Avilés ha forjado los últimos cincuenta años a golpe de esfuerzo humano y sacrificio. La historia de los arijanos que recalaron en la villa de la mano de Cristalería Española es una de otras muchas que se cuentan por miles en los barrios avilesinos. En un reportaje, ayer, Ignacio Pulido nos contaba semblanzas de aquellos que dejaron la patria pequeña de Arija en busca de un futuro mejor. Semanas atrás, en La Carriona, se juntaban las historias de dos matrimonios que habían abandonado su tierra natal para lograr sustento en Avilés, con cincuenta años de diferencia. Aunque las aventuras tengan final feliz, siempre tienen de fondo esa melancolía del desarraigo, ese tesón por buscar aires en los que vivir mejor y poder dar un futuro a los hijos. Ésas son narraciones que pasan inadvertidas la mayor parte de los días, pero que pesan tanto como una vida entera. Avilés se ha nutrido de muchas de ellas y justo sería, quizás, hacer un gran homenaje a todos los que contribuyeron, desde lugares bien distintos, a eso que somos ahora.