Francisco L. JIMÉNEZ

«La internacionalización es una de las principales recetas para salir de la crisis actual y también un elemento clave para construir un modelo económico más sólido, más sostenible y más competitivo». Éstas fueron las palabras que pronunció el ministro de Industria, Miguel Sebastián, en la inauguración del Congreso para la internacionalización empresarial, organizado durante el pasado verano en Zaragoza por el Instituto Español de Comercio Exterior (Icex). Semejante declaración política, no muy diferente de las que se leen o escuchan a diario en los medios de comunicación, contrasta vivamente con la peripecia exportadora de un empresario avilesino que a punto estuvo de perder un contrato en Jordania por la lentitud con que se tramitó una gestión administrativa tan simple a priori como estampar un sello en un documento. Hasta 60 días, dos meses enteros, tardaron los burócratas del Ministerio de Asuntos Exteriores en despachar el papel de marras. «¿Facilidades para la exportación? Por experiencia propia, me da la risa», resume la víctima de este caso de inoperancia administrativa.

Según relata el empresario, que prefiere permanecer en el anonimato, la peripecia comenzó el 11 de noviembre de 2009, día en que envió al Ministerio de Asuntos Exteriores los documentos precisos para obtener el visado acreditativo de que un contenedor de mercancía que debía enviar a Jordania no contenía materiales o productos susceptibles de ser ofensivos para los seguidores del Islam. Este visado es un requisito habitual en las relaciones comerciales con los países musulmanes. Hasta ahí, todo normal.

«Pasaron semanas y, preocupado por la posibilidad de perder el cliente, que me llamaba preguntando qué pasaba, el 14 de diciembre abrí dos vías paralelas para tratar de acelerar el proceso: le mandé una carta el Ministro de Industria (Miguel Sebastián) explicándole la disfunción de la que era víctima y moví hilos en el Icex a través de unas personas conocidas para tratar de que se agilizara el trámite», explica el empresario. «La carta con la documentación necesaria para que el contenedor entrase en Jordania debidamente cuñada la recibimos el 10 de enero, dos meses después de solicitada», asegura.

¿Y la misiva al Ministro? «De ésa no obtuve respuesta hasta el pasado 4 de febrero. Me contestó la directora del gabinete del Ministro explicándome que los asuntos expuestos en mi carta no eran competencia directa de Industria, sino que tenían que ver con un problema de gestión del Servicio de Legalizaciones de Asuntos Exteriores, ministerio al que me sugieren dirigirme y del que, gentilmente, me dan la dirección y el teléfono», relata el empresario avilesino, aún indignado por semejante perogrullada. «¡Pero si fui yo quien les escribió para quejarme del funcionamiento del servicio en cuestión!», exclama.

Lo que sería, de haber quedado ahí, un ejemplo más del «vuelva usted mañana» que retrató Larra adquiere tintes kafkianos a la vista de otros acontecimientos intermedios. Y es que el desesperado empresario, mientras los papeles «dormían» en Madrid, supo por responsables de la Cámara de Comercio de Zaragoza de la existencia de atajos para lograr el anhelado cuño. «Me dijeron que los empresarios zaragozanos trabajan con un agente independiente que a razón de 30 euros por papel consigue el sellado de los documentos en cuestión de 24 horas. Posterioremente, he podido comprobar que en realidad tarda 48 horas; pero, bueno, eso es bastante menos que los dos meses de la vía oficial», explica el avilesino.

Una vez salvadas las zancadillas burocráticas el contenedor viajó sin problemas hasta Jordania. «Eso sí, desde el puerto de Bilbao, porque por increíble que parezca resultaba más rentable hacer el embarque en el País Vasco que en cualquiera de los dos puertos estatales que tenemos en Asturias». Un ejemplo más, reflexiona el empresario, de que entre el discurso oficial de los políticos y la cruda realidad media un abismo.