La tardanza siempre es relativa. El que espera desespera, ya saben, y el que se retrasa siempre dice aquello de que, bueno, tampoco es para tanto. Algo así pasa con el Centro Niemeyer. Una demora en parte de las instalaciones no significa el fin del mundo y puede entrar en lo razonable, seamos justos. Sí es grave si ese retraso se realiza de forma premeditada para llegar con fuegos de artificio a una cita electoral, pongamos por caso. Lo importante en el asunto es que, como han prometido los políticos, en el verano de este año el Centro esté programando actividades en sus instalaciones y tenga ya una agenda plena. Si hay algún edificio por equipar no nos rasgaremos las vestiduras, prometido, pero la pregunta es por qué no se presupuestó en este ejercicio el dinero que faltaba para completar las obras. Hay a veces en esto del Niemeyer el criterio de que sólo cabe estar con él o contra él. El Centro traerá indudables beneficios a Avilés y sus actividades enriquecerán (ya lo hacen) la ciudad y Asturias. Pero por eso mismo: lo que es, es.