Francisco L. JIMÉNEZ

«¿Dónde están los coches?». Ésa era la pregunta que ayer por la mañana, coincidiendo con el estreno de la zona azul en la ciudad, se hacían los avilesinos al salir a la calle y sorprenderse de la insólita visión de una ciudad sin apenas vehículos aparcados en las calles. La respuesta al interrogante estaba en zonas como el No-Do, la calle del Fuero y alrededores, el apeadero de Feve en la calle del Muelle, La Magdalena, el poblado de San José Artesano o incluso Versalles, que hasta allí llegaron buscando aparcamiento gratis los conductores que, expulsados del centro por la ORA, se desesperaron tratando de encontrar un sitio donde dejar el coche. Resultado: una fluidez del tráfico en el centro como no se recuerda y colapsos en las inmediaciones de los lugares donde aún es posible aparcar sin pagar.

La descongestión circulatoria del centro urbano que trajo consigo la zona azul sorprendió a propios y extraños y fue, con diferencia, el tema central de corrillos y tertulias. A unos les gustaba el aspecto de un Avilés sin coches -«¡qué tranquilidad!, parece que fuera el día de Año Nuevo, comentaba un parroquiano en un bar-, pero a otros maldita la gracia que les hizo la implantación del nuevo sistema de aparcamiento: «Trabajo en Sabugo y he tenido que aparcar en la carretera de San Cristóbal, y no es por no pagar, sino porque no puedo salir cada dos horas a cambiar el coche de sitio», se quejaba una joven.

El concejal de Tráfico, Luis Ramón Fernández Huerga, admitió haberse visto sorprendido por la baja ocupación de la zona azul en las primeras horas del día , y eso que ya los responsables de Dornier, la empresa adjudicataria del servicio para los próximos 15 años, habían advertido de que ocurriría algo así. «Con el paso de los días la situación tenderá a normalizarse», aseguraba el edil.

El paso de las horas no cambió mucho la situación y así, con la excepción de las zonas verdes (reservadas para residentes), durante todo el día abundaron las plazas libres en la zona azul y, aunque en menor medida, también en la zona naranja (plazas de baja rotación donde se puede aparcar hasta cuatro horas por dos euros). La mayoría de los conductores que usaron la zona azul lo hicieron para estancias cortas de tiempo y las grúas encargadas de retirar los vehículos de los infractores de la nueva ordenanza de aparcamientos apenas tuvieron trabajo. A mediodía sólo había diez coches en el depósito de la grúa, una cifra casi testimonial.

Los responsables de los aparcamientos subterráneos de Avilés, una de las alternativas a la zona azul, declararon a este diario que la jornada inaugural de la ORA no tuvo repercusión en sus negocios. Si acaso, según manifestó una empleada de un parking próximo a la estación de autobuses, «ha venido mucha gente a preguntar las condiciones y los precios de los abonos de aparcamiento semanales y mensuales».

Así pues, las primeras horas de funcionamiento de la zona azul refrendaron las críticas vertidas durante los últimos meses por los avilesinos, que se declaraban mayoritariamente contrarios a la idea de pagar por aparcar. «Entiendo que haya opiniones discrepantes con la ORA porque el cambio de hábitos es importante y a nadie le gusta pagar por algo que antes era gratis, pero teníamos un problema serio de tráfico y la zona azul no se podía demorar más», declaró Fernández Huerga.

Las mayores quejas salieron de boca de los comerciantes avilesinos, muchos de ellos alarmados por lo vacías que estaban ayer las calles y ciertamente preocupados porque se produzca un proceso de «desertización» del centro de la ciudad. «Esto da muy mala imagen y sólo servirá para echar a la gente a comprar a los centros comerciales, donde hay aparcamientos gratis y en cantidad», manifestaba Manuel Antonio Rodríguez, empresario con un local en la calle Españolito que, según dijo, se planteará la opción de mudarse a un polígono industrial. «La ORA es un desastre para las tiendas, han logrado vaciar la ciudad hasta el punto de que ni bajan coches por la calle de Fernández Balsera (una de las más transitadas de Avilés)», se quejaba también el comerciante Javier Rodríguez.