzo, de un plumazo, se carga todas las políticas de salud y prevención de drogas, demuestra no leer la prensa (ni nada de literatura a este respecto) por ejemplo cuando dice que la ley asturiana que regula la edad legal para el consumo de alcohol es acertada y debería extenderse por todo el país. Este chico no sabe que Asturias es la única comunidad que aún no ha revisado esta ley; el resto del país ha subido la edad mínima de consumo de alcohol a los 18 años y no por ser más conservadores que nosotros, sino porque está demostrado desde el ámbito de la salud (entre otros muchos razonamientos) que el consumo de alcohol en personas aún en desarrollo puede causar, y de hecho causa, daños irreparables. Tienen todavía más gracia estas declaraciones cuando el propio fiscal antidroga de Asturias, el señor Perals, ha instado ya varias veces al Parlamento asturiano a revisar esta ley por su incongruencia con las políticas de prevención y promoción de la salud.

Insiste además el señor Sanzo durante toda la entrevista en razonamientos vulgares y faltos de contenido. Si de verdad queremos abordar el asunto del «botellón» primero deberíamos saber cuántos elementos de análisis están implicados. Por mencionar uno: hablemos de las políticas de juventud. Y puesto que este chico es el presidente de unas juventudes de un partido político debería saber algo al respecto. Podemos mencionar cómo la ausencia de alternativas de ocio al «botellón» brillan por su ausencia, salvando experiencias puntuales que él mismo reconoce que no son la solución global a este problema. Hablemos de cómo durante las noches de los fines de semana la oferta mayoritaria es la hostelería privada. Hablemos de que el único lugar gratuito de encuentro que tienen los jóvenes para poder reunirse, charlar y ligar son los parques de las ciudades. De cómo los jóvenes ven que sus padres hacen exactamente lo mismo, con más recursos y por tanto de forma más discreta, que ellos mismos sin que nadie les critique. Hablemos de a qué precios están los conciertos de música (aplaudamos por ejemplo al Ayuntamiento de Llanes en su apuesta con «Llanes al Cubo»), las obras de teatro o los cines. Hablemos, señor Sanzo, de la auténtica situación de los jóvenes: del trabajo (el 90% de los contratos que se firman en España son temporales y más del 60% de los trabajadores cobra menos de 1.000 euros), de la vivienda, de la educación (España es, de los países de la UE, el 15.º que menos invierte en educación respecto a su PIB), hablemos de las políticas de educación para la salud (de aplicación voluntaria y altruista en los colegios e institutos por parte de los equipos docentes), hablemos de la carga mediática e institucional que se hace contra los jóvenes, tildándolos permanentemente de vagos, borrachos y maleantes (véase el ejemplo de Pozuelo y toda la respuesta posterior en los medios). Hablemos, señor Sanzo, del presupuesto que destinan los ayuntamientos para políticas de juventud. Lástima verle salir en los medios para apoyar el «botellón» y no para hablar de estas otras cosas.

No se trata de discutir si el «botellón» es bueno o es malo, se trata de analizar por qué surge y cómo desde el ámbito institucional, con el apoyo de la comunidad, podríamos elevar propuestas que contrarresten esta situación. Debemos rompernos los cuernos poniendo soluciones y no quedarnos en el absurdo y patético debate de si los jóvenes pueden o no hacer «botellón». Lo seguirán haciendo, primero, porque el alcohol es la droga (dura) más extendida y aceptada en España, lo seguirán haciendo porque en la balanza de las opciones del ¿qué hago esta noche? la más accesible siempre será ésta, porque mientras ocupemos el tiempo en ver «qué hacemos con los jóvenes» no lo ocuparemos en analizar «a qué tienen derecho los jóvenes» (y aquí no pondría en primer lugar el alcohol; vivienda, trabajo, educación etcétera, seguro que sí). Porque en definitiva, señor Sanzo, de lo que se trata es de que esta generación y las futuras sean «diferentes» a las que nos precedieron y reivindicando los mismos errores que cometieron otros no vamos por buen camino.