Juan C. GALÁN

El Antroxu es la excepción que confirma la regla. Si durante el resto del año la crisis hace mella en la ciudad, que resiste como puede los embates del desempleo y el desencanto, los avilesinos aprovechan el Carnaval para desmelenarse y dejar atrás las tensiones cotidianas. Así lo atestigua el llenazo de los últimos días en las tiendas de disfraces de Avilés, que ha pillado por sorpresa a los responsables de los establecimientos. «Intuíamos que iba a haber menos gente, pero está visto que los avilesinos no perdonan el Carnaval», señaló una dependienta.

Los avilesinos han optado de manera masiva por adquirir disfraces de nuevo cuño en vez de encargar su confección, fórmula que solía predominar en ediciones pretéritas. «En una tienda como la nuestra se puede adquirir un disfraz completo por 12 euros, que es un precio muy asequible, y la gente responde», señala María Eugenia García, de «Majafrán».

En cuanto a las preferencias del público, parece que los políticos han caído en descrédito. El «efecto Obama» pasa desapercibido, a pesar de que los escaparates están poblados de caretas del presidente norteamericano. «Pensábamos que iba a arrasar, pero no», comenta Magdalena Carreño, de la tienda J. O. En cambio, el tirón infantil ha hecho subir enteros el disfraz de ninja, la auténtica revelación del Antroxu avilesino. «Todo lo que tiene que ver con los dibujos animados japoneses hace furor entre los críos», señala Carreño, que, en cuanto a los adultos, vislumbra un Carnaval clásico: «Vendemos lo de siempre: piratas, vikingos, gángsteres...», señala la propietaria de J. O.