E. CAMPO

María Jesús Trelles y Luján Lucio son saladas, parlanchinas, arremangadas y muy jóvenes, pese a que van a participar en un programa de voluntariado senior. Ni cortas ni perezosas, estas dos mujeres, que se conocieron entre enfermos, van a pasar el mes de junio en un pueblo italiano, trabajando con personas discapacitadas. Mentalmente van metiendo cosas en la maleta todo tipo de cosas que les pueden ser útiles en su cometido, desde música asturiana a queso, pasando por pinturas y pañuelos de Asturias. «Vamos a pasarlo divino», asegura Trelles, que ya se compró un cuadernito para hacer un diario de su experiencia. «Estamos dispuestas y fuertes, con ganas y con alegría... Nos sobran fuerzas», añade Lucio. Y bromean: «Lo único malo es que somos muy calladas».

Las dos están implicadas en la ayuda a los demás desde hace toda una vida. Y fueron sus ganas de colaborar las que las empujaron a esta aventura. Luján Lucio picó un buen día a la oficina de voluntariado del Ayuntamiento de Avilés. Quería saber si había alguna posibilidad de aportar su experiencia en algún otro país. Pero su perfil no encajaba con los proyectos en marcha. Tan entusiasmada la vio la responsable de la oficina, Vanesa Moreno, que en cuanto se enteró de que había un nuevo programa europeo, destinado a voluntarios senior, la llamó.

«Yo iba a visitar a su mamá, que estaba en Los Canapés, y así nos conocimos», cuenta Luján Lucio, que asegura que siempre le gustó ayudar a los demás, pero que sus padres frenaron su afán misionero, y la espinita se le quedó clavada. Hasta ahora. María Jesús Trelles, asturiana con acento argentino, también hace labor de voluntariado ya desde el colegio, cuyos responsables intentaban que los pupilos no vivieran en una burbuja, y así trabajó en hospitales, y con gente enferma. Saben, por su experiencia, que por mucho trabajo y cariño que aporten, recibirán el doble.

En Matera, la localidad italiana a donde van, ambas compartirán piso con jóvenes participantes en un proyecto Leonardo. El programa de voluntariado al que se acogen es el Grundtvig europeo, que corre con los gastos de desplazamiento y alojo, y también les aporta una cantidad para manutención. Ya tienen preparado un programa de actividades en el que colaborar, y confían integrarse rápidamente.

Vanesa Moreno explica que en octubre llegarán dos voluntarios italianos senior, que contarán con la colaboración de Lucio y Trelles. Trabajar con ellos, asegura Moreno, hace «cambiar el chip». «Yo estoy acostumbrada a otra gente, chavales y personas con discapacidad, pero con ellas es distinto», afirma. Y resume: «Su ilusión es mucho mayor».